Unidas por una llamativa sensibilidad ante el fenómeno literario y cinematográfico, aunque pertenecientes a distintas generaciones creativas, las autoras nacionales Alejandra Coz y Amanda Teillery abordan los nudos estéticos, argumentales y audiovisuales del largometraje estrenado en el país recientemente y el cual se quedó con el galardón destinado al mejor libreto adaptado en la última premiación de la Academia norteamericana (recordemos que la historia se basa a su vez en una novela homónima del egipcio André Aciman), reinventada por un texto enhebrado por el famoso director estadounidense James Ivory.
Por Alejandra Coz Rosenfeld y Amanda Teillery Delattre
Publicado el 19.5.2018
Porque de amor nadie muere
Por Alejandra Coz
El inevitable poder de atracción, esa fuerza centrípeta que te jala inexorablemente hacia esa energía magnética irrefrenable del otro.
El poder magnético del no sé qué tuyo que tanto me intriga y que tanto quisiera conocer.
Porque los cuerpos se atraen, ellos lo perciben, la carne lo sabe, es algo que va más allá de lo tangible, lo físico, la materia, es una corriente que habla un determinado idioma, silencioso, gestual, animal.
Las vibraciones se acoplan, los neutrones y protones están a gusto. Y la necesidad de fusionarse no tiene ningún ápice de raciocinio. La piel necesitando la piel del otro. La convergencia de los cuerpos entrelazados es el fin del rito.
La película Llámame por tu nombre (Call Me by Your Name, 2017) del cineasta italiano Luca Guadagnino relata una bella historia de amor, una historia de amor de verano, en aquella edad (17), al menos de uno de los protagonistas, donde el fuego arde intenso y aprendiz, donde lo inexplicable es un torbellino efervescente, donde la diferencia de edad es una gran distancia y obstáculo, sin mencionar el género, que se agradece no se contextualice. Donde el ímpetu, el deseo, logran llevar a cabo lo inevitable.
Se explora ese abismo desconocido, prematuro, inexplorado, no se frena, ni se cuestiona. La historia de amor entre Elio y Oliver, la historia de amor de verano que por más que se quiera esconder se siente y se percibe, porque las hormonas hablan y las miradas se prolongan, porque la atracción es tal, que la tensión corpórea se palpa en el aire, como la canción Love is in the air, porque el amor nos transforma física y emocionalmente, la piel cambia, el gesto, la mirada, la actitud preconcebida, el anzuelo y la presa, delata y coarta.
Me gusta que el cine muestre con naturalidad y no como simple morbo la amplia realidad de la sexualidad y sus tantas aristas. Que tanto tapujo producen hoy en día, claramente que en grados muy distintos, dependiendo de la locación.
Las distintas caras y cuerpos del sexo y del amor.
Como debería ser en la vida misma, tener la libertad de explorar/se sin tabúes, ni preconceptos, y me refiero a los prejuicios que más pesan a veces, los que uno mismo se auto impone, sumados obviamente a la carga socio-religiosa del entorno donde hayas crecido. Y lamentablemente en nuestro país eso pesa aún y condiciona mucho. Y genera desinformación y estigmatización. Pesa a tal nivel, que muchas veces es preferible construir una vida basada en una mentira, y arrastrar familias completas a patrones conductuales enfermizos, para no exponerse a una realidad que incomoda.
Estamos lejos de poder ver con naturalidad la libre sexualidad, ni el cuerpo, ni las distintas manifestaciones del amar, porque ni siquiera es tema en la educación, de hecho la educación no es tema aún, y menos la tan necesaria educación sexual, que debería impartirse en los colegios, porque queramos o no, vivimos en un país ultra conservador, donde aún prima el qué dirán y aún pesa en algunos sectores la omnipresencia de la Iglesia, la culpa y el pecado, a pesar que se esté cayendo a pedazos.
Ni hablar del cuerpo, si basta con ver las reacciones que han ocurrido esta semana a raíz un par de tetas que se mostraron durante la marcha feminista.
