El extraordinario filme del realizador japonés Hirokazu Koreeda describe una historia íntima, un relato audiovisual en el cual los personajes se van vinculando de a poco, como si se diesen un tiempo para descubrirse, ya que el reloj no perdona ni siquiera los afectos. Se exhibe en la sala Normandie de Santiago, entre otras.
Por Rodrigo Torres Quezada
Publicado 10.10.2018
Después de la tormenta (en su nombre original Umi yori mo mada fukaku) es una película del año 2016 dirigida por el japonés Hirokazu Koreeda y que habla de un ex escritor que vuelve a su ciudad natal tras la muerte de su padre. Aquí deberá reconectarse emocionalmente con su madre, con su hijo, su ex esposa y con él mismo. En otras palabras, es un largometraje que habla sobre la forma de relacionarnos en un mundo que pareciese, cada día nos separa más.
Hablar de un filme oriental, lleva implícito el tener que revisar lo que conocemos por cine. Hoy en día, estamos bombardeados por películas efectistas, donde si no hay explosiones o balaceras no hay diversión, o al menos eso es lo que las salas de cine parecen dar a entender. Entonces, al estar frente a una película cuyo principal motor es lisa y llanamente la conexión emocional, a través de personajes que han estado desconectados entre sí por mucho tiempo, al ojo occidental esto puede verse como algo totalmente extraño. Y si se analiza a los grandes maestros del cine japonés como Kurosawa (Vivir, 1952), Takita (Departures, 2008) o Yasujiro Ozu (Cuentos de Tokyo, 1953) podremos comprender que el gran fuerte de muchas de sus obras son precisamente las relaciones humanas y todo lo que ellas conllevan. Si hay algo que estos directores japoneses supieron detectar, era que el cine podía ser un medio de contar una historia simple pero dotada de escenas llenas de carga emocional, donde la crueldad se mezcla con la ternura de los personajes.
Puestos en el contexto, Después de la tormenta se hace parte de esta tradición, con una historia íntima, donde los personajes se van relacionando de a poco, como si se diesen un tiempo para descubrirse, o re-descubrirse en este caso, ya que el tiempo no perdona ni siquiera los afectos. Este largometraje asimismo, usando como metáfora una tormenta que cae sobre la ciudad, habla de la dificultad de poder relacionarse con las personas, incluso si estas son de la misma familia. Y esto se da, según esta pieza, porque donde hay una necesidad del otro, más es la responsabilidad (o el dolor) de estar presente. Y si esa presencia se rompe, se desata la tempestad.
El problema de esta obra audiovisual es su larga duración. Son casi dos horas y a veces sus situaciones transcurren de forma muy lenta. Pero esto también puede verse como una declaración de principios: si el cine comercial tiene acostumbrada a las personas a estar recibiendo durante dos horas o más, explosiones y gritos; que aquí las personas reciban durante ese mismo tiempo una cuota de humanidad que tanta falta hace en estos días tormentosos.
Tráiler:
Rodrigo Torres Quezada (Santiago, 1984) es egresado del Instituto Nacional “General José Miguel Carrera” y licenciado en historia de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de cuentos Antecesor (2014) y Filosofía Disney (2018) bajo el sello Librosdementira. También ha dado a conocer distintos relatos de su autoría en La Maceta Ediciones (2017) y la novela titulada El sello del pudú (Aguja Literaria, 2016). Lanzó, asimismo, el volumen de ficción Nueva narrativa nueva (Santiago-Ander, 2018), y obtuvo el primer lugar en el concurso V versión Cuéntate algo de Biblioteca Viva (2012). El año 2016, en tanto, se quedó con el primer lugar en el I Concurso Literario del Cementerio Metropolitano.