«Dogtooth», de Yorgos Lanthimos: Una estética perfeccionista, violenta y bella

Uno de los primeros largometrajes de ficción concebidos por el realizador griego del momento es analizado a través de sus variantes audiovisuales, dramáticas y simbólicas, en una obra que nos sumerge dentro de un mundo frío y aterrante donde se habla acerca de lo que es ser padre y madre, y de la responsabilidad de criar y formar a otros seres.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 6.2.2019

Dogtooth (2009) de Yorgos Lanthimos (Atenas, 1973) es una película que narra la vida de una familia compuesta por padre, madre y tres hijos (dos mujeres y un hombre), a quienes mantienen cautivos en una casa.

Lanthimos nos sumerge dentro de un mundo frío y aterrante donde habla acerca de lo que es ser padre y madre, de la responsabilidad de criar y formar a otros seres. El padre es la única persona que sale más allá del territorio delimitado de su propiedad. Es el único que tiene acceso a la vida real. El resto vive confinado bajo la amenaza de que en el exterior ronda un gato que come personas. Esto podría parecer ridículo, pero para ellos es totalmente real.

En este largometraje, el ser padre/madre se transforma en un experimento inhumano donde el control físico, mental y psicológico sobre la esposa y los hijos es absoluto. Los hijos, si bien crecen biológicamente, intelectualmente son reducidos; los conceptos y las definiciones que manejan son incorrectos, le llaman “mar” a un sillón de cuero.

De esta manera, Lanthimos va abriendo un camino que en principio confunde al punto de creer que se ha entendido mal, pero ese camino con esa visualidad algo desteñida se va forjando silenciosamente y a un ritmo que de alguna manera va in crescendo en violencia, va desollando la personalidad del padre omnipresente develando su mente y comportamiento pernicioso.

La enfermedad del control y de la sobreprotección revela el estado psicológico del clan, el cual está enmascarado en un cuidado extremo hacia la vida exterior. Los hijos son engañados a creer que cuando se les caiga el canino derecho o izquierdo estarán preparados para salir a la vida más allá de su fortaleza. Ellos, sin saber que el canino se cae de niño y que nunca más se les volverá a caer, viven en una ilusión absurda y espeluznante. Hay incesto entre los hermanos, y también hay tal ingenuidad que nada se cuestiona. Esto nos habla de las consecuencias de sobreproteger a alguien, de querer aislarlo del mal, pero inevitablemente haciéndole un daño irreversible.

Hay teatralidad tanto en la puesta de escena como en la actuación de los personajes, la que se justifica plenamente con el contexto y forma de exponer de Lanthimos, lo aberrante con una estética perfeccionista, violenta y bella.

 

Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario Marea baja (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017), y prepara su primer libro de relatos con el título tentativo de Las aguas de Neptuno y otros cuentos, y una segunda entrega de poemas, ya bautizada como La jabalina (Ediciones Filacteria, Santiago, 2019).

 

 

 

 

 

 

 

 

Alejandra Coz Rosenfeld

 

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