«Don Giovanni» en el Municipal de Santiago, elenco internacional: La estrella fue la dirección musical de Attilio Cremonesi

Con voces masculinas protagónicas de nivel tan sólo regular, pero de gran desempeño actoral (en contraste con el timbre seguro que exhibieron los papeles secundarios), y con roles femeninos principales que destacaron por la solvencia de sus agudos, lo mejor del inicio de la temporada lírica 2018 en el tradicional recinto de la calle Agustinas se debió a los movimientos escénicos propiciados por la régie y a las instrucciones artísticas que se forjaron desde la batuta del maestro italiano.

Por Jorge Sabaj Véliz 

Publicado el 20.4.2018

La función de estreno del primer título de la temporada de ópera 2018, del Teatro Municipal de Santiago, Don Giovanni, (1787) del compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburgo, 27 de enero de 1756 – Viena, 5 de diciembre de 1791) se escenificó el último lunes 16 de abril.

Compuesta a la edad de 31 años por el genio de Salzburgo forma parte del trío de óperas “italianas” de Mozart junto a Las bodas de Fígaro (1786), y Così fan tutte (1790), todas con libreto del poeta Lorenzo da Ponte.

La dirección musical fue de Attilio Cremonesi, la régie de Pierre Constant, la escenografía de Roberto Platé, el vestuario de Jacques Schmidt y Emmanuel Peduzzi y la iluminación de Jacques Rouveyrollis. Toda la armada francesa (Roberto Platé, nació en Buenos Aires pero se radicó en Francia) acompañando la dirección musical de un italiano.

La escenografía destacó por la sencillez de estructuras grandes, el uso inteligente de puertas y ventanas y cierta reminiscencia de pintores metafísicos como Giorgio de Chirico en cuanto a la disposición geométrica empleada.

Por su parte el vestuario también apeló a la sencillez de formas y de colores, sobre todo apreciable en las vestimentas del pueblo así como en la fastuosidad de capas y de trajes del libertino.

La iluminación tuvo su efecto más notable en la última escena con un contraluz del protagonista que prácticamente lo hizo desaparecer del escenario, haciendo más tenebrosa y patente la presencia espiritual y no física del comendador.

La régie exhibió la virtud de acompañar efectivamente el sentido del texto y de las situaciones dramáticas y cómicas, reforzándolas. No interfirió en el desarrollo musical ni dramático de las distintas escenas más bien las “limpió” de cualquier distracción. Sin embargo, fue técnicamente exigente para los cantantes protagónicos pues los dotó de mucho movimiento y los hizo cantar en situaciones incómodas, como acostados o doblados sobra el escenario. A mi entender fue un acierto el sacar de escena al Comendador en el último cuadro con don Giovanni, pues su voz y su presencia inmanente fueron más terroríficas y dotaron a la iluminación a contraluz del protagonismo requerido, logrando el efecto deseado.

En cuanto a la dirección musical mostró una concepción de la ópera que daba primacía a los detalles con una obertura plena de matices dinámicos. Logró que la orquesta se ampliara o redujera según la situación lo requería. Desde el estrado controló férreamente las entradas y cierres en arias, dúos, tríos y concertados, con una gesticulación amplia y generosa, acompañando permanentemente a los cantantes. Con uno o dos problemas de tempo en el aria de Masetto y algún concertado, cumplió con creces con el estilo cómico-liviano y a la vez dramático de la ópera.  En cuanto al coro no tuvo mucha participación pero cuando fue requerido mostró su oficio siguiendo atentamente las indicaciones del director y cumpliendo con las demandas escénicas de la régie, que en los concertados no opacaron a los solistas.

Respecto al elenco hubo un claro desequilibrio en lo ofrecido primero entre mujeres y hombres, y, dentro de estos últimos, entre protagónicos y secundarios. Con respecto a las protagonistas femeninas destacó el trío compuesto por doña Anna (Michelle Bradley) doña Elvira y Zerlina, en donde la soprano tejana impresionó por su solvencia vocal y desplante sobre el escenario, mostrándonos a una Anna resuelta y apasionada. En sus arias Or sai chil onore y Non mi dir lució una voz de soprano lírica-spinto de gran volumen, con excelente dominio técnico capaz de pasar de un fortísimo a un piano sin sacrificar calidad, con un timbre metálico y cálido a la vez, ideal para las óperas de Verdi y con una proyección a futuros roles dramáticos.

