La densidad emocional del largometraje de la realizadora chilena Valeria Sarmiento es propiamente europea. En este sentido es cine del Viejo Continente, no solo porque se filma en Cintra y Lisboa, simulando ser Francia y Roma, sino porque el ritmo de la trama se llena de carga política, religiosa y de reflexiones acerca de la femineidad, y del papel del hombre y de la mujer en la historia, durante un ciclo determinado (fines del siglo XVIII).
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 16.3.2019
Distribuida por Arcadia Films, la gran cineasta Valeria Sarmiento (1948) homenajeada por la Cineteca francesa con un ciclo de 20 peliculas en 2018, ha presentado en la Cineteca Nacional chilena este viernes 15 de marzo, y en medio de la marcha contra el cambio climático, su obra El cuaderno negro, basada en la novela El libro negro del Padre Dinis (1854) de Camilo Castelo Branco, escritor portugués. Y que opera como precuela de Los misterios de Lisboa, también basada en otro libro del mismo autor de 1855, filmada por su esposo, Raúl Ruiz en 2010.
Para llevarla al celuloide, Sarmiento la filma en un preciosista Tecnicolor español, que suprime un color base: la fotografía refuerza los claroscuros de un guion -adaptado de la citada novela- y la cual es casi un folletín romántico. Pero ese espíritu a “lo Corín Tellado”, como dijo el director de fotografía, el también chileno Jorge Arriagada, no se resuelve en una historia de amor al modo que los miramos los hombres, mediante el sexo y el poder, sino mediante la disputa por los afectos, la búsqueda y el desamor como el polo del relato.
Esta narración de Sarmiento se hace más potente cuando el tono de la película, decididamente melancólico, se torna contemporáneo a los hechos de la caída de Luis XVI y de la monarquía francesa. El ambiente crispado, la aparición breve de una Charlotte Corday en el club de los girondinos denostando a Marat, las muertes de los adversarios monárquicos o de los disidentes republicanos, son el marco histórico de una historia del desamor que se inicia con una serie de equívocos respecto del origen de los personajes.
La película empieza con el envenenamiento del Conde Paulo de Alburquerque, embajador portugués en Roma, que es asistido en los minutos finales por su mejor amigo, el Marqués, para recibir un niño (Sebastián) cuyo origen es desconocido, y cuyo secreto está en un libro negro cuya historia no se sabe. El marqués se involucra con la sirviente, Laura, que asiste al niño, y de la cual se desprende cuando se compromete con Momfort, una noble presentada por María Antonieta, reina de Francia.
El enloquecimiento de amor de la sirvienta produce su deterioro físico. Es enviada a una casa, pero se enferma violentamente, y el niño es devuelto al marqués, con las lógicas sospechas, de la ahora esposa, que se trata de un hijo de él. Tras ser entregado, la muchacha es llevada con un Obispo, el cual confiesa ser su padre. La historia inverosímil, donde la madre de la lavandera resulta ser una princesa italiana que pierde el título y su condición por seguir a su amor, un personaje que aparece subrepticiamente cuando es nombrado obispo y que se muestra ducho en las artes de la intriga y el asesinato. Y donde el Papa reconoce a la hija del Obispo, con el apellido Rufo, estableciéndose con sus riquezas y condiciones en Roma. Tal como nuestro Bernardo O’Higgins, y antes un Cesare de Borgia y Cattanei.
El niño ha crecido, ha llegado la revolución, el exilio, la cárcel, las ejecuciones. El marqués es asesinado. Exiliada su esposa en Londres, el niño es criado como Sebastien de Momfort, adopta su apellido y se convierte en un ferviente realista que vuelve a la carga en la Vendeé, y luego en el ejército austríaco. Y mientras tanto, ella sigue buscando al niño desde Roma a Francia y luego a Inglaterra.
El reencuentro se da en el marco de un intento de asesinato de Napoleón, en el cual ninguno se reconoce. Cuando aquel intento fracasa por la magnanimidad del corso, ninguno se reconoce y ella muere al saber la noticia, al verlo decidido y crecido y también ajeno.
Los avatares del amor y del sexo son aquí vistos desde otras perspectivas. El marqués, tan buen amigo, es también un traicionero e inconstante en el amor. Ha dejado una larga fila de mujeres heridas y por eso merece la muerte. Pero, para Laura nada de su inmenso amor es devuelto. Su corazón sigue malherida por el marqués y anhelante de ese hijo que ha hecho suyo, y que la marquesa también lo ha hecho propio. En esta galería de afectos, lo único que traza una misma línea en la complicada trama histórica, llena de peligros, es ese desamor, donde la locura pasional por el marqués pasa a un segundo plano.
Esta forma de reflexionar acerca de lo permanente y vivencial es ese tono lento y melancólico, tan propio de cierta filmografía europea (por ejemplo El desierto de los Tártaros (1976) de Valerio Zurlini). Sin ese contexto esta historia sería mexicana o venezolana. Pero a diferencia de aquellas, tiene una densidad emocional propiamente europea. En este sentido es cine europeo, no solo porque se filma en Cintra y Lisboa, simulando Francia y Roma, sino porque el ritmo de la historia se llena de carga histórica y reflexiones acerca de la femineidad, y del papel del hombre y de la mujer en la historia, en un ciclo determinado. Más importante que sea cine europeo hecha por una sudamericana, es su condición de una historia de mujeres narrada por una eximia directora. No obstante, hayan decorados y escenarios tan prominentes, es una historia interior, una emocionada vivencia de los amores de una mujer. La directora, ha hecho un filme tan personal como Las lineas de Wellington (2012), la serie La casa de Angelis o su poco apreciada en Chile María Graham, trasmitida –aunque usted no lo crea- por Chilevisión en 2013.
El cuaderno negro (Le Cahier Noir). Dirige: Valeria Sarmiento. Música: Jorge Arriagada. Fotografía: Acácio de Almeida. Arte: Isabel Branco. Elenco: Lou de Laage, Stanislas Merhar, Neils Schneider, Jenna Thiam y David Caracol. 2018, Francia / Portugal. 113 minutos.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Tráiler:
Imagen destacada: Los actores Niels Schneider y Lou de Laâge en una escena de El cuaderno negro (O Caderno Negro, 2018), de la realizadora nacional Valeria Sarmiento.