La nueva entrega del autor francés (Alfaguara, 2020) se encuentra urdida a través de una prosa exquisita y llena de frases memorables. En efecto, la presente obra se trata de una historia sencilla, con gran tensión narrativa y la cual mantiene atrapado al lector en todo momento, con un desarrollo de personajes muy creíble y un final sorpresivo que no dejará indiferente a nadie.
Por Mauricio Embry
Publicado el 2.11.2020
Él sale de la pieza con su maleta recién hecha. Lleva ahí sus cosas más valiosas: libros, películas en VHS y un par de calzoncillos de Los Simpson que están rotos en la entrepierna.
Ella está sentada en el sofá y tiene los ojos algo enrojecidos. Él piensa que quizás ha llorado, aunque en realidad solo los tiene así por haber picado cebolla preparando la tortilla de zanahoria que almorzará al día siguiente.
“Ya me voy”, dice él y ella asiente. Ninguno de los dos está convencido, pero han preparado un discurso común: “tenemos proyectos de vida distintos”, se repiten a sí mismos una y otra vez. Él ha escuchado toda la tarde “Adiós” de Cerati, mientras preparaba sus cosas. Ella no. Ella es más práctica. Ella solo le ha preguntado si antes de irse puede llamar a alguien para que arregle la gotera del lavaplatos.
Él sale arrastrando la maleta y ella le da un beso cuya saliva le deja la mejilla congelada durante todo el trayecto que hace por las escaleras hasta la puerta principal (el ascensor del edificio para variar está malo).
Ella se queda escuchando la gotera como si en ese sonido estuviera la respuesta que busca, aunque al llegar a la gota número ciento tres, se da cuenta de que, en realidad, ni siquiera sabe cuál es la pregunta. Un ruido la hace perder la cuenta de las gotas. Es la chapa de la puerta. Su corazón se acelera y aparece él. Ha regresado. Ambos se miran. Ella vuelve a contar las gotas mentalmente esperando una reacción.
Él siente que el beso congelado le invade no solo la mejilla, sino la cara completa. Toma aire con ganas de decir algo que tenga el poder de rebobinar la historia, como en sus viejas películas en VHS. Ella en el fondo también lo espera, por eso observa sus labios como si con los ojos pudiera manejar sus palabras. Pero entonces él descubre que el único botón que le queda por apretar es play, así que se encoge de hombros y confiesa la verdad: “Se me quedaron los pantalones del terno sobre la cama”.
Ambos se miran de nuevo y sueltan una carcajada que, pronto descubren, es solo una carcajada mental, porque ninguno de los dos emite sonido alguno, aunque ambos escuchan muy clara la risa del otro en aquel silencio que inunda el living comedor y que solo es interrumpido por el golpeteo incesante de las gotas sobre el lavaplatos.
La caída de Mathilde
Años después él volverá a recordar ese momento. El libro que deberá reseñar es Dos hermanas (Alfaguara, 2020), de David Foenkinos (París, 1974) y no sabrá empezarla de otra manera que contando esa anécdota personal.
Luego, quizás, describirá algo de la trama, la que, como casi todas las grandes historias, es bastante simple: Mathilde se separa de su pareja Étienne cuando este se reencuentra con Iris, su antiguo amor.
Esto provocará un quiebre en ella, llevándola a sumirse en una especie de espiral descendente que, pese al apoyo que le brinda su hermana Agathe (con quien se va a vivir), la llevará cada día a acercarse más a un abismo de horror del que no podrá retornar, afectando su trabajo y relaciones interpersonales y, sobre todo, sacando a relucir un aspecto de su personalidad que ni ella misma conocía.
Como siempre es importante comentar algo del autor, en la reseña él tendrá que explicar que David Foenkinos es un autor francés, nacido en Paris en 1974, quien ha escrito diversos libros tales como El potencial erótico de mi mujer (Premio Roger-Nimier 2004), En caso de felicidad (2005), Los recuerdos (2011), Estoy mucho mejor (2013), La delicadeza (2009), una biografía de John Lennon llamada simplemente Lennon (2014), Charlotte (2015), que fue galardonado con los premios Renaudot y Goncourt des Lyceéns, en el cual rescató del olvido a la pintora Charlotte Salomon, y La biblioteca de los libros rechazados (2017), que ha sido adaptada al cine y Hacia la belleza (2018).