Pero es parte del proceso de cambio del cual estamos siendo partícipes, activa o pasivamente, como en el amor. Porque justamente es ahora, cuando más se evidencian las polaridades y los extremos. Es cuando lo evidente se hace carne, cuando se destapan las ollas y salen las víboras que algunos seguirán negando y que otros cortarán sus cabezas.
Como en la película misma, donde finalmente Elio, el menos experimentado, toma su camino en libertad, mientras Oliver deja entrever que tirará tierra sobre su pasado para construir uno de más fácil manejo.
La historia del filme gira en torno a Elio, el hijo adolescente de un profesor universitario, quien recibe estudiantes los veranos, para que hagan una especie de pasantía de doctorado. Y Oliver es un joven americano que viene a realizar dicha pasantía durante seis semanas a esta hermosa locación típica italiana.
Una buena parte del largometraje transcurre en la danza previa al rito, el vaivén de la atracción, dependiendo la polaridad, el rechazo, repeler y que te repelan, tantear el área.
Todo dentro de un contexto perfecto de belleza natural.
Insertada en una antigua villa, en alguna parte del norte de Italia, rodeada de árboles frutales, libros, tiempo, gran cocina, paredes anchas, postigos verdes de madera, ríos, bosques, un pequeño pueblo y la música de por medio, piano y talento a la orden del día. Piano, talento, belleza corporal y juventud.
Quitada de bulla, es un filme que viaja en su propia órbita espacial. Entre el italiano, el francés y el inglés americano.
Se exacerba el cotidiano, lo diario, el sonido de la vida misma transcurriendo, el canto de los pájaros, un riachuelo, el trinar, los grillos.
Da esperanza saber que aún existen lugares que quedan absolutamente fuera de la cultura Led, donde los días pueden girar en torno a un libro, una buena conversación, un baño en el río. Donde el deambular flojo de calor de verano, se percibe con las vueltas vagas, las siestas al lado de la piscina, la buena mesa fresca y directa del huerto.
Fue premiada por su guión en los últimos premios Oscar, y creo que por lo mismo, por respetar los silencios de verano, las horas vacías, las soledades, las letargias adolescentes, los amores despechados, los deseos, las palabras exactas, todo en su justa medida.
Cada personaje desarrolla alguna cara de la moneda en el tema relacional, los padres de Elio, un matrimonio apacible, ella francesa, madre intuitiva, el padre con un solapado deseo distante, imposible y olvidado, con una sugerente sensibilidad; la gran amiga de verano, también francesa que no quiere que le rompan el corazón y se entrega igual, sabiendo que lo harán, Elio recién descubriéndose, Oliver descubierto, para luego reprimir, como el profesor.
Llámame por tu nombre, es una película que hila fino y cierra redonda.
Rememora las penas de amor, la primera vez que te rompen el corazón y dejas que lo hagan, las lágrimas de impotencia, no saber por dónde seguir ni cómo reaccionar, honra las primeras veces, las primeras exploraciones, esos amores que fueron lo que fueron, y que siempre serán recordados, amores intercontinentales, los expuestos a la distancia que todo enfría, al menos superficialmente. Porque la distancia calma, la pena pasa, surge la reestructuración y se sigue adelante.
Porque de amor nadie muere.
Llámame por tu nombre (aunque no existas)
Por Amanda Teillery
El amor, el amor romántico, mágico y sublime de los que hablan las canciones y libros clásicos es un completo misterio para mí. Algo que ocurre en pantalla, ilusiones que tiene la gente pero que me cuesta creer que realmente ocurran, ficciones que me entretienen pero que siempre se sienten ajenas. Jamás se me ha cortado la respiración por alguien, jamás he amado a alguien románticamente de verdad de una manera que me cambie la vida, y jamás se me ha roto el corazón por amor. Pero, después de ver Llámame por tu nombre (Call Me by Your Name, 2017) siento que me pasaron todas esas cosas.
