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[Editorial] Las dudas que se ciernen sobre las decisiones de la «Academia de Cine de Chile»

El secretismo de una organización de nombre tan pomposo —y que ni siquiera tiene una página web oficial con el fin de dar a conocer sus acciones a nivel público—, además de la responsabilidad que tuvo en la polémica y doble nominación del largometraje documental «El agente topo» de Maite Alberdi, para representar a la industria cinematográfica nacional tanto en los próximos premios Goya españoles como en los Oscar estadounidenses, vuelve a instalar en el debate la falta de modernidad y de parámetros mínimos de transparencia institucional, con los cuales funcionan y se legitiman ante la sociedad civil, los estamentos culturales vinculados al Estado y a sus recursos, en el país.

Por Cine y Literatura

Publicado el 8.12.2020

Cantos de represión (2020), el largometraje documental dirigido por los chilenos Marianne Hougen-Moraga y Estephan Wagner, ha obtenido diversos galardones en el extranjero. Una co-producción de Chile, Holanda y Dinamarca, que ha sido premiada en: Cork International Film Festival (Irlanda), Reykjavik International Film Festival (Islandia), y Copenhagen International Documentary Film Festival (Dinamarca).

A nivel local, obtuvo el premio al mejor largometraje chileno en el Festival Internacional de Cine de Valdivia (compitiendo entre cintas documentales y de ficción), y el premio a la mejor película de la competencia nacional en el Festival Internacional de Documentales de Santiago, Fidocs, además del galardón de los críticos de cine, dentro del mismo certamen.

Las conclusiones que el espectador obtiene de la primera hora de visionado de ese filme son espeluznantes. Pero luego viene lo peor: testimonios de algunos colonos que escucharon los gritos de los torturados y luego desaparecidos durante la dictadura cívico–militar liderada por Augusto Pinochet.

Schäfer fue un colaborador cercano del régimen y en su enclave murieron muchos prisioneros políticos. Esos testimonios de la última media hora son dados a hurtadillas, en voz baja, mientras unas ancianas los espían desde las ventanas y los vienen a intimidar para que no den la entrevista.

El visionado de este documental nos enfrenta al nivel internacional de largometrajes de no ficción. Hay una estructura casi científica para abordar a los entrevistados y las conclusiones finales corren por parte del espectador.

No en vano, ambos realizadores estudiaron cine en Londres: Estephan Wagner en la National Film and Television School y Marianne Hougen-Moraga en la Goldsmiths College.

Cantos de represión destaca incluso por sobre La cordillera de los sueños (2019), del prolífico cineasta chileno (avecindado en Francia) Patricio Guzmán, autor de un cine documental más personal.

Este último crédito no es el mejor documental de Guzmán, pero es un formidable ejercicio de memoria, una ventana al pasado, a esos momentos de silencio que contiene nuestra Cordillera de los Andes. Galardonado como mejor documental con el Golden Eye en el Festival Internacional de Cine de Cannes (2019).

Más desesperanzador, nos muestra las oficinas abandonadas de la torre del edificio Diego Portales. En esos oscuros lugares se fraguó el plan neoliberal, en un país que había perdido la libertad, esos economistas y políticos tuvieron toda la libertad del mundo para aplicar sus ideas por la fuerza.

Sus recuerdos son amargos, el Golpe de Estado fue una erupción volcánica, un temblor que nos cambió para siempre e instaló un miedo profundo en los padres, que ocultaron a sus hijos, lo mejor que pudieron, la violencia que azotó esta tierra.

El último documental en estrenarse corresponde a El agente topo (2020) de Maite Alberdi.

Estructurado como documental, el filme también incorpora rasgos de ficción en su particular mirada a los asilos de ancianos. No nos atrevemos a catalogarlo como documental propiamente tal, debido a que representa a sólo un cierto tipo de estos establecimientos que, a nuestro parecer, no da cuenta de la realidad nacional.