Uno de los aspectos que él querrá destacar en la reseña será sin duda la forma en que está escrito el libro, con un narrador en tercera persona que, si bien está focalizado gran parte del tiempo en Mathilde, también se posa en distintos personajes, tanto principales como secundarios, lo que resulta muy interesante porque permite abordar perspectivas distintas de un mismo hecho.
Así, por ejemplo, de pronto el narrador se posa en Mathilde, quien siente que al vivir con su hermana está afectando la vida en pareja de ella y su cuñado, luego se da paso a un diálogo en el que Agathe niega que sea una incomodidad tenerla en su casa para, finalmente, posarse en la mente de Agathe y mostrar que, en efecto, lo único que quiere es que su hermana se largue de ahí.
De la misma forma, el narrador se posa también en personajes secundarios como el señor Berthier, el director del colegio donde trabaja Mathilde como profesora; en la señora Namouzian, psiquiatra y vecina de Mathilde, quien intenta ayudarla, e incluso en su colega y amiga Sabine, a quien le encanta hablar de sí misma.
Y todos eso cambios de foco Foenkinos lo hace con solo párrafos de diferencia, lo que contrasta con la forma en que normalmente se utiliza, que consiste en hacer este corte separándolo por capítulos. Esta innovación resulta un acierto sorprendente considerando que, eventualmente, podría haber confundido al lector mientras que en este libro, por el contrario, ese recurso dota de mayor profundidad a la historia.
Continuará diciendo entonces que un tópico muy bien tratado en la novela es la envidia. Así Mathilde, luego de su quiebre con Étienne, va a vivir donde su hermana Agathe y comienza poco a poco a envidiar su vida, que ella considera perfecta, a mirar a Frédéric (su cuñado) de un modo en que jamás lo había visto antes y a Lili (su sobrina) como si fuera su propia hija.
Esto la lleva, además, a odiar la suerte de su única hermana, con quien incluso la noche en que el padre de ambas murió trágicamente, siguió durmiendo tranquila mientras Mathilde despertó con los gritos desesperados de su madre al recibir la noticia. Hasta en eso había sido la hermana afortunada.
Él remarcará también que el proceso de “involución” del personaje de Mathilde está también muy bien retratado, ya que así como sucede con otros grandes personajes de la ficción como pueden ser, por ejemplo, Dorian Gray en El retrato de Dorian Gray, Michael Corleone, en El padrino o Walter White en Breaking Bad, el proceso se da de manera paulatina, casi imperceptible.
Poco a poco el personaje, a través de los acontecimientos que va viviendo, va traspasando sus límites morales, pasando de ser alguien responsable, llena de deberes, buena pareja, profesora abnegada y amiga paciente (sobre todo escuchando las historias interminables y egocéntricas de su colega Sabine) a un ser lleno de ira, envidia, que desprecia a todo el mundo pero, por sobre todas las cosas, a sí misma.
En este sentido, dirá él luego, es posible decir que el proceso de duelo descrito comúnmente en fase de negación, fase de ira, fase de negociación, fase de depresión y fase de aceptación, se encuentran claramente plasmados en Mathilde, con excepción de la última fase.
Así, vive primero la negación, pues ante una llamada de Étienne espera con entusiasmo que él quiera volver a la casa, sin lograr aceptar que él ya está con Iris; luego la ira, pues siente celos de Iris e incluso la sigue en la calle; después vive la fase de negociación en la que se convence de que aún tiene mucho que vivir con Étienne considerando lo felices que fueron durante las últimas vacaciones en Croacia; y finalmente depresión, que es el estado en el cual, tomando pastillas y habiendo perdido su trabajo, llega a vivir donde su hermana Agathe.
La fase de aceptación, sin embargo, es el paso que ella no logra dar, hundiéndose en su depresión, en su ira y en su frustración y tomando decisiones cada vez peores que la llevan a transformarse en todo lo que la antigua Mathilde probablemente habría detestado, convirtiéndose así en un verdadero monstruo.
Una vida sin control
A partir de esto, él resaltará en la reseña que, así como ocurre cuando descubrimos aspectos negativos de nuestra personalidad o de otras personas, surge siempre la interrogante acerca de si realmente lo que cambió a Mathilde fue su quiebre con Étienne o en el fondo siempre fue así y su ira y envidia solo estaban contenidas hasta que este hecho gatilló su verdadera personalidad.