Por si no la han visto (y resumiendo lo más posible) Llámame por tu nombre trata sobre dos jóvenes en el norte de Italia en los años ochenta que se enamoran durante un verano. Elio, un adolescente de diecisiete años, y Oliver, un veinteañero que pasa el verano en su casa como ayudante de investigación del papá de Elio, profesor académico. Es una historia sencilla, no hay giros o sorpresas hollywoodenses. Se trata simplemente de dos hombres jóvenes que descubren lo que sienten. Ver esta película es ver la vida misma, ver seres vulnerables. Timothee Chalamet, que interpreta a Elio, te transmite tan bien todo lo que su personaje vive que de pronto sientes todo como si te estuviera pasando a ti. Nunca dice deliberadamente lo que está sintiendo o pensando, pero todo en él, sus gestos, sus miradas, sus movimientos lo dicen. Vemos como en un principio se ve sorprendido y quizás contrariado al descubrir la atracción que siente por Oliver, sin nunca ponerle palabra, y después vemos el desarrollo de la relación desde sus emociones. Sientes sus dudas, sus cavilaciones, como se carcome por dentro al no saber si sus sentimientos son correspondidos. Sientes sus penas de amor como propias. Y ya para el final del filme sientes que viviste el más intenso y gran amor de todos.
La vi por primera vez hace más de un mes y aun no se me quita la pena. Quizás lo que más me duele de esta película es que no sé si ese tipo de amor puede surgir en nuestra época. Elio y Oliver parecen tener todo el tiempo del mundo para estudiarse, contemplarse. No hay prisa ni grandes distracciones, tienen todo un verano caluroso y lleno de moscas y muchas horas que matar. Se analizan y aprenden de memoria los detalles del otro, al mismo tiempo que se descubren a sí mismos, sacando a la luz partes de ellos que no sabían que existían. Llámame por tu nombre y yo te llamaré por el mío, no sé si es tan frecuente que en la vida real alguien se entregue así, que se fusione con alguien más de esa manera.
Quizás lo que más me duele de esta película es que se trata de algo que probablemente yo jamás viva. El tipo de amor que conozco, el tipo de amor que me rodea, o por lo menos lo que se le acerca, no se parece a lo que Elio y Oliver tuvieron. Greta Gerwig, la guionista y directora de Lady Bird, historia de formación de una adolescente en el año 2000, dijo que su filme no podría haber sido narrada en estos tiempos. Es que ahora todo pasa en una pantalla, todos están sumergidos en si mismos, dijo en una entrevista, y aquel no es un escenario que nos permita conocer realmente la interioridad de los personajes ni que tampoco permita a éstos conocerse entre sí. Y es que no creo que el tipo de romance entre Elio y Oliver sea común hoy. Todo pasa tan rápido. Nunca hay tiempo. Con las redes sociales nos hemos vuelto obsesionados con nuestra propia imagen, dialogamos continuamente solamente con nosotros mismos, estamos demasiado conscientes de nosotros como para bajar la guardia o como para conocer realmente al otro. Todos estamos tan absortos en nosotros mismos que se vuelve difícil que alguien te mire como Elio mira a Oliver.
Pero por lo menos tengo los sentimientos de Elio, que de una extraña manera volví míos. He pasado semanas enteras con éstos, tardes melancólicas extrañando a alguien que jamás conocí. Escuchando una y otra vez las preciosas canciones que Sujgan Stevens hizo para la cinta. Y sé que por el resto de mi vida, siempre que las escuche, una parte de mí se morirá un poquito.
Tráiler:
Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario Marea baja (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017), y prepara su primer libro de relatos con el título tentativo de Las aguas de Neptuno y otros cuentos.
Amanda Teillery Delattre (1995) es escritora y autora del libro de relatos ¿Cuánto tiempo viven los perros? (Santiago de Chile, Emecé, 2017).
Imagen destacada: Los actores Esther Garrel y Timothée Chalamet en un fotograma de «Llámame por tu nombre» (2017), del realizador italiano Luca Guadagnino