La doña Elvira de la soprano chilena Paulina González se caracterizó por su presencia patética y cómica de mujer que ha perdido la razón por un amor, con una capacidad actoral y carisma sobresalientes, a eso añade una voz de tintes líricos que se expande hacia el agudo, destacó en sus arias Mi tradì quell’alma ingrata del acto II y en Ah, che mi dice mai… con un registro parejo, manteniendo el color y la agilidad en las coloraturas.

Por su parte la también chilena Marcela González, nos obsequió una Zerlina llena de picardía y de sensualidad, capaz de calmar y de entretener a su esposo Masetto como de entregarse ávidamente a sus pasiones con un insistente don Giovanni. Su comportamiento escénico fue atinado y aprovechó todos sus recursos, su voz cien por ciento lírica se mostró en plenitud con un timbre juvenil, ágil y flexible, y un volumen no despreciable.

En cuanto al elenco masculino comenzaré con los secundarios: don Ottavio de Joel Prieto, nacido en Madrid, criado en Puerto Rico y formado en Nueva York, forma parte de una camada de notables tenores lírico ligeros latinos junto a los consagrados Juan Diego Flórez y Javier Camarena. Su voz ligera con pronunciados acentos líricos de fácil y cómoda dicción, control de fiato y legato la hacen particularmente óptima para el repertorio mozartiano en la estela de otro gran especialista como lo es el latino Francisco Araiza. Se lució en ambas arias, sobre todo en la primera, Dalla sua pace, donde suspendió el tiempo durante su interpretación, y nos mostró un excelente control de la respiración y un legato musical y elegante. Ambas arias junto a Il mio tesoro intanto, dificilísimas de cantar, por su exposición, con una orquesta casi ausente, y sus líneas largas y con muchas variaciones de registro, un gran acierto del casting.

El Masetto de Matías Moncada, fue de dulce y de agraz, supongo que los nervios le jugaron una mala pasada pues se notó tenso durante sus números, la voz en muchos momentos mostraba su belleza de color y de volumen, se complementó bien con Zerlina en un buen trabajo de ensayo de régie, se apresuró ostensiblemente en un pasaje descoordinando a la orquesta, pero en regla general cumplió: es de esperar que con el tiempo se afirme en sus ostensibles posibilidades vocales.

El commendador de Soloman Howard nos reafirmó en la excelencia de los jóvenes cantantes americanos nacidos al alero de programas del Metropolitan Opera House o del Washington National Opera, y nos dejó con ganas de escucharlo en roles para bajo con más desarrollo. Su voz resonó (como amplificada) en el último acto dotando a la escena del dramatismo requerido por la iluminación y la música.

El dúo protagónico de don Giovanni y Leporello, Levent Bakirci y Edwin Crossley-Mercer respectivamente, mostró, por una parte, un gran complemento escénico entre ellos y con los demás protagonistas, dando pruebas de oficio y de bagaje no obstante ser relativamente jóvenes como cantantes. Destacó en este aspecto la gestualidad y simpatía de Leporello, y la actuación de don Giovanni se fue afirmando con el correr de las escenas logrando sus mejores momentos en el segundo acto. Por otra parte vocalmente ambos fueron deficitarios.

En su aria Madamina il catalogo e questo Edwin Crossley-Mercer exhibió una voz forzada y con excesivo vibrato, que fue perdiendo fuerza a medida que transcurría el aria, no obstante que la orquesta de Cremonesi fue casi un grupo de cámara, la voz igualmente se perdía por su falta de volumen y de colores. No sabemos si fue un resfriado o definitivamente el repertorio de este barítono franco irlandés esta orientado a orquestas más pequeñas y roles más ligeros de oratorios, ópera barroca o de barítonos lírico ligeros que ante un contexto y con cantantes de diverso estilo como los de esta producción, evidentemente desentona.

Algo parecido podría repetirse respecto del barítono turco Levent Bakirci con el agravante de ser él quien lleva todo el peso dramático de la ópera. Se escuchó incomodo en general con su emisión, tanto en sus arias, Deh, vieni, alla finestra, y en  Fin ch’ han dal vino, donde fue incapaz de dar los matices y colores requeridos en la interpretación, como en los dúos y concertados. En general, no se pudo apreciar una emisión segura y sólida sino todo lo contrario. Una lástima teniendo en cuenta la riqueza vocal del resto del elenco y de la sabia dirección musical.

 

Zerlina (interpretada por la soprano chilena Marcela González), y don Giovanni (el barítono turco Levent Bakirci) en una escena del montaje de la ópera de Mozart durante el debut de la temporada lírica 2018 del Municipal de Santiago

 

 

Tráiler:

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Nelson Moya para el Diario «Cine y Literatura»