Su valor como testimonio es relativo al incluir preguntas, algo simplistas, mediadas siempre y encausadas a través del protagonista.

En los tres largometrajes de no ficción mencionados hay diferencias sustanciales, donde tanto Cantos de represión como La cordillera de los sueños son trabajos más profesionales y con buenas oportunidades de reconocimiento internacional.

 

«Cantos de represión» (2020)

 

Una controvertida elección audiovisual

La cinta de Maite Alberdi ha recorrido casi una decena de certámenes internacionales, siendo galardonada en San Sebastián con el premio del público al mejor filme europeo y debemos entender que esa ha sido la razón por la cual la Academia de Cine de Chile (entidad que por primera vez tuvo la labor de seleccionar a las cintas locales) escogió a El agente topo como la representante nacional en la próxima edición de los Oscar, y a su vez (como si no hubiera más oferta en el cine chileno) fue seleccionada por la misma entidad como candidata a competir en los premios Goya españoles.

Otras interesantes apuestas del cine chileno no figuran entre las preseleccionadas divulgadas a través de la prensa por la Academia de Cine de Chile. Dentro de estas últimas: Pacto de fuga (muy por debajo del cine de género carcelario) y Tengo miedo torero (no le hace justicia al texto de Lemebel).

A ojo del espectador, existe escasa difusión de las cintas que fueron incluidas en la preselección para elegir a los nominados a los premios Goya y a los Oscar. La Academia de Cine de Chile ni siquiera mantiene una página web donde sustente su trabajo dentro del mundo audiovisual nacional.

En este artículo destacamos dos películas que a juicio de Cine y Literatura pudieron tener mejor suerte, debido a que son apuestas destacadas en el apartado estético, llevadas a cabo con buen pulso narrativo y sobre temáticas más interesantes.

Al parecer de los redactores son propuestas más sólidas que El agente topo desde un punto de vista menos convencional. El cine chileno está plagado de filmes que abordan una temática conservadora, del agrado de la élite cultural y de sus medios de comunicación.

Matar a Pinochet (2020) es una cinta atrevida, que da cuenta de los ideales del grupo paramilitar que intento dar muerte al dictador. Es pertinente que en el Chile de hoy surjan estos testimonios provenientes del bando contrario a los que escribieron la historia oficial tras el Golpe Militar.

Divide las escenas en tres estadios narrativos que representan temporalidades diferentes. En todos ellos, se alza la figura de la comandante Tamara, chapa de Cecilia Magni, como una de las reclutadoras del atentado a Pinochet y se utiliza el recurso de su voz en off para darle un hilo conector al relato.

Es una voz femenina la que nos guía, cual Ariadne, primero para mostrar el origen de su familia, el entrenamiento de las cuadrillas, sus relaciones personales con los miembros del FPMR y el asalto propiamente tal, este último relatado en breves minutos y durante la huida escuchamos la voz victoriosa del comandante Ramiro.

La película denuncia ese clasismo encubierto, tan propio de la sociedad chilena, pero a su vez la agrupación podría tildarse de misógina, debido a que Tamara era la única mujer que llegó a ocupar el cargo de «comandante» dentro de la cerrada cúpula del FPMR.

El puzzle elegido por el director era complejo de armar en tan sólo 80 minutos. Los cambios de énfasis de Tamara, los discursos antes del atentado, la lucha de clases al interior de un grupo de supuesta lucha popular (es bien polémico este punto), las traiciones, todos los elementos dramáticos van encajando a la perfección.

Alguien podría criticar la brevedad del largometraje, pero ese es claramente otro acierto de Juan Ignacio Sabatini, uno de los directores de la excelente Los archivos del Cardenal.

La cinta deja testimonio de una operación que duró apenas siete minutos y la concisión del relato le aporta al personaje principal esa chispa de vida de Tamara, que sabía que la existencia transcurre en un instante.

