Este es un filme de pura y divertida trasgresión que se basa en el éxito de la primera versión. Hay un guiño descarado a la ambigüedad y a la provocación del espectador, desafiando o alineándose en torno a lo políticamente correcto, que hace del personaje principal un héroe aún más volátil que el adolescente Spiderman, tenido por mucho tiempo como un anti-héroe: pobre, joven, y agobiado por los problemas materiales y por el sentimiento de culpa ante el fallecimiento de su abuelo.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 22.5.2018
Este largometraje de ficción tiene una característica bastante singular: cuando termina la sesión los espectadores no se mueven de sus asientos hasta que los créditos y las escenas auxiliares desaparecen. En efecto, al final, y tras los créditos se insertan escenas que explican la trama y cómo se altera la línea de tiempo de la historia. Podría parecer una trivia gigantesca de otros filmes y de actores, empezando por Wolverine, que son objeto de las irreverencias de los guionistas, y del actor perfecto para burlarse de este género que parodia a los súper héroes, pero sin salirse del mismo formato. La secuencia de imágenes, su velocidad, son congruentes con el estilo del director, David Leicht, quien fue responsable de Atómica (2017) y de John Wick (2014).
Esta es la continuación de Deadpool (2016). La película se inicia con una memorable secuencia de limpieza de villanos rusos, que desemboca en la muerte de la prometida, Vanessa Carlysle (Morena Baccarin), y embarga al superhéroe en un vacío existencial que trata de remediar con la experiencia de la muerte. Coherente con su permanente trasgresión. Su novia es una ex escort que se ha enamorado del desfigurado Deadpool. Con la pena y la casi imposibilidad de morir, nuestro protagonista pierde el sentido de la vida, atenta contra su vida, pero vuelve a su papel de castigador vengativo en tanto Wade Wilson o “Deadpool” (interpretado por el actor Ryan Reynolds). Nuestro protagonista libra una guerra que rememora escenas de Kill Bill dirigida por Quentin Tarantino (2003), con su aspecto sanguinario, pero siempre en una mirada bastante estética, sin contenido emocional ni reflexión. Si en Atómica predomina el formato de la cultura pop y de la Guerra Fría, aquí es el mundo del cómic y de su entorno.
El guión así refleja todo lo que un entusiasta de Deadpool puede saber de su predecesora y de otros filmes, según el libreto muy imaginativo de Rhett Reese, Paul Wernock, y del mismo Ryan Reynolds. La irreverencia se toma la escena, con un Deadpool que explora todos los matices de la provocación, acentuados por su taxista acompañante Dopinder (Karan Soni), una visión bastante disfuncional de los compañeros de héroes desde Robin, y que atropella y da muerte al director abusador (Eddie Marsan) que persigue Russell Collins o “Firefist” (Julian Dennison), un joven mutante con poderes pirotécnicos.
Por otro lado, Coloso (Stefan Kapicic) recluta a Deadpool para la Mansión de Xavier y los X-Men. Hay que encontrar a Russell, quien ha sido abusado, y sobre este oscuro fondo, los poderes y la rabia adolescente del muchacho y la necesidad de controlarlo presentan la necesidad de neutralizarlo o de conseguir su apoyo para su autocontrol debido a sus inmensos atributos. Cable (Josh Brolin), que viaja en el tiempo, y que encuentra al muchacho y a Deadpool trata de alterar la línea de tiempo para salvar a Deadpool y los X-Men, así como al propio Russell de su odio adolescente.
Los recovecos de este argumento pertenecen al hype, aplicado al marketing, los juegos en líneas y las producciones que funcionan sobre la base de una masa que va por la expectativa provocada por la primera versión, y interroga todos los precedentes y colaterales de la historia, apelando al sentimiento del espectador y que le sorprende en cuanto a las vueltas del relato. El guión, en efecto, tiene tantos aspectos y personajes (entre los cuáles hay que incluir a los propios X-Men), que la atención es indispensable para seguir el periplo de un Deadpool que busca recobrar el sentido, y cuya novia aparece una y otra vez en ensoñaciones. Esta es una película de pura y divertida trasgresión que se basa en el éxito de la primera versión. Hay un guiño descarado a la ambigüedad y a la provocación del espectador, desafiando o alineándose en torno a lo políticamente correcto, que hace de Deadpool un héroe aún más volátil que el adolescente Spiderman, tenido por mucho tiempo como un anti-héroe, pobre, joven y agobiado por los problemas materiales y por el sentimiento de culpa ante la muerte de su abuelo.
Deadpool 2. Dirige: David Leitch. Guión: Rhett Reese, Paul Wernock, y Ryan Reynolds. Reparto: Ryan Reynolds, Josh Brolin, Morena Baccarin, Stefan Kapicic, Brianna Hildebrand, Leslie Uggams, T. J. Miller, Julian Dennison, Karan Soni. Estados Unidos, 2018. Duración: 2 horas.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.
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