Esta pregunta es, ciertamente, incontestable y desde luego extensible a otros personajes de ficción que han vivido un proceso similar, como ocurre con Walter White, pues no sabemos si se volvió narcotraficante solo por el cáncer y el deseo de dejarle un buen pasar a su familia o eso fue solo una excusa para encontrar su oportunidad de vivir el reconocimiento que siempre había anhelado.
En síntesis y llevándolo al ámbito del cine: ¿Anakin Skylwalker siempre fue, en el fondo, Darth Vader? Jamás lo sabremos.
Lo que está claro, recalcará él luego, es que Mathilde siempre fue controladora, ansiosa, insegura y muy apegada al “deber ser”, lo que se puede apreciar cuando Étienne va a verla para hablar con ella luego de la ruptura y no sabe qué vestido ocupar, así que deja las diferentes opciones sobre la cama y mira por la ventana cómo va vestido él para decidir qué ponerse o cuando, pese a padecer una depresión muy grande luego del quiebre con Étienne, insiste en solo tomarse unos días de reposo y luego sigue yendo a hacer clases, negándose a confesarle al director que realmente padece un problema psicológico, lo que demuestra que su sentido del “deber” para con sus alumnos lo lleva incluso por encima de su propia salud.
También se aprecia cuando en la primera parte de la novela aguanta todas las conversaciones egocéntricas de su amiga Sabine sin decirle en ningún momento lo mucho que le molestaba su actitud.
Toda esta represión de sus sentimientos la llevan, paradójicamente, a perder el control en cuanto su vida se desintegra primero al separarse de Étienne y luego al perder su trabajo a raíz de un error que termina siendo más importante que la abnegación que había demostrado hacia sus alumnos durante toda su vida profesional.
Otro elemento que él considerará interesante señalar es el uso que en el libro se hace de los elementos tecnológicos actuales, que muchas veces son obviados en las novelas contemporáneas, como si aún viviéramos en el siglo XX y la televisión o la radio fueran los inventos más recientes.
En este sentido, escribirá él, en la novela están presentes redes sociales de citas por donde Sabine conoce a sus amantes, además de describirse detalladamente las horas terribles de angustia que pasa Mathilde esperando que Étienne le envíe un mensaje a su celular.
Las increíbles frases que deja el libro, dirá él también, son otro aspecto a destacar, ya que están escritas con una prosa sucinta y exenta de florituras que con muy poco texto dejan un mensaje profundo. Así, a modo de ejemplo, señalará las siguientes frases: “La mañana llegó como una prolongación de la noche, es más: con el color de otra noche”; “Toda la tarde, Mathilde estuvo dándole vuelta a esa expresión: ‘Nadar en felicidad’. ¡Qué pasa cuando llegas a la orilla?”; y sobre todo: “Quien ha leído demasiado no puede ser feliz. Todas las desgracias venían de la literatura. Envidiaba la escasa cultura literaria de su hermana; envidiaba esa vida en la que Flaubert no era más que un incierto recuerdo escolar”.
Él dirá entonces, para terminar, que Dos hermanas, de David Foenkinos, es una novela espectacular, con una prosa exquisita llena de frases memorables, una historia sencilla con gran tensión narrativa que mantiene atrapado al lector en todo momento, un desarrollo de personajes muy creíble y un final sorpresivo que no dejará indiferente a nadie.
***
Mauricio Embry nació en Santiago de Chile (1987) y es abogado y licenciado en derecho por la Pontificia Universidad Católica de Chile, además de escritor.
Desde el año 2014 ha participado en distintos talleres literarios, destacando los cursos impartidos por los escritores Jaime Collyer, Patricio Jara y Leony Marcazzolo.
En el año 2016 publicó el cuento «Una cena para Enrique», dentro del libro En picada (editorial La Polla Literaria), un volumen que agrupó distintos relatos concebidos por los participantes del taller de Leony Marcazzolo.
Entre octubre de 2018 y septiembre de 2019 cursó y aprobó el máster en creación literaria, impartido por la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona, España.
Asimismo, acaba de publicar su primera novela, titulada La ideología de los perros (Libros del Amanecer Limitada, 2020) y es redactor estable del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: David Foenkinos.