La otra cinta sugerente apuesta audiovisual corresponde a Algunas bestias (2019) del director Jorge Riquelme Serrano.

Esta cinta fue galardonada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián (2020) con el premio a nuevos realizadores. Este galardón pareciera superar en importancia al premio otorgado por el público del mismo certamen a El agente topo.

Por lo demás, Algunas bestias fue estrenada en salas de cine españolas con cierto éxito durante el presente año (agosto), un dato técnico que correspondía a más que una interesante carta de legitimación para representar a la industria audiovisual local en los Goya.

Además, el largometraje fue doblemente galardonado en el Festival Internacional de Cine de La Habana (2019): Mejor director y Premio especial del jurado.

Las escenas dramáticas son conformadas en planos fijos, donde la coreografía de los actores es la que otorga profundidad. La primera hora del metraje transcurre como un estudio de personajes, en un tono inquietante que genera suspenso, el ruido de la naturaleza acentúa la idea de que esta familia oculta secretos inconfesables.

Los diálogos se vuelven protagonistas absolutos en algunas escenas panorámicas, donde estas verdaderas hormigas expresan sus frustraciones, sus diferencias, pero el director nos vuelve a instalar como espectadores lejanos. La cámara deja fijo el encuadre, esas peleas mundanas carecen de importancia para su mirada científica.

La anécdota no es extremadamente complicada, los méritos del guion van por el lado del apartado estético. El director domina el lenguaje cinematográfico, cada tiro de la cámara y cada plano tiene intención, en definitiva, sabe cómo contarnos una historia de roles trastocados dispuestas como un estudio de clases sociales, en un filme que recuerda la perfección compositiva de la surcoreana Parásitos, pero este viaje es mucho más sórdido, alcanzando ribetes de pesadilla.

 

«El agente topo», de Maite Alberdi (2020)

 

Una discrecionalidad que atenta contra la cultura del país

A la luz de lo analizado en esta editorial, resulta incomprensible que una cinta local como El agente topo participe de dos certámenes internacionales, habiendo otras ofertas interesantes, lo que llama a sospechar del jurado de una institución que dice albergar a 200 miembros, y la cual se arroga la representación del cine chileno en tres certámenes importantes.

El protagonista (un documental con un papel protagónico) no entiende por qué la cliente (la hija de Sonia Pérez) no la va a visitar y terceriza sus preocupaciones a través de una investigación. Sergio se da cuenta de que su trabajo (de agente topo) es una mera excusa de la hija para no hacerse cargo de su madre y descargar sus culpas.

El espectador también se pregunta para qué todo este operativo, el cual resulta algo artificial. Es aquí donde Sergio (el fusible que canaliza las emociones) comienza a hacer preguntas más íntimas y las ancianitas le confiesan la verdad.

Comienza, entonces, el viraje hacia el melodrama manipulador, que es reforzado por preguntas a veces muy pedestres, da la impresión de que a estos abuelitos hay que tratarlos y preguntarles como si fueran niños.

Como documental, el punto de vista de Maite Alberdi resulta conservador (presenta a los abuelitos en tanto seres encantadores sin un pasado a cuestas) y a todas luces condescendiente. No hay atisbo de investigación rigurosa, por lo que su pretensión de ser una obra de registro documental y de corte social es muy discutible.

No pareciera ser una cinta capaz de competir frente a documentales de otros autores chilenos, y difícilmente tendrá una cabida competitiva en los premios Goya y menos en los Oscar.

En cambio, de enfrentarse con otros filmes en el ámbito de la ficción, su propuesta estética es demasiado pobre para lidiar de igual a igual con otros estrenos internacionales del presente año.

 

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«Algunas bestias», de Jorge Riquelme Serrano

 

 

«Matar a Pinochet» (2020)

 

 

El equipo de «Una mujer fantástica» en los Goya 2018

 

 

Imagen destacada: Fundación de la Academia de Cine de Chile en 2018.

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