¿Es tan fuerte el dogma neoliberal prevaleciente entre nosotros, que no se le ocurre a la administración a cargo del Estado, que lo único efectivo y sensato en estas condiciones excepcionales es encargarse —en conjunto con la empresa privada idónea— de la producción masiva de las mascarillas sanitarias y de su distribución gratuita entre la ciudadanía?
Por Felipe Portales Cifuentes
Publicado el 11.4.2020
El gobierno de Piñera en su combate de la pandemia se ha “especializado” desgraciadamente en adoptar malas decisiones y, lo que es peor, en insistir tozudamente en ellas. Así, por ejemplo, cometió por semanas una grave violación del derecho a la información pública al ocultar sistemáticamente el número de afectados por comuna; con lo que además perjudicó seriamente la labor de apoyo de los alcaldes en dicho combate. Finalmente, luego de semanas de presiones en tal sentido de la Asociación Chilena de Municipalidades (ACHM) y del Colegio Médico, dio su brazo a torcer.
Asimismo, durante preciosas semanas nos dio una información completamente errónea respecto de la utilidad del uso generalizado de mascarillas en lugares públicos, ¡desincentivando su uso!, señalando que no solo eran innecesarias, sino además contraproducentes… Mal atenuante es decir que en eso se vio acompañado por Trump y otros gobernantes de su ralea; y por una OMS que hace años viene perdiendo prestigio y que demostró su perfecta incapacidad en no haber promovido las medidas de “cordón sanitario” de China (especialmente su cierre aéreo) en enero que podrían haber evitado la generación de la pandemia.
Precisamente, ahora que el Gobierno por fin ha reconocido la utilidad del uso de aquellas en lugares públicos; y que ha estipulado incluso su obligatoriedad —al menos al interior de la locomoción colectiva— nuevamente adopta un grave paso en falso, ¡al no aprovechar sus excepcionales facultades económicas para hacer que las industrias textiles se dediquen a la producción masiva de mascarillas quirúrgicas (que según los especialistas son claramente las más fiables); las que posteriormente el Gobierno —con el apoyo de las municipalidades— distribuya universal y gratuitamente al más breve plazo! Y posteriormente establezca —en uso de sus facultades de excepción— una multa a quienes no la lleven en lugares públicos, como lo han hecho varios países de Europa y Asia.
Dejar entregada la confección y venta de mascarillas a la “iniciativa individual” y al mercado llega a ser grotesco en el marco de la virtual economía de guerra en que nos encontramos. Por muchos “tutoriales” que se envíen por Internet; ¿cómo se va a forzar a la gente a confeccionar prendas? Muchos no querrán o no sabrán hacerlo. Otros lo harán en malas condiciones o con materiales que no protegen efectivamente al usuario. Otros preferirán comprarlo a precios que se irán a las nubes. También hay muchos fabricantes “a cuenta propia” que han desarrollado su “iniciativa individual” y venden (particularmente en ferias libres) mascarillas que no cumplen para nada las condiciones de fiabilidad requeridas…
¿Es tan fuerte el dogma neoliberal prevaleciente que no se le ocurre al Gobierno que lo único efectivo y sensato en estas condiciones excepcionales es encargarse —en conjunto con la empresa privada idónea— de su producción masiva y de su distribución gratuita?
Otra medida gubernamental que conspira contra una mejor atención de salud a los enfermos de coronavirus es su terca negativa a entregarle a los alcaldes un listado de los enfermos y de sus domicilios para que los centros de salud puedan contribuir a la orientación y ayuda de aquellos. Y aduce para esto el respeto de la privacidad de los pacientes. Es realmente increíble la postura gubernativa. ¡Es obvio que los enfermos que no quieran ser incluidos en dichas listas pueden optar a ello!; pero esto no tiene por qué privar a todos los demás del beneficio al que podrían acceder de ser ayudados por los centros de salud municipal.
Y para qué hablar de la economía donde el Gobierno demuestra que no ha percibido el alcance demoledor que puede tener la pandemia en los sectores populares, dada la extrema desigualdad que sufre nuestro país. Como lo han dicho la generalidad de los alcaldes —y particularmente el alcalde de Puente Alto, Germán Codina— ellos no podrán resistir una cuarentena como la que están afrontando sectores de clase alta y media en varias comunas de la Región metropolitana; sin un sustancial y rápido apoyo económico gubernativo a través de los municipios. Y en la medida que se aproxima el invierno y el consiguiente fortalecimiento del virus, dichas cuarentenas se harán cada vez más necesarias; y la mortalidad tenderá a aumentar significativamente. Además —teniendo en cuenta la trágica experiencia europea, incluso con mucho más recursos en sus sistemas de salud— es seguro que, tarde o temprano, se atocharán las camas críticas y los ventiladores mecánicos…
También puedes leer:
—El Covid-19 y el ocultamiento institucional de la información pública.
***
Felipe Portales Cifuentes es sociólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile (titulado en 1977). Ha sido Visiting scholar de la Universidad de Columbia, asesor de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, y profesor de la Universidad de Chile en el Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), en el Instituto de Asuntos Públicos (INAP) y en el área de Humanidades de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
Entre otros volúmenes ha publicado: Chile: Una democracia tutelada (Editorial Sudamericana, 2001), Los mitos de la democracia chilena. Desde la Conquista a 1925 (Editorial Catalonia, y que obtuvo el Premio Ensayo del Consejo Nacional de Libro y la Lectura en 2005), Los mitos de la democracia chilena. 1925-1938 (Editorial Catalonia, 2010), Historias desconocidas de Chile (Editorial Catalonia, 2016), e Historias desconocidas de Chile 2 (Editorial Catalonia, 2018).
Crédito de la imagen destacada: Gobierno de Chile.