El «Cine Arte»: Espejo de la sociedad moderna

En esta crónica atrapante y divertida, una destacada montajista nacional -avecindada al interior de la Cuarta Región del país- y editora del recordado cortometraje «No hay pan» (2012), relata sus sentimientos y contradicciones íntimas, ante el inesperado cierre de la sala Centenario de La Serena, sucedido hace tan sólo unos meses.

Por Jasmín Valdés Rastello

Publicado el 17.3.2018

¿Qué onda? ¿Qué pasó con el cine arte?

Caminaba por la plaza de Armas de La Serena después de haberme pegado una lata monumental en la oficina de impuestos internos. En la esquina está el Cine Centenario, ¡mi salvación!, aquí me voy a meter dije yo, después de todo no hay mucho más que hacer en esa ciudad.

Cruzo la vereda y me acerco para entrar: sin cartelera disponible. El lugar donde ponían los afiches de las películas estaba vacío.

Un señor vestido de traje, sentado en el café del Centenario debe haber visto mi cara, como de urgida buscando algo.

-¿Qué busca señorita?, ¿se le perdió algo?

-No, gracias, estaba buscando la cartelera del cine, no la publicaron este mes parece.

– ¡Se le perdió la cartelera entonces, pues!, olvídese, van a cerrar el cine. Yo me acuerdo cuando lo abrieron el año 1948, pero ahora se cierra para siempre.

-¿Qué? No me huevee caballero, ja, ja, ja, ¿es broma, verdad?

Le debo haber parecido una ordinaria, porque miró hacia otro lado y no me dirigió más la palabra. Es que disculpe, pero el garabato me salió del alma. Se cierra el Centenario, el mítico cine arte de La Serena, donde podías ir a ver documentales y piezas que no dan en el Cinemark porque no son rentables para la gran pantalla. Me refiero a películas que han ganado Cannes y aun así el cine no las proyecta. Pero en el cine arte las tienes aseguradas. (Las tenía, en mi caso).

Me siento en la plaza, miro un par de gitanas que tienen pinta de querer venir a leerme la suerte, mejor que ni vengan, ya sé que tengo mala suerte, pésima, mejor que no pierdan su tiempo conmigo, cerraron otro cine arte y eso hace que no solo se cierren las puertas de un cine, sino que las puertas de mi mundo.

Mejor que ni se acerquen, porque la maldición ya me cayó: vivo en una región de 700 mil habitantes sin cine arte ni teatro, sin ópera ni mucho menos museo de arte. Solo el Cinemark que está en el mall, donde si tienes plata puedes ir a ver La liga de la justicia o Las cincuenta sombras de Grey, hacer cola y pagar tres lucas y media por una Coca-Cola mediana.

Bueno, ya, léame la suerte, léamela, si total, qué tanto.

-Su hombre la engaña con otra mujer, me dice apretándome la mano y mirándome con esos ojos que pareciera que te lanzan dardos cuando se cruzan con los tuyos.

-Ok, ya lo intuía, pero nunca está demás confirmarlo, gracias, paisana.

Sigo mi camino, en la avenida Aguirre hay un restaurant atendido por su dueña, el “Daniela”: venden cazuelas y porotos, dos platos por tres lucas, el pebre es más picante que la Paty Maldonado, tengan cuidado. Las paredes están adornadas con gigantografías de parques chinos, delfines y flores de plástico que le dan un aire hogareño. Mientras me traen el plato de porotos me meto a Google en el celular, para tratar de averiguar qué pasó con el cine y me encuentro con que el Cine Centenario es propiedad de la Iglesia Católica y al parecer no les gustó que se proyectaran ciertas películas:

“Como Iglesia queremos darle un vuelco (al Cine Centenario) pero manteniéndose en la misma línea”, señaló Cecilia Marín Vega, administradora de bienes de la entidad religiosa. Según indicó, las razones de la determinación del cierre obedecen a que no estaban del todo conformes con el uso que se le estaba dando al lugar. “Lo que se ha hecho en estos últimos años no ha sido muy fructífero para nosotros como Iglesia, ha sido un poco complejo, considerando que nosotros teníamos un acuerdo distinto cuando se arrendó la sala. Por lo tanto, en el consejo, junto al Obispo y quienes trabajamos directamente con él, se determinó buscar otra alternativa”. (Diario El Día, La Serena, del 17/10/2017).

¡¿Qué?!, ahora sí que me están hueviando. Resulta que lo que se transmite en el Cine Centenario, ¿debe ser fructífero para la Iglesia? Como si no les bastara con tener en el Vaticano el tesoro en oro acumulado más grande del mundo y de poseer empresas de servicios y bancos valorados en más de 12 mil millones de euros solo en España. Me pareció un abuso de lo más ordinario venir a tratar de usufructuar de un pobre cine arte que está a punto de caerse a pedazos, en un pueblo enterrado en el polvo de un país que nadie conoce. Pero quieren más plata parece, no importa si nos dejan sin cine, esto me huele a que no solo quieren cerrar el cine, sino que nuestras mentes también. Amén.

Me tomé la micro para llegar a mi casa que queda en la punta del cerro y me acosté agotada en mi cama a mirar el techo, en las vetas de las maderas puedes encontrar formas de animales, he encontrado perros, gatos y algo parecido a un pájaro. ¿Por qué será que el cine arte ya no es rentable?, la gente no va y ya no es rentable, ¿por qué? ,¡¿Por qué, Virgen Santísima, dígame usted?!

