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«El asombro», de Juan Mihovilovich: La sorpresa de estar vivos

La bibliografía del escritor chileno —integrante del comité editorial del Diario «Cine y Literatura»— cada vez concita una mayor atención desde el circuito académico nacional: junto al cercano lanzamiento de su novela «Útero» (por Zuramerica, a principios del mes de junio), se acaban de rendir cuatro tesis de grado dedicadas al estudio de sus obras, y la Universidad Católica del Maule confirmó durante esta semana, la preparación de una antología de sus cuentos por parte de su sello oficial, a imprimirse a fines de la presente temporada. Acá, ofrecemos la reseña de un título que disputó hasta el final —en su momento— el Premio Atenea 2015, dedicado a galardonar a los mejores libros publicados en el país entre 2012 y 2013.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 12.5.2020

El asombro de estar vivo. Solo en medio de un universo infecto, donde la Naturaleza se revela ante: «seres difusos que circulaban sin rumbo alguno», esas siluetas oscuras de lo pasajero. Esta dimensión de la sorpresa que propone Juan Mihovilovich está profundamente enraizada al verdadero espíritu humano, descrito con tintes filosóficos a través de una prosa etérea y eterna.

El inicio y fin del viaje del protagonista están constituidos por el aquí y el ahora, ese presente que contiene al pasado y futuro ancestral, el simple paso por este mundo de un ser humano, un sobreviviente que alcanza el cielo durante su estadía en la tierra.

A leer la novela El asombro (Simplemente Editores, 2013): «se entra en un laberinto, multiplicando por mil los peligros que la vida en sí trae consigo» (Nietzsche en Más allá del bien y del mal)… y nadie puede ver cómo y dónde pierde el rumbo este hombre aislado, «lejos de la comprensión de los hombres que no sienten».

La anécdota está ligada a la violencia de la tierra, ese sacudón milenario que lleva a este hombre sin nombre a casi abrazar la muerte en medio de la oscuridad.

La muerte es el eje de la novela, aquélla que le da trascendencia a la vida terrena. El miedo a la muerte (plantea Mihovilovich) es ese dolor que trivializa el momento final, que hace ver a la muerte como un evento pasajero, que desvaloriza nuestro andar en este mundo. «Al fin de cuentas, ni un insecto se escapa de su destino… la muerte misma, la buena noticia, aunque pareciera siempre una derrota».

La vida es una huida hacia la muerte, pero un terremoto violenta las acciones y hace surgir su diáfana realidad. En un contrasentido notablemente abordado por el texto, el despertar de la Naturaleza ocurre durante la noche, y a partir de ahí se inicia el viaje hacia la luz. Es en medio de la oscuridad que se desploman las casas, los muros y las cárceles humanas. Y comienza la huida ante un miedo extremo que da paso al odio entre aquellos seres que se dejan llevar por sus instintos.

El protagonista siente que aquellas «siluetas oscuras» se nutren del miedo, y para vencer ese miedo hay que emprender rumbo y vencer la inercia. El hombre debe sobrevivir, echando mano al bien y al mal que todos llevamos dentro.

El paisaje es apocalíptico: las torres derruidas de una fábrica de celulosa representan la decadencia de la civilización que se opone a los dictámenes de la Naturaleza. Todo el territorio está habitado por sombras de seres infrahumanos. El viaje por el territorio busca desembocar en el mar, buscando la grandiosidad de la Naturaleza, el principio y el fin, la restauración del orden natural: «las cosas… nacen, se desarrollan, mueren».

Ese protagonista transita entre la oscuridad y la luz, pero cuando llega al océano la destrucción del mundo de los hombres es aún mayor. Junto a esa búsqueda de la claridad, hay un anhelo de recuperar la inocencia. El hombre juega con su perro junto a la fuerza de las olas, y vuelve a ser niño otra vez. El océano y su vastedad le dan esperanzas: él y su perro son el mundo, el disfrute del tiempo presente. Él es la ola y, a su vez, el océano, el todo sin horizontes. El hombre y su perro: «siguen braceando al encuentro de esos destellos cercanos y brillantes». Siguen aferrados a la vida y en el transcurso del esfuerzo, ya no sienten miedo.

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) ha publicado las novelas FearEl rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir; y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de Sin besos en la boca (cuentos), Meditaciones de los jueves (cuentos y ensayos), Reflexiones de la imagen (cine).

 

«El asombro», de Juan Mihovilovich (Simplemente Editores, 2013)

 

 

Aníbal Ricci

 

 

Crédito de la imagen destacada: Juan Mihovilovich Hernández.

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