En este libro publicado por la editorial Anagrama se recogen 48 relatos del imprescindible autor galés, donde el lector encontrará una mezcla de ironía, humor corrosivo y una potente imaginación capaz de crear situaciones y personajes que, muchas veces, terminan siendo inolvidables.
Por Sergio Inestrosa
Publicado el 26.12.2018
Como última entrega de este año, les propongo la lectura de los cuentos de Roald Dahl (Cardiff, 1916- Oxford, 1990). Llegué a él gracias a un video que alguien subió al Internet en el cual se habla de sus trabajos. Convertidos en películas; eso atrajo mi curiosidad, y aquí estamos con esta reseña.
Dicen los expertos que gran parte de la vida de Roald Dahl la podemos entresacar de sus propios cuentos y a lo mejor es verdad, pues en el primer relato que escribió titulado “Pan comido” (“A Piece of Cake”) narra la historia de un piloto cuyo avión fue derribado por las fuerzas enemigas y el soldado sale herido y es internado en un hospital donde permanece ciego por varias semanas. Eso mismo le pasó al señor Dahl cuando piloteaba un avión de la armada británica en África, durante la Segunda Guerra Mundial.
Roald Dahl nació en Llandaff (Gales) el 13 de septiembre de 1916. Sus padres de origen noruego, le pusieron el nombre de Roald en honor a Roald Amundsen, el primer hombre que llegó al Polo Sur. Se cuenta en su biografía que su infancia fue muy difícil; a los cuatro años murió su padre y poco después falleció su hermana. Además recibió una educación severa, propia de la época con castigos corporales (como los sufrimos todos los que ya somos viejos y fuimos a la escuela hace muchos años, cuando se permitía que los profesores disciplinaran con golpes a los estudiantes). Sus biógrafos continúan diciendo que el único consuelo que tenía eran los cuentos que le contaba su madre y los dulces que le daban a probar en clase los fabricantes de los chocolates Cadbury, que querían saber qué aceptación tenían sus productos entre los niños; de allí también saldría una de sus novelas más famosas, Chalie y la fábrica de chocolate, que fue llevada a la pantalla en el 2005 y fue interpretada por Johnny Depp bajo la dirección de Tim Burton.
Una vez terminada la guerra fue enviado por el gobierno británico, como agregado militar a Washington D.C. y fue allí donde publicó sus primeros escritos. Algunos comentarios a sus obras afirman que sus personajes son una metáfora que desactiva el mundo de los mayores, exponiendo así sus contradicciones, como ocurre por ejemplo en el cuento “El último acto” (The Last Act), donde asistimos a la muerte en un accidente del esposo de la protagonista; cuando las hijas se casan y se van de su lado, y su único hijo varón entra a la universidad, la mujer piensa en matarse cortándose las venas, pues no le encuentra sentido a su vida; pero una amiga la invita a trabajar con ella en una oficina de adopciones y esta labor la absorbe tanto que empieza a reencontrarse a sí misma, su psiquiatra, entonces, le aconseja que se encuentre a otro hombre para completar la recuperación. Un día ella viaja por trabajo a Dallas y en la tarde después de un día agotador, decide llamar a un antiguo novio (que ahora vive y trabaja como ginecólogo en la ciudad), después de encontrase en el bar suben a su recámara para hacer el amor y cuando están en ese trámite, el doctor le dice que ella que padece de resequedad vaginal, lo cual es normal en las mujeres adultas y la afectada le pide que se vaya y se mete al baño: el doctor oye como destapa la navaja y se escabulle de la habitación.
Otra de mis historias favoritas es “El hombre de la sombrilla” («The Umbrella Man»), la cual trata de un hombre que parece todo un caballero. En una tarde de lluvia éste se acerca a una mujer y a su hija, que han salido sin sombrilla, y el hombre les ofrece su paraguas a cambio de un billete; la mujer que desconfía de los hombres, especialmente de los que semejan ser decentes, lo increpa: por qué no regresa caminando a su casa y el hombre le dice que está muy cansado y prefiere tomar un taxi, y con el dinero de la sombrilla, afirma, tomará el vehículo que lo lleve a su hogar; la mujer acepta y lo ve alejarse, pero no le parece que esté cansado, así con su hija deciden seguirlo y lo ven entrar a un bar, sentarse y pedir un trago; después lo ven pagar y tomar otra sombrilla y salir del bar para repetir el truco.
Y qué decir de “La casera” («The Landlady») donde un joven que busca alojamiento se siente atraído por el anuncio de renta de un cuarto en una casa, a precio muy bajo y con desayuno incluido. El joven se hospeda allí y descubre que antes de él solo han habido dos huéspedes y sus nombres le suenan familiares, los ha leído en alguna parte. Después de desempacar y antes de acostarse, baja a la sala a tomar el té atendiendo a la invitación de la dueña, mientras conversan, descubre que la mujer tiene muchos animales disecados y entre líneas adivinamos la suerte que corrieron los otros dos huéspedes y la que le espera a él.
En “El hombre del sur” («Man from the South») asistimos a la historia de un hombre que le propone hacer una apuesta a un joven marinero estadounidense: su carro a cambio del dedo meñique de su mano izquierda si su encendedor no enciende diez veces seguidas; el narrador acepta ser el juez de esa absurda apuesta, suben al cuarto que el hombre ocupa en el hotel y van por la octava encendida cuando llega la esposa del jugador y da por terminada la apuesta; les dice que el coche no le pertenece al hombre sino a ella, y que éste lo ha perdido todo en las apuestas, las más de las veces con ella. El narrador observa la mano izquierda de la mujer, en la cual faltan algunos dedos.
Otro cuento interesante, además de corto se titula “El mayordomo” («The Butler») que trata de un sirviente que le da una lección de cómo degustar un buen vino a su amo millonario que pese a su dinero carece del buen gusto para comer y beber.
Según los críticos, Dahl es un autor que usa el idioma para diseccionar y exponer la estupidez humana. También la crítica destaca que el escritor galés es un creador sumamente emparentado con el cine. La novela suya más famosa que sería llevada al cine fue Charlie y la fábrica de chocolate (en 2005, por Tim Burton). Y antes le correspondió el turno a Danny, el campeón del mundo (1989), Punto de ruptura (1989), La maldición de las brujas (1990), James y el melocotón gigante (dirigida por Henry Selick, en 1996) y Matilda (protagonizada por Danny de Vito, y también de 1996).
En este libro se recogen 48 cuentos de Roald Dahl y en él, el lector encontrará una mezcla de ironía, humor corrosivo y una potente imaginación capaz de crear situaciones y personajes que, muchas veces, terminan siendo inolvidables: por lo general, los finales de sus ficciones breves suelen ser inesperados.
Los cuentos de Roald Dahl los ha publicado en castellano la editorial Anagrama con motivo del centenario de su nacimiento en 2016. Estoy seguro que muchos de estos relatos serán del agrado de los lectores de Cine y Literatura, como lo han sido para mí.
Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: El escritor galés Roald Dahl (Cardiff, 1916- Oxford, 1990), por BBC Mundo.