Hay momentos en que se está frente a una obra que se analiza por lo estético, y otras veces no queda más que contemplar. Cuando se es un espectador ajeno que analiza, ocurre la primera posibilidad, pero cuando se es abordado porque lo que se está presenciando, nos envuelve, incluso al punto de perder el entendimiento, y es ahí cuando se debe aceptar lo que los sentidos imponen. La presente es una pieza de danza que manifiesta dentro de nuestra cultura occidental y capitalizada, el baile, el canto y la poesía de lo más interno del Pueblo Mapuche, como representación de una identidad, de un género y de una herencia tradicional.
Por Faiz Mashini
Publicado el 28.10.2017
Este es un montaje teatral de danza que expone la poética de un pueblo y habla de restitución política. Un conjunto de mujeres marcan el paso y se reordenan. Así se introduce a la obra. Se percibe en la medida en que transcurre por sus diferentes estados, cuales son los rasgos de danza contemporánea y cuales los de danza tradicional mapuche, e incluso, que llegarán a resultados similares al Butoh, pero sin serlo. O sea, que la forma que se asocia al Butoh no es por la estética en sí, sino que esta noción de cuerpo desgarrado por la historia asemeja a formas similares a ese baile por el contenido tratado.
Lo inquietante es que al no ser una exhibición de danza tradicional, propone la problemática filosófica del ser desde la arista experimental, al decidir “buscar” los movimientos propios del ser mapuche, y no repetirlos, y el baile, entonces, se plantea como manifestación existencial. Por tanto, hay una reflexión y una búsqueda, y la danza pasa a ser técnica y expresión de contenidos filosóficos.
En algún momento el elenco se reordena, se reagrupa hacia los costados y marca bien el centro. Después, se mueven en contra de las manillas del reloj, que es el sentido del sol y se intuye la presencia de los puntos cardinales. La niña y la mujer mayor registran el paso, otra se retuerce casi como danza expresionista al costado izquierdo y adelante, y atrás y a la derecha una mujer mira quieta: el ritmo continuo que lleva al trance, la movilidad y la fuerza expresiva por otro lado, y por último, lo estático, nos conducen a un entendimiento de tres estados en donde los protagonistas viven con total fortaleza y sencillez, y se relacionan en el drama y la hermandad.
El cuerpo pasa a ser tema central, como paisaje y como territorio, pero también la respiración y la palabra dicha, no actuada, que nos otorga lo primordial de la obra y lo que conmociona: la verdad misma y la esencia de esta identidad.
La música, por Joaquín Montecinos Ortiz, tiene el objetivo de combinar los mundos que se imponen con técnicas actuales. Da la sensación del aire pasando por concavidades, generando una atmósfera orgánica, y aquello se entremezcla con técnicas electrónicas y de instrumentos y cantos en vivo que son más tradicionales.
Notamos también que hay un completo equipo en la asistencia, y se refleja en lo pulcro, completo y complejo del trabajo desde las diferentes aristas: dirección, baile, asistencia actoral, artes visuales, iluminación de danza, música, que revisten a esta obra hacia el eje central llevado a cabo por el elenco.
Los textos pronuncian un poema en el cual se define el “yo” con el continuamente diciendo “soy esto y soy esto otro…”, refiriéndose a lo femenino, a la naturaleza y al «ser» mapuche, en una belleza simple y honesta que va adquiriendo cada vez más fuerza.
En cuanto al contenido, hay un asertivo análisis de género, al ser lo femenino lo que se manifiesta representando bailes que culturalmente son ejecutados por hombres. Esta es una expresión de subversión política, reafirmando el concepto de “levantarse” en resistencia. Es así como revisamos el Mazatún como baile inicial, la presencia de Choique y un Purrum que se deforma hacia lo contemporáneo, en una abstracción proveniente del baile tradicional en dirección a una expresión adaptada al discurso de dicho baile, para concluir con gritos para dar ánimo, propios de la tradición ancestral.
También se encuentra el traspaso generacional en la mujer adulta y la niña en una demostración de afecto, permitiendo que lo que permanece traspase hacia la herencia. Solo la niña y la mujer ocupan el traigue, siendo todos los vestuarios negros con diferentes diseños, y algunas mujeres realizan un baile de torso desnudo. Entra a escena una mujer de mayor edad, la única que usa el traje completo, no adaptado, y que todo lo que realiza es completamente tradicional.
La iluminación a ratos muestra la totalidad y otras veces sectores de la puesta en escena. Es el lugar y la dirección de la fuente de luz la que nos acentúa los diversos estados de dramatismo y percepción. Hasta que una luz azulosa tiñe el espacio escénico como único color, aludiendo a la importancia simbólica de este «tono pictórico» en la cosmovisión mapuche.
En un mundo artístico de la literalidad, la crítica obvia, del retrato caricaturesco, surge una obra que “se levanta” desde lo interno, tomando consigo lo más poético del ser autóctono en un ejercicio de búsqueda. Este montaje debe ser visto por todos, a fin de escarbar en lo ancestral en tiempos difíciles de resistencia política, como una nueva experiencia que trasciende a un espectáculo de danza, y por su ejercicio propio nada más.
Ficha técnica:
Dirección: Ricardo Curaqueo Curiche
Intérpretes: Ayelen Curaqueo Curiche, Florencia Neira Oros, Agata Espinoza Fontana, María Paz Silva Romero, Rallen Montenegro Aguilera, Nathalie Moris Caniulef, Danitza Segura Licanqueo, Catalina Fernández Amado, Constanza Díaz Alfaro, Karina Díaz Osorio, Yasmín Millan Castro, Sonia Orobia Retamales, Millaray Ruiz Conejeros y Loreto Millalén Iturriaga
Diseño de vestuarios: Belén Marchant
Asistente de dirección y dramaturgista: Karen Carreño Rivera
Diseño sonoro: Joaquín Montecinos Ortiz
Diseño de iluminación: Francisco Herrera
Dirección de arte: Deysi Cruz Vásquez
Producción: Ricardo Curaqueo
Fotografía: Felipe Gamboa
Funciones: Desde el 13 octubre hasta el 5 de noviembre de 2017, de jueves a domingo a las 20:00 horas
Sala: Edificio B, piso 2, Sala B1 del GAM
Audiencia: Para mayores de 9 años
Valor de las entradas: Jueves de danza: $ 3.000, General: $5.000, Estudiantes y tercera edad: $3.000
Dirección: Avenida Libertador Bernardo O’Higgins Nº 227, Santiago Centro, Santiago
Crédito de las fotografías: Centro Cultural Gabriela Mistral