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[CyL en el Sitges Festival] «La paradoja de Antares»: Sola ante el gran dilema

Con su ópera prima, el audiovisualista español Luis Tinoco —todo un profesional de los efectos especiales y de la animación—, certifica con este filme su gran talento como realizador y guionista, en una obra que se exhibe en la cartelera de una nueva versión de la ya clásica muestra catalana de cine fantástico.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 9.10.2022

«El contenido de tu carácter es tu elección. Día a día, lo que elijas, lo que pienses y lo que hagas será aquello en lo que te conviertas».
Heráclito

Sitges, la bella población costera cercana a Barcelona de larga tradición cultural celebra desde el 6 hasta el próximo día 16 de este mes una nueva edición —la 55ª ya— de su Festival de Cine Fantástico. Se trata de uno de los mejores certámenes del mundo en su especialidad al que asisten numerosos profesionales del sector.

Y allí acudimos también cinéfilos y público en general para disfrutar de las numerosas películas programadas en sus trece secciones —trece, un guiño quizás a lo inquietante de muchas de sus propuestas fantásticas— y de los variados actos que incluyen exposiciones, charlas temáticas, las Fantàstic Kids familiares y la espectacular Zombie Walk Day que entronca con la gran tradición carnavalesca de esta villa de nocturnidad transgresora y pícara.

Además el Festival ofrece la posibilidad de visionar on line algunos de los títulos cinematográficos programados hasta la finalización del certamen.

Es el caso de La paradoja de Antares, la ópera prima de Luis Tinoco, todo un profesional de los efectos especiales y la animación que con esta humilde película muestra su gran talento como realizador y guionista.

Se trata de una excelente thriller de ficción científica (que no de ciencia ficción) que se desarrolla en tiempo real y con una gran banda sonora del compositor Arnau Bataller que se convierte en alma palpitante de la obra audiovisual. La música es coprotagonista junto con los logrados efectos auditivos de un filme que indaga en los silencios.

 

Voces

Alex (Andrea Trepat, espléndida) es una joven científica que trabaja en un observatorio de radioastronomía junto a otros dos investigadores en un proyecto que busca detectar señales de vida extraterrestre.

Pero a diferencia de sus compañeros, Alex trabaja con una dedicación y una entrega que raya lo obsesivo.

Y en esa priorización y con los años, su vida privada se ha convertido en algo así como un desierto, no se relaciona con amigos ni tiene pareja y mantiene a duras penas unos «servicios mínimos» con su reducida familia compuesta por el padre viudo, una hermana y su niño.

Lo ha dado y lo da todo por conocer lo lejano y foráneo, abandonando en consecuencia lo cercano y propio. Y en ese abandonar consciente ha aceptado una forma de vida solitaria.

Así, Alex se sumerge a diario en el silencio del infinito universo exterior en la incierta búsqueda de voces y en ese actuar desoye e incluso silencia las voces ciertas de su pequeño universo.

 

Una noche potente

Dos universos que sincrónicamente reclamarán toda su atención en la tensa noche que la astrofísica vivencia sola —la soledad que la define— en su laboratorio.

Una noche de tensión máxima en la que la científica recibe una prometedora señal del espacio exterior localizada en la estrella Antares y paralelamente sabe de la situación crítica de su padre al cual le quedan apenas unas horas de vida.

Y por si fuera poco, se desencadena una potente —y simbólica— tormenta que colapsa la ciudad en la que viven y que amenaza seriamente las instalaciones del laboratorio y en consecuencia su buen hacer investigador ante semejante descubrimiento.

Ese reducido espacio cerrado, esas dificultades crecientes, y el hecho de que Alex se ha de comunicar constantemente mediante teléfonos y dispositivos recuerdan a otras dos excelentes películas que también analicé en este diario: Locke de Steven Knight y The Guilty de Gustav Möller.

Dos notables filmes de personajes encerrados que se enfrentan a grandes retos y sin embargo La paradoja de Antares a mi entender las supera por la profundidad del problema que plantea.

Su astrofísica protagonista ha de afrontar un dilema que en el fondo ha sido y es el de todo buscador humano desde nuestros inicios en las simbólicas y limitadas cavernas de lo conocido.

 

Somos paradoja

Alex ha de elegir entre su vida profesional y su vida privada. De hecho hace tiempo que apostó por la primera opción con el apoyo incondicional de su padre quien ahora involuntariamente pondrá a prueba su convicción.

El hombre la defendió siempre frente a su hermana quien criticaba su escasa dedicación a la familia, lo hizo especialmente desde que fue ingresado en el hospital donde espera la muerte. Y lo escucha Alex esa noche crucial en distintas grabaciones que le dedica a pesar de su delicada situación, lo escucha como «chute» necesario ante tanto agobio y tensión.

El padre sigue orgulloso de su investigadora pero al recordar su propia vida expresa sus dudas acerca de cuál es la prioridad última de un ser humano: lo interno, el círculo íntimo de cada cual, los seres queridos o bien lo externo, el gran e inmenso mundo, la proyección profesional.

Somos paradoja en la dualidad de este mundo, una dualidad que simbólicamente se refleja en el sistema binario estelar Antares, una gran estrella visible que esconde desde la perspectiva terrestre otra menor que no por ello deja de existir. Antares, un nombre mitológico que expresa oposición, Antares o el opuesto a Ares.

Paradoja en la dualidad del mundo: lo interior o lo exterior, ser sedentario o ser nómada, lo privado o lo profesional, el corazón o la razón.

Y es paradoja el dilema al que se enfrenta Alex quien premonitoriamente ha de responder —en una entrevista que concede al divulgador científico José Luis Crespo conocido en redes como Quantum Fracture— a una pregunta sobre prioridades que le lleva a hablar de qué sería de la ciencia —y de la humanidad— en el caso de que Einstein se hubiera dedicado más a su familia.

Alex concluye que: «lo más fácil y cómodo es vivir en tu zona de confort», en referencia al polo que mantiene bajo mínimos: el hogar, lo cotidiano, el corazón.

¿De verdad es así?, ¿es cierto que sea más fácil mantenerse cómodo en el hogar que salir fuera de él?, ¿es más fácil acaso lidiar con los desafíos del corazón que con los de la razón?

La película nos muestra cómo vivencia esta paradoja última y primera Alex más allá de su respuesta teórica a la pregunta de la entrevista; y en esa vivencia extrema que supondría un gran reto para el mismísimo Einstein, Alex se cuestionará a sí misma.

Y con ella, se nos invita a cuestionamos a nosotros los espectadores de esta película que ahonda en los silencios —externos e internos— de lo desconocido y profundo que parecen esperar oídos que los entiendan.

No se la pierdan, ojalá la indiscutible calidad de La paradoja de Antares sea reconocida por el jurado del Festival y con ese impulso tenga una buena distribución, pero por si acaso tienen hasta el próximo 16 de octubre para verla en el siguiente enlace.

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: La paradoja de Antares (2022).

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