Esta bella fiesta tuvo su origen el siglo XV en Catalunya como día de los enamorados estableciéndose la costumbre de regalar una rosa a las personas queridas. Inicialmente eran los hombres quienes obsequiaban a sus mujeres (pareja, madre, hijas), actualmente todos se regalan sin distinción de sexo. Y a principios del XX, desde Barcelona el escritor y editor Vicent Clavel propuso al gobierno español dedicar un día al libro, que finalmente fue otorgado al 23 de abril por los aniversarios de Cervantes y de Shakespeare. En 1995 la Unesco declaró esta fecha como el Día Mundial del Libro.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 12.4.2019
«Las manos que regalan la rosa también quedan perfumadas».
Proverbio árabe
«Leer es soñar de la mano del otro».
Fernando Pessoa
Sant Jordi, la leyenda
Sant Jordi (San Jorge) sintetiza en sí muchas antiquísimas mitologías de distintas culturas que fueron asimiladas por el cristianismo. Originalmente fue venerado en las tierras cristianas de Oriente y desde la Edad Media se ha convertido en uno de los santos más populares de la mayoría de las tradiciones cristianas e incluso es honrado en el Islam (conocido como Khidr, El caballero verde). De ahí que sea patrón de diversos lugares del planeta: Catalunya, Aragón, Inglaterra, Portugal, Alcoi, Venecia, Istambul, Beirut… En Catalunya se menciona como tal desde el siglo XV.
Existen diversas leyendas del santo considerado patrón de los caballeros, muchas de ellas asociadas a conflictos bélicos en los que San Jorge resulta decisivo para la victoria. Tales como la conquista de Mallorca por Jaume I o distintas batallas frente a los musulmanes en la península Ibérica. Pero la más conocida es la que Iacopo da Varazze describe en su Leyenda áurea publicada en el siglo XIII y que inspira la fiesta actual. El libro relata las hazañas de San Jorge en Libia donde un dragón alado muy feroz de aliento envenenado tenía atemorizada a la población. Para aplacarlo decidieron sacrificar a una persona por día como alimento, persona que se escogía por sorteo. Cuando le tocó a la bella hija del rey, muchos ciudadanos se ofrecieron para ir en su lugar pero el monarca se negó. Partió la joven a donde vivía el dragón apareciéndole el caballero San Jorge quien hirió a la fiera, la ató del cuello y cedió la cuerda a la princesa. Ambos regresaron victoriosos a la ciudad con el ahora manso animal, allí sus gentes lo remataron saliendo de su sangre un rosal de bellísimas rosas rojas; el caballero cortó una y se la ofreció a la dama desapareciendo luego misteriosamente.
El mito del caballero que mata una fiera temible es una de las epopeyas más antiguas de la humanidad. Ya tres mil años antes de Cristo los sumerios relataban como su dios Enki luchó con el dragón Kur para liberar a la diosa Ereshkigal. Y todas las culturas mesopotámicas posteriores revivieron esta leyenda épica.
La rosa roja
Como toda flor, la rosa es belleza con mayúsculas nacida de la generosa Tierra que nos sustenta. Las flores agradecen los cuidados humanos y son muy vulnerables a las inclemencias ambientales. Así la mujer y el hombre como jardineros pueden favorecer su floración o en el otro extremo de sensibilidad pueden ser capaces de dañarlas. Quizás por eso la rosa es una flor con espinas, las espinas como protección frente a las indeseadas agresiones externas.
Y la flor roja al igual que las frutas rojas son imágenes de la pasión salvaje, de la feminidad salvaje que durante tantísimo tiempo ha sido vejada, reprimida, enterrada en cada persona por miedo a su arrebatadora fuerza. Como la tonalidad rojiza del magma telúrico que anida en el interior de nuestra maltratada Tierra, el magma que arrasa pero que también crea nuevas islas fértiles (nueva vida) de la nada.
La leyenda de San Jorge, la princesa, el dragón y la rosa tiene como todo mito su simbolismo. A mi entender el dragón simboliza lo salvaje femenino desterrado que nos atemoriza. Es bello el hecho de que el héroe-caballero entregue a la princesa las riendas de lo salvaje, lo entiendo como el reconocimiento por parte de lo masculino de que le pertenece. Pero a la vuelta a la ciudad el miedo de la gente los lleva a matar antes a la fiera “por si acaso”. No obstante de la sangre roja de la pasión del sufrimiento animal (imagen del animal que todos somos) nace un rosal de bellas flores rojas de pasión de goce; todo un símbolo de la necesaria transmutación personal. Y el caballero entrega una rosa a la joven, un nuevo reconocimiento a su bella feminidad que es salvaje.
Así, entiendo que la leyenda nos muestra como el caballero (o la caballera) que cada uno somos busca resarcir la feminidad salvaje que anida en nosotros mismos para que deje de malvivir asfixiada por los alientos envenenados propios y de la sociedad. La halitosis de la rigidez crítica moral de muchas y muchos que temen la feminidad salvaje que es auténtica vida.
Y los libros
Como bien dijo el gran José Saramago: “Somos historias de historias que narran historias. Estamos narrando la historia que somos y las historias que aprendemos. Somos seres hechos de palabras, heredamos palabras y dejamos un testimonio de palabras”. Los libros recogen vivencias, historias reales e imaginadas a lo largo de los tiempos por multitud de mujeres y hombres; hechos, historias, vivencias que perduran gracias a sus páginas. Con los libros se aprende, se descubre, se viaja en el tiempo y en el espacio, se deja volar la imaginación… El libro es libertad, el libro es cultura, el libro es el agradable calor del hogar atemporal. Para muchos (entre los que me encuentro) los libros son preciosas joyas, cuando uno de ellos cala hondo se convierte en un amigo inseparable que nos mima y mimamos. Incluso su olor resulta agradable, el olor a papel que se desprende de una biblioteca o de una librería nos invita a permanecer allí tal y como ocurre con los aromas culinarios en el hogar. En esos casos uno puede perder la noción del tiempo sumido en el ojear de tantos relatos.
En la festividad del Día del Libro, nuestros amigos de papel son los protagonistas. En Catalunya muchas calles de distintas poblaciones se llenan de paradas con libros que salen a tomar el aire tras reposar en las estanterías de las librerías. Y diversos autores firman ejemplares de sus últimas publicaciones. La diada de Sant Jordi aun siendo laborable es una celebración muy vivida por todos. La gente sale a la calle para poder pasear y adquirir los libros y las rosas. En algunas arterias es tal la afluencia que resulta muy difícil poder ver todo lo expuesto, este es el caso de las emblemáticas Ramblas de Barcelona. Sant Jordi es una gran fiesta de civismo de una tierra de carácter abierto y arraigo cultural, reflejo de esta forma de ser catalana es el Arco de Triunfo de su capital que ensalza el arte, la cultura y el progreso (y no las gestas militares como es desafortunadamente habitual).
Las rosas y los libros de esta festividad son la expresión del amor a las personas queridas y a las historias escritas de tantos seres humanos de todos los tiempos y lugares. Y el mismo acto de ofrecer estos bellos regalos puede entenderse como forma de honrar los frutos de la Tierra y de las gentes que en ella habitamos. Para quien no haya vivido aún la Diada de Sant Jordi, esta es sin duda una buena excusa para visitarnos, seréis “benvinguts”.
Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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