Agarro el celular, tengo un grupo de amigos de WhatsApp bien bizarro, de esos a los que les puedes decir cualquier cosa y no se van a ofender. Son de lo más bipolares que hay, pero si les hablas en serio igual a veces te pescan, no pierdo nada con probar.

-¿Aló? Necesito hacer una consulta ciudadana: ¿Qué es para ustedes el cine arte?, ¿lo encuentran poco interesante?

-Marito: “Yo realmente lo considero poco interesante para mí, pero estoy consciente que me siento ignorante por pensar así, pero cuando vi cine arte me dio paja y no vi más… quizás sirva para los estudiosos del área porque si alguna vez vi algo entretenido en eso, fue porque me iban explicando todo lo que significaba”.

-Entonces, ¿una vez fuiste a ver una película con alguien que te la iba explicando y ahí sí te gustó?

-Marito: “Exacto, yo creo que el arte en general es así, por ejemplo cuando veía las obras de Van Gogh en el MET, me parecían lindas pero nada más, luego me informé más de lo que estaba viendo y me encantoooooooooó saber lo que estaba pensando el artista y mirar desde esa perspectiva te hace comprender todo, así es entretenido”.

– Entonces, no es que el contenido te parezca poco interesante, sino que el lenguaje que se utiliza en las películas de autor te parece incomprensible y eso te da paja, porque se requiere esfuerzo para interpretar.

-Marito: “Claro, pero más que nada el acceso a la información, no siempre está y el que no es conocedor del área no sabe. Por ejemplo en la parte práctica, se me ocurre que sería bakán que al comienzo o antes de ver el film, salga alguien explicando de qué se trata, o al principio del mismo film, no sé… eso igual yo creo que es más para el público en general, porque puede ser que para los conocidos de la materia les parezca un insulto que les expliquen, pero para el público general sería bakán. Uno cree que lo válido es lo que el artista quiso decir, entonces como casi nunca le achuntas (a menos que sepas del tema), es frustrante y no vas más”.

-Gonzalo: “El cine arte es menos hollywoodense, en muchos casos sin actores conocidos y con temas cotidianos y menos fantasiosos creo yo, por ejemplo: no Godzilla, no ET, no Transformers, eso lo hace menos masivo. Es más poético. Lo otro es como el reggetón. Les podría recomendar una la raja que vimos con el amigazo Erick, se llama “La vallée” (1972), de Barber Schroeder. Pero tiene una limitante, que la debes ver volao, o ebrio en su defecto, ideal ebrio y volao, ja ja ja”.

-Orlando: “Me pasa lo mismo. Me falta una base cultural que me permita interpretar lo que estoy viendo.

No es un lenguaje al que estemos acostumbrados y no entendemos. Por lo tanto no apreciamos lo que dice el artista. Quizá menos témpera en los colegios y más educación sobre historia y apreciación del arte”.

-Gonzalo: “Siiii, más arte y menos Mc Donalds!!!”

-Ok, gracias cabros, se pasaron…

“Menos témpera en los colegios y más apreciación del arte”… Eso me quedó dando vueltas en la mente por horas, incluso llegué a encontrar un nuevo animal en el techo, una especie de zorro.

A ver, enfoquémonos, las películas de autor te cuentan la firme, son como el espejo de la bruja de la Blancanieves, te hablan de la verdad, de las cosas cotidianas y de los problemas del mundo que nadie quiere ver ni escuchar: la guerra, el crimen, el abuso de poder, la pobreza, la injusticia, la desigualdad. Esos son temas que jamás va a financiar Hollywood porque a la gente no le gusta saber de la verdad, la verdad no es ni rentable ni conveniente para este sistema. Las personas se ven obligadas a refugiarse en la fantasía, en Aquaman, en King Kong, porque ya con sus vidas llenas de trabajo y problemas no quieren terminar el día cargando más la mata con una película que los obligue a pensar y debatir, convirtiendo el acto de ir al cine en una búsqueda que tiene un solo objetivo: entretención. De cultura o de arte, ni hablar.

No podemos estar toda la vida escapando de la verdad, pero resulta que para poder interpretar esta verdad y conocerla a través del arte necesitamos una cultura previa que no se está entregando ni en el colegio, ni en la televisión ni en ningún medio importante. La témpera destronó a la cultura en las clases de arte y nos quedamos como resultado con una generación de millennials vacíos y nimbados en su tecnología, que no quieren mirarse al espejo.

El arte se ha convertido en una “delicatessen” que es comprendida casi solamente por un pequeño grupo elitista que tiene tiempo para dedicarse a buscarle esa “quinta pata al gato” que se necesita para entender una obra de Duchamp, por ejemplo. Pero, ¿qué pasa con el resto de los mortales?

La comprensión del arte definitivamente no es un tema importante, ni para la sociedad ni para el Estado. Grave, muy grave. Porque es a través del arte que se plasma la verdad del mundo, es a través del cine que se habla de lo que no se habla en la tele. Al cerrar un cine arte nos quitan ese espejito tan bonito en el cual nos podemos reflejar de vez en cuando y darnos cuenta de que existe un otro, de que existe un mundo.

-¿Y ahora, qué hacemos, dígame usté?

– ¿Vamos al mall?

– Ya po, no queda otra.

 

Imagen destacada: Los actores Marie-Laure Dougnac y Dominique Pinon en Delicatessen (1991), de los realizadores franceses Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet