De cierta forma, Luis Emilio Onfray Fabres, retratado por el largometraje, representa una fuga, un desplazamiento, un pathos. Un héroe nietzscheano que desquicia las normas sociales. Un joven que nos habla de la ausencia, hablándonos de otras ausencias. Un hombre sensible que examina el arte ante su no presencia, y busca con ello lo trascendental. Un simple estudiante universitario que deja en vilo a todo un país, que moviliza a las fuerzas policiales, y que afecta la imagen internacional de Chile. ¿No es acaso la sátira de un arte normalizado?
Por Francisco Marín-Naritelli
Publicado el 30.10.2017
«En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza modernos”.
Paul Valéry
“El hombre no es ya un artista, es una obra de arte”.
Friedrich Nietzsche
En mayo de 2005, llega a Chile la exposición de Auguste Rodin por primera vez. Una tarde de junio de ese año, una de las obras del destacado escultor francés, es robada desde el Museo Nacional de Bellas Artes. “Robar a Rodin” (2016, 80 minutos), el documental dirigido por Cristóbal Valenzuela y producido por María Paz González, reconstruye con minuciosidad el robo artístico más grande y recordado de la historia de nuestro país y que ha sido premiado como el Mejor Documental Latinoamericano en Ficviña y Mención Especial del jurado en la Competencia de Cine Chileno de SANFIC.
“¿Estará presente y estará ausente al mismo tiempo una obra de arte no estándolo?”. Una dialéctica, una propuesta crítica, un proyecto artístico. Luis Emilio Onfray Fabres, justifica el hurto de “El torso de Adele” como una acción de arte, que demuestra la vulnerabilidad del museo, y así lo defiende su abogado ante la justicia. “¿Un ignorante?” “¿Un punga con retórica?” El documental, robustecido con imágenes de archivo, prensa, material fílmico, recreaciones, entrevistas varias (desde el guardia y las autoridades del Museo, hasta el entonces ministro de Educación, detectives, artistas, la jueza y el mismísimo protagonista del robo), problematiza el arte contemporáneo y el estatuto del artista.
¿Qué es el arte? ¿Una cosificación institucional desplazada en espacios llamados museos? ¿Un orden de la realidad? ¿Un artefacto de la elite? Bien podríamos hablar de Friedrich Nietzsche y el arte como una doble pulsión antagónica, lo apolíneo y lo dionisiaco, la mixtura entre lo bello, lo voluptuoso, lo salvaje. El arte como objeto hecho carne, que nos devuelve al amor por el cuerpo femenino del propio Rodin.
De cierta forma, Luis Emilio Onfray Fabres, retratado por el documental, representa una fuga, un desplazamiento, un pathos. Un héroe nietzscheano que desquicia las normas sociales. Un joven que nos habla de la ausencia, hablándonos de otras ausencias. Un hombre sensible que examina el arte ante su no presencia, y busca con ello lo trascendental. Un simple estudiante universitario que deja en vilo a todo un país, que moviliza a las fuerzas policiales, y que afecta la imagen internacional de Chile. ¿No es acaso la sátira de un arte normalizado?
Más allá del hecho delictivo, y con cierto humor, “Robar a Rodin”, nos recuerda que todo arte parte de un hecho primario, metafísico, la vida, y no como un objeto de mercancía, valor o de mera apariencia.
La película se estrena el 2 de noviembre y será distribuida por Miradoc en 18 ciudades y 22 salas de Arica a Punta Arenas, incluyendo los cines Hoyts, Cinemark y Cineplanet, de Santiago. Todas las funciones en miradoc.cl y robararodin.cl.
Tráiler: