Desearía tener más consciencia y no dejarme llevar por las emociones, pues cada palabra de este escrito va cargada de pasión y de maldad, y mi espíritu siempre se balancea sobre una cuerda: un paso en falso y puedo terminar en la cárcel.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 4.1.2024
Adivinas los sueños convulsos de la pesadilla. Arrojando el colgante con la palabra paz en señal de guerra. De veras no me siento a la altura, no tanto de hacerte feliz como de continuar el camino. Motor de partida hecho pedazos cada treinta días. Requiere de muchos cafés y de alguna inspiración.
Una pantalla sucia y palabras que se acomodan en el vacío. Recorriendo plazas luego de una resaca con temor a que te roben el dinero. Dormir parece un lujo cuando extravías el rumbo. Observas las copas de los árboles en busca de sentido. La penumbra ha reseteado pensamientos que en la noche eran confusos. Mezcla de sensaciones que no respetan el tiempo y suprimen la ansiedad por el futuro.
He cometido tantos errores que dejé de ser humano y abracé instintos primitivos. No es fácil avanzar a través de una espiral sin objetivos. Nadie que recuerde las tonterías caleidoscópicas. Buster Keaton logró contagiarme de su rictus riguroso. Sonrisa de labios que no logran inmortalizar las fotografías. Dolor en el alma cuando faltan fuerzas para conmoverte.
Me encerré en un escondite de infancia, el rojo eterno de años de tragedia. Timidez que no logró penetrar corazas cuando me dejaron solo frente a una chica. Buscaba esa voz y no ruidos lejanos, quería estar despierto. Destrozan tu corazón y una parte muere para siempre. La droga adormece las cicatrices y borran el pasado, pero también el futuro.
Atado y sangrando las decisiones carecen de sentido. El dinero engaña y las pulsiones hacen desaparecer proyectos enteros. Eres un envión que hace latir a este hombre. El tiempo saca a relucir los defectos, cada emoción ha sido arrancada del papel. Un regalo que parece una ofensa cuando el miedo me aparta de tu lado.
Inhalo el tiempo y surge el lado perverso. Un rayo que al tocar tierra destruye cada vez con más fuerza. Tu amor provoca cortocircuitos en mi cerebro. Quiero futuro, aunque el presente arrastre a los abismos. Vengo a llevarte al mismo infierno e intuyes que hay fuerza en lo que siento.
Lees cuentos que te hacen pedazos, no puedo evitar escribirlos. Soy un escorpio de corazón, hace tiempo clavé el aguijón en mi espalda. Envenenado de amor lograré ser tu Caronte. Una muerte llena de satisfacción, pero igualmente dolorosa.
Habito los miedos y quieres mi lado salvaje. Un pasajero intranquilo que necesita palabras con filo. No me provoques tras la resaca, nunca quise hacerte daño. Me siento indefenso cuando inspiro cocaína.
Nunca dejes de brillar
Amo tu mirada inquisidora mientras soy un espectro. Dame un soplo de vida, no me dejes alejar. Soy experto en equivocar el camino, aunque es indudable que la oscuridad es mi aliada. Aportaré sombras hasta que la luz alcance las ramas. Abrázame y seré capaz de recorrer el sufrimiento. Reconocer anhelos al ir caminando juntos.
Cúbreme de espejos y nunca dejes de brillar. Yo cargaré la culpa del abismo, pero debo confesar que siempre he estado vivo. Anhelando la muerte en novelas que suplican por otro segundo; siempre logrando llegar al día siguiente.
Una taza de café es todo lo que necesito. Planear mil formas de hacerte feliz. Te muestro mi lado bizarro para sorprenderte en el futuro. Podría ser una estrategia; soy un escorpión de verdad. No entiendes que mi cerebro olvida más rápido de lo que escribo. Los libros retienen actos impúdicos mientras veo salir el sol recostado en una banca.
Ya olvidé los excesos y deseo beber una Coca-Cola. Caminar por el centro de Santiago ocultando lo nocturno. Una Plaza de Armas llena de vicios a plena luz. Un vampiro que se nutre de tus ganas de vivir. Ya toqué fondo y ahora quiero ser un faro. El tipo espiritual que escala el peldaño cerca del abismo. Siento amor y atracción por la muerte.
Cada decisión me acerca al cazador implacable. De niño creía en la vida sin fin, pensamiento mágico que me forzó a aprender. Tampoco me he vuelto más sabio, pero intuyo que ahora soy de verdad. Miro tu cuerpo y me enamoro. En el antebrazo aparece la cifra de días por delante.
Quisiera traficar horas en el mercado negro y multiplicar estos momentos. Aunque es obvio que será insuficiente. Esperas más de mis actos y adoro tus recriminaciones. Será masoquismo, pero es tan satisfactorio ser tu héroe y tu villano. Me elevas y al día siguiente me gritas. Quizás bajo el mismo techo no te permitiría ese nivel de violencia.
Pero es tanto el daño que tienes derecho a acostarte con los hombres que quieras. Eres ingenua y lo das todo. La juventud te aparta de unas malas intenciones. Digo que es la edad, eso se aprende y tarde o temprano tu libre albedrío hace añicos al que tienes al lado.
Desearía tener más consciencia y no dejarme llevar por las emociones. Cada palabra de este escrito va cargada de pasión y de maldad. Mi espíritu siempre se balancea sobre una cuerda. Un paso en falso y puedo terminar en la cárcel.
Tengo que aprender a catalizar tu amor, supongo que has sufrido en el pasado y algo comprendes todas mis dudas. La muerte es paz y navegar se ha vuelto peligroso. Voy borrando huellas al huir sin horizonte. El final acecha y entiendo a los replicantes.
Demasiadas emociones para unos pocos minutos. Pides decisión y yo aporto violencia. Es terrible conformarse con los límites. Navego hacia la cascada para salir volando. Lo espiritual acerca al comienzo del fin. Trascender es lo único que hace posible levantarse después de una noche de motel.
Atravesar calles y comunas con negocios que abren sus puertas. Observo un edificio hermoso y desearía que nos fuéramos a vivir juntos. Lejos de la familia que hace daño e intentando hacer algo que dé frutos. Remontar el miedo y tomarnos ese café en la terraza.
Ver amanecer y disfrutar una noche de verano. Mirar como ese drogadicto deambula unos pisos abajo. Olvidando desgracias para soñar el futuro.
***
Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020) y Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021).
Imagen destacada: Buster Keaton.