«Degenerado»: La novela que escarba en la triste violencia de las familias sudamericanas

El libro de la escritora bonaerense Ariana Harwicz (Anagrama, 2019) corresponde a una lectura dolorosa, pero que sin lugar a dudas esta forjada por un trabajo literario intenso y lleno de imágenes que no dejan de estremecer, debido a la hondura y a la sensibilidad con la cual son expuestas y descritas.

Por Martín Parra Olave

Publicado el 8.9.2020

La escritora trasandina, actualmente radicada en Francia, nos relata en su última novela la penosa historia del asesinato de una niña desde el punto de vista del asesino, un supuesto pedófilo. Una narración delirante, llena de saltos que revela las posibilidades que se esconden en una misma persona, la inocencia y la culpabilidad. “La mente es como un trineo inmundo que nos arrastra por malos caminos dejando huellas” (p. 7), parte diciendo el hombre que está siendo inculpado, declaración que nos sitúa de inmediato en el punto más relevante de la historia.

La mente como el lugar manchado, como el espacio que recuerda y a la vez va fabricando el camino del presente y el futuro. Es el espacio donde quedan marcados los registros de toda una vida cargada por la violencia, y a partir de la cual se forma el sujeto en su relación con el mundo.

La literatura de Harwicz no es solamente una literatura que devele la opresión hacia lo femenino, sino que a través de su trabajo nos encontramos con las raíces profundas de la violencia, las cuales parecieran generarse en seno de la familia, y bajo la estricta y agresiva actuación del padre, quien no pierde ocasión para demostrar su poder.

“Nosotros no entendíamos nada y eso a los padres les gusta, los hijos a merced de ellos, los hijos donaciones, los hijos subvenciones…los hijos ventrílocuos de papá y mamá”(p. 19), es decir, los descendientes se presentan como figuras totalmente moldeables por sus progenitores, que vuelven a repetir, como ventrílocuos la vida que tuvieron en su infancia. En este sentido, su comportamiento futuro, sus formas de desenvolverse en la vida, obedecen a los actos que se ejercieron sobre ellos.

El sujeto acusado de asesinato y violación, relata de forma alucinante su vida o partes de ella, donde da cuenta de los hechos que le ocurrieron y por los que habría llegado a ser lo que es, intentando de esta forma desprenderse de algo de responsabilidad por las supuestas acusaciones que pesan sobre él.

“Soy hijo de una colisión” (p. 29), señala, dando cuenta que llegó a un lugar de enfrentamiento, cuya relación entre la madre y el padre siempre recuerda como dañina, enferma y cargada de violencia: “Lloro, lloro, duermo con los zapatos en la mano como cuando tenía que bailar dando brincos en el salón para que papá y mamá dejaran de pelear. Para que dejaran de lanzarse injurias que no entendía”(p. 29).

Vivir en el infierno de un guerra familiar parece haber sido el espacio donde se desarrolló esta vida, tal como ocurre en muchos otros hogares, donde la forma de interactuar entre los miembros que la componen, es a través de los golpes y de los insultos.

¿Qué sujetos salen desde estos campos de batallas?¿Es posible transformar aquellas experiencias dolorosas en algo virtuoso?¿Son el espanto y el suplicio infantil las formas en que la violencia funda a un sujeto? Parece una imposibilidad escapar o salir sano frente a una situación así.

La novela de Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) es un ejercicio filosófico, pues nos obliga a situarnos en el nivel de la responsabilidad, en el espacio incómodo de mirar de frente aquellos sucesos más repudiables de los seres humanos.  Nos encamina a mirarlos desde otra arista, intentando no detenernos en lo evidente, sino que buscar la ruta adyacente para realizar la reflexión más adecuada.

El desafío es no encontrar una respuesta única, sino que más bien, generar una discusión, un debate, que ponga de manifiesto y en tela de juicio, ciertos conceptos e instituciones que cuesta juzgar, como la familia, que en vez de ser vista como el espacio seguro y formador de personas sanas, es un lugar bélico y dañino: “Haber sido hijo de dos que me llevaban para cometer atrocidades me volvió este que ven”(122).

En definitiva, Degenerado es una novela que escarba sobre el origen de la violencia, no teniendo en cuenta incomodarnos como lectores para situarnos frente al abismo de la enfermedad familiar, donde las posibilidades de oponerse a esa violencia son nulas, pues los sujetos, hijos e hijas, no tienen salidas para evitarla.

De pasada hay una crítica al Estado y la sociedad, que hacen muy poco por intervenir en los hogares donde se produce este tremendo daño. Una lectura dolorosa, pero que sin lugar a dudas esta forjada con un trabajo intenso y llena de imágenes que no dejan de estremecer.

 

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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

«Degenerado», de Ariana Harwicz (Editorial Anagrama, 2019)

 

 

Martín Parra Olave

 

 

Crédito de la imagen destacada: Hugo Passarello.