Esta novela es un texto muy bien construido, con un lenguaje prolijo, donde no se dejan cabos sueltos y en una época donde su lectura resulta muy necesaria dejando en claro la relevancia de la migración: estamos en presencia de una trama atrayente y que desafiará al lector a sumergirse en un mundo complejo, pero a la vez lleno de hermosura.
Por Cristián Brito Villalobos
Publicado el 23.7.2019
Un escritor busca en su pasado dar con la historia de su familia que ha huido de Venezuela para venir a Chile en busca de un mejor futuro. El tiempo pasa y nuevamente se produce un quiebre debido al exilio que se posa como una sombra que no los abandona. En el fondo del agua crece un bosque sumergido que funciona como una metáfora de lo que en la novela ocurre.
En El bosque sumergido, Diego Vargas Gaete (1975), exhibe una historia de quiebres y reencuentros, donde el tiempo se alterna constantemente y donde la esperanza parece ser lo único a lo que aferrarse. De esta forma se enlazan diversas historias que conectan las vivencias de una familia.
Josefina es la abuela del escritor mientras recorre Venezuela, Santiago, Lican-Ray y Valparaíso. La mujer cuenta una historia increíble que se extiende por el siglo XX. En este sentido, la vida de Josefina es al mismo tiempo la de su escritura, donde además se encuentran recuerdos, sus vivencias, sus amores, en un mundo en donde la ficción hiperbolizada va de la mano con lo acostumbrado.
La obra repasa la historia familiar de Josefina. Ahí es fundamental la presencia de uno de sus abuelos, Juan de Dios, a quien nunca conocerá ya que mucho antes de nacer en Mérida este estará muerto debido al virus de la fiebre amarilla. Interesante es cómo el escritor se desplaza a través del tiempo, haciendo continuos raccontos que de ninguna manera alteran el orden del volumen. Al contrario, esta cualidad da paso a que el autor exhiba la calidad y profundidad de su literatura.
No se trata de una novela ligera, acá estamos frente a un proyecto ambicioso donde Gaete consigue dar con una historia atrayente, dolorosa en momentos y en otras con una profunda esperanza. Se trata de un volumen íntimo, donde la belleza está presente con sutiles pinceladas en un ambiente en donde a veces la ilusión es el gran soporte.
Se trata en definitiva de un texto muy bien construido, con un lenguaje prolijo, donde no se dejan cabos sueltos y que en esta época su lectura resulta muy necesaria dejando en claro la relevancia de la migración. Una novela atrayente y que desafiará al lector a sumergirse en un mundo complejo, pero a la vez lleno de hermosura.
Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado por la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Crédito de la imagen destacada: Emecé Editores.