Un análisis dramático en torno a las coordenadas simbólicas del filme debido al realizador israelí Savi Gabizon, una obra audiovisual que actualmente se exhibe en la sala El Biógrafo de Santiago.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 12.11.2019
De modo sorpresivo Ariel Bloch (Shai Avivi) se entera por su ex mujer, Ronit Hilou (Assi Levi), que ha tenido un hijo, Adam (Adam Gabay) tras su separación hace diecinueve años. Mientras tiene un momento libre llama a su abogado para ver las implicaciones legales de su paternidad, pero es de nuevo sorprendido esta vez con la confidencia de que Adam ha muerto en un accidente hace pocos días.
Hasta aquí, como dice al abogado, el asunto se abre y se cierra, pero inesperadamente la noticia abre una puerta hacia una paternidad que no ejerció, y donde el desamor y el duelo deambulan por toda la trama. Primero, lo hace de modo más doloroso, al enterarse que Adam es un chico problemático, que fue expulsado de la escuela, que traficaba droga, y que al mismo tiempo era un intérprete de Bach con talento en la música y en las letras. Pero su obsesión sexual ha impedido su graduación. Aunque el padre no lo que quiere ver, se trataba de un acosador persistente y desequilibrado de su profesora, Yael (Neta Riskin). Ronit solo dice de ella que: “Esa mujer fue su perdición”, de modo que no es Adam, sino Yael el origen de la desgracia. Le ha escrito un poema erótico, que el padre biológico celebra, pero ha ignorado su convivencia con una chica de 16 años, Lilia (Ella Armoni), con la cual vivía hacia tres años. Es que Ariel no se interesa por los demás. Solo al final viene de rebote a interesarse por Lilia, la pareja de su hijo, con un padre convicto, Alex. Ejerce de modo tangencial y obsesivo su rol de padre, sentándose en su pupitre escolar, descubriendo su afición por el fútbol y el Acre F.C. Ha tomado sus poemas, ha escuchado los elogios, pero ha soslayado los aspectos oscuros. Viene a ser el padre consentidor, de un hijo del cual no fue nunca padre. Tiene muchas reuniones con su ex mujer, ignorando a Levi, quien ha sido el padre que crió a Adam.
Pero nada de ello es incongruente. Savi Gabizon constituye una obra dramática donde el centro es el duelo. Frente a la constatación que Adam: “Tal vez no necesitaba amigos, se bastaba asimismo”, Ariel busca descubrir la esencia de ese hijo que no conoció. Si al principio iba a transformarse en una carga jurídica y económica, ahora intenta con desesperados juegos reconocerlo incluso oníricamente. Sueña con el tocando el piano, saliendo a mirar a la profesora, tratando de reconstruir los mundos que no estuvieron conectados.
Avivi (Ariel) hace un papel obsesivo que descuadra su inicial frialdad. En su paternidad frustrada, pide el diploma del colegio, donde su hijo no se graduó. Quiere que le incorporen su fotografía a la promoción, y extrañamente se hace presente como el padre, al cual todos suponían fallecido hace muchos años. La ausencia se complementa con sus idas al cementerio, donde conoce a otro padre que ha perdido a su hija, Abigail. Cada cual idealiza a sus hijos. En ese camino el reencuentro se torna en un ejercicio completo de paternidad y maternidad, donde las familias, incluido el paciente de Levi, se conocen para realizar una boda ficticia de sus hijos. Idea absurda, que más tratarse de ellos, trata del desamparo de sus padres. Ya no se puede escribir nada del pasado. Y donde el futuro ya está a medio escribir pues se ha labrado ya sin cambios.
Todo lo que sucede ahora es más por lo que sobreviven, que por los que han muerto. Es una película sobre el duelo, sobre los destinos que se bambolean como una hoja frente a la tormenta. La posibilidad de un nieto también se esfuma. Y con ello también un paisaje sin hijos, sin futuro, con un pretérito que ya se escribió, y que se disuelve condicionando el resto de sus vidas. Una película atemporal, cuyas escuelas publicas desvencijadas recuerdan las de aquí (sobria fotografía de Azaf Sudri), y que nos dice que el cine de cualquier lugar, cuando es profundamente humano y bien ejecutado, es atemporal y universal.
También puedes leer:
–Descubriendo a mi hijo: El dolor imposible.
Descubriendo a mi hijo. Ga`Agua (Longing). Dirección y guion: Savi Gabizon. Elenco: Shai Avivi, Assi Levi, Neta Riskin, Adam Gabay, Ella Armoni, Oleg Levin y Shmil Ben Ari. Música: Yora Hazam. Fotografía: Azaf Sudri. Israel, 2017. 105 minutos.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Un fotograma del filme Descubriendo a mi hijo (2017), del realizador israelí Savi Gabizon.