Un thriller urbano, con una cámara que no maquilla y filma con naturalidad incluso la suciedad de un hogar. Así, en esta obra apreciamos un cine potente, una cinta a la vez policial y política, cuya buena mano de dirección y de guión (Tarik Saleh) se acompaña con una fotografía suntuosa y respetuosa (Pierre Aim), y con una música que constantemente reitera los éxitos de Lalena, aquella que canta: “mi corazón te ha dicho adiós”.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 15.3.2019
Con dos años de retraso, llega a las salas chilenas esta película situada en enero de 2011, en la mal llamada Primavera Árabe. Desvencijados televisores exhiben imágenes recurrentes de la caída del presidente de Túnez (Zayn al-Àbidin Ben Ali) preludian el colapso del régimen de Hosni Mubarack. El Cairo, en sus extremos de pobreza y riqueza y de todos los grises posibles, es el marco de un potente thriller sin final feliz, donde la corrupción asoma por todos los lados.
Película bellamente filmada, en una ciudad que pasa paulatinamente a la convulsión, la pobreza, la suciedad y la decadencia son filmadas de modo connatural, de manera que no pasan a ser folclore ni denuncia sino la vida misma. La imagen del protagonista, de espaldas, viendo desde su balcón la calle es parte de esa fotografía delicada, que encuentra belleza donde aparentemente no la hay. En este escenario hallamos al mayor de la policía Noredin Mustafa (Fares Fares), viudo, que pasa los días en pequeñas extorsiones, dentro de una cascada que implica a los policías y los delincuentes, pero se extiende a toda la sociedad, y una élite de empresarios (y de militares) afectos a la familia de Hosni Mubarak.
Como todo se compra y se vende, el mayor Noredin puede comprar un testigo a otro policía que le protege. Sobre todo, cuando se trata de un proxeneta, Nagy (Hichem Yaocubi), cuyo negocio es involucrar prostitutas, con afanes eso sí de cantantes, con miembros prominentes para luego extorsionarlos con fotografías.
Y todo empieza con una testigo de un asesinato que involucra a una cantante, Lalena, con un empresario inmobiliario, Safin Harem (Ahmed Selim), amigo del hijo del Presidente, que está construyendo una “nueva El Cairo” en las afueras, dotada de jardines, seguridad y confort. A partir de este hecho, el policía va sosteniendo un tira y afloja con su tío, el jefe de la estación, y luego con el empresario y los servicios de seguridad, cuya omnipresencia aumenta hasta su colapso. Asesinatos, torturas, abusos, conforman el sustrato de la sociedad cuyo retrato recoge la cinta.
Mientras ya la caída de Ben Alí en Túnez es un hecho, los acontecimientos se crispan y enredan. Por cierto, Noredin no deja de ser corrupto, pero en este hecho específico elije buscar la verdad, quizás por cierta conmiseración con la cantante asesinada en el hotel Hilton de la ciudad.
Este viaje es un vía crucis. Todo el sistema está hecho para no investigar si alguien cercano al poder se opone. El propio Noredin recibe un agradecimiento que aparte del dinero es su promoción al grado de coronel.
Desde allí nuestro anti-héroe desfila por la opulencia y la miseria, y también percibe los embates respecto de esos ciudadanos de tercera clase que son los sudaneses. Las mujeres por cierto son el blanco predilecto de un encargado de los servicios secretos de ir limpiando, a su modo, las huellas del asesinato.
No hay redención en los personajes. Cada cual recibe una muerte distinta, incluso el asesino estrella. Los inocentes o los policías serios también son ejecutados sin castigo. El tío corrupto, Kammal Mustafá (Yasser Ali Maher), escapa y no recibe su condena. Justo en el momento cuando esto ocurre ya estamos en plena desintegración del régimen de Mubarak, en el cual ya todos los cercanos empiezan a huir del barco que se hunde.
Aunque se sepa la verdad, no hay justicia, no hay redención. Simplemente derrota, y quizás la única victoria: permitir huir a la testigo, Salwa (Mari Malek), hacia su Sudán natal. Quizás este final sea el más ilustrativo de este cine que sin engaños, nos conduce a través de un ambiguo viaje de bajezas y de altruismo, de deber y de lenidad, de codicia y de auto promesas. Hay todo el ambiente del cine negro de este sueco de origen egipcio. Nadie es demasiado bueno, y como dice el padre a su descendiente policía: “La dignidad no se puede comprar, hijo”, a propósito de un ofrecimiento de dinero sucio.
Un thriller urbano, con una cámara que no maquilla y filma con naturalidad incluso la suciedad del hogar del policía. Un cine potente, un thriller a la vez policial y político, cuya buena mano de dirección y de guión (Tarik Saleh) se acompaña con una fotografía suntuosa y respetuosa (Pierre Aim), y con una música que constantemente reitera los éxitos de Lalena, aquella que canta: “mi corazón te ha dicho adiós”.
Muy recomendable.
También puedes leer:
–Crimen en El Cairo: Una crónica del poder corrupto.
Crimen en El Cairo (The Nilo Hilton Incident). Dirección: Tarik Saleh. Guion: Tarik Saleh. Fotografía: Pierre Aim. Elenco: Ahmed Selim, Yasser Ali Maher , Mari Malek, Hichem Yaocubi, Fares Fares. Suecia, 2017. 1 hora, 57 minutos.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Tráiler:
Imagen destacada: La actriz Hania Amar en una escena del filme Crimen en El Cairo (2017).