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El día en que el estadista visitó el monumento

El avistamiento relámpago del Presidente Sebastián Piñera al centro de una ciudad en confinamiento (Santiago de Chile, ayer) tiene un punto de comparación con el paseo que realizara Adolf Hitler, por un París desierto, luego de la victoria militar de la Alemania nazi por sobre la Tercera República francesa, en junio de 1940.

Por Rodrigo Barra Villalón

Publicado el 4.4.2020

 

PARÍS, FRANCIA, 23 DE JUNIO DE 1940

5:30 am.

Adolf Hitler pocas veces había sentido tal emoción en su vida. No sólo Francia se había rendido a sus pies; sino que ahora podía celebrar el hecho dando el paseo de sus sueños en el corazón de su enemigo. Desde que era un jovencito había soñado llegar lejos. Descendió del avión Fw 200V-1 (Cóndor) al mando del capitán Hans Baur con el corazón palpitante en el aeropuerto Le Bourget, saludó a las personas que lo recibían y se metió en uno de los autos pertenecientes a su séquito. Respirar el aire de la capital no sólo era respirar el aire de la victoria, sino el aire de todo un proyecto de vida.

—La Ciudad de la Luz, al fin llegamos… —le comenta a uno de sus esbirros.

El asistente sonrió. Luego, Hitler se dirigió a sus principales acompañantes, los arquitectos Albert Speer y Herman Giessler y el escultor Arno Becker:

—Tomen nota de todo lo que vean.

Los hombres asintieron mientras el auto avanzaba para salir del aeropuerto y tomar rumbo al centro de la ciudad. Los demás acompañantes eran el fotógrafo particular Heinrich Hoffmann, el camarógrafo Walter Frentz y una veintena de generales de las SS.

 

6:05 am.

Casa de la Ópera. El Führer no podía creer que el anhelo de su juventud se hiciera realidad frente a sus ojos. Ahí estaba plantado frente a ese hermoso edificio, uno de los principales centros de cultura europea. Si las fachadas le parecieron a Hitler de lo más extraordinario que había visto en su vida, el interior simplemente le pareció celestial. Estaba casi al borde de las lágrimas. El líder nazi avanzaba acompañado por su comitiva a través de los pasillos del lugar; admirando pinturas, columnas, los candiles, ventanales y el piso del lugar. Todo era una maravilla para él.

—¡Mi ópera! ¡Desde mi primera juventud había deseado ver este símbolo del genio arquitectónico francés! —exclamó—. Su séquito se sentía emocionado de ver a su Führer tan excitado.

 

7:00 am.

Cuando salieron del lugar, la sonrisa de Hitler era notoria. Ascendió a uno de los Mercedes Benz que los trasladaban y dijo a sus acompañantes que a Berlín se le debía un edificio tan magnífico como aquél.

 

7:15 am.

Centro de París. El auto donde viajaba el líder alemán paseaba por los magníficos Campos Elíseos, una de las avenidas más célebres del mundo. El Führer no dejaba de voltear de una ventana a otra intentando abarcar todo el paisaje parisino. A la distancia comienza a dibujarse la silueta de la Torre Eiffel. Los autos se detuvieron a unos 50 metros del coloso de metal y hierro. Todos descendieron. Debido a su corta estatura, Adolf Hitler tenía que dar un salto para bajar. Trataba de hacerlo con disimulo; sin embargo, su séquito al corriente de ello, procuraba dirigir su vista hacia algún rincón de la Ciudad Luz cuando ejecutaba tal acción. Hitler quiso subir para admirar desde arriba el espectáculo de París. Tal vez recelosos por la derrota sufrida, los encargados le dijeron que el elevador no funcionaba y que tendría que usar las escaleras. Sus acompañantes le dijeron que no contaban con tiempo suficiente y el Führer estuvo de acuerdo.

 

7:45 am.

Dirigieron sus pasos al Arco del Triunfo, centro exacto de París en donde Hitler volvió a recuperar la emoción. Estar en ese monumento era la culminación de su triunfo sobre Francia. Una victoria que se había dado en el plano material pero que necesitaba tener una respuesta simbólica del mismo peso. Los nazis lucían contentos, orgullosos de estar en una urbe que consideraban suya. Sin embargo, Hitler sentía que nada estaría completo si no se tomaba una foto… permaneció con su séquito por un rato recorriendo las inmediaciones y admirando el máximo símbolo de sus adversarios, lleno de consignas pintarrajeadas en contra de él. Quería permanecer la mayor cantidad de tiempo ante su tumba. Pero sabía muy bien que tenían los minutos contados. Cuando iban rumbo a los automóviles, el Führer se acomodó las mangas de su camisa y exclamó emocionado a su fotógrafo:

—Ha sido el momento más bello de mi vida.

 

SANTIAGO, CHILE, 3 DE ABRIL DE 2020

18:00 pm.

Cámara en mano, el fotógrafo sonrió y apretó el botón de su dispositivo una vez más. Él se dirigió a sus acompañantes como un niño emocionado:

—Poder ver Santiago así, ha sido el sueño de toda mi vida, no puedo expresar lo feliz que soy.

Algunos palmotearon su espalda, otros estrecharon su mano y lo felicitaron por todo lo que había logrado hasta el momento. Algunas personas lo reconocían y pasaban a su lado con cierto desprecio o indiferencia. Piñera los observó con mirada fría. Las calles estaban deshabitas. Más tarde justificó el detenerse con otra mentira. Tal vez lo hizo buscando un poco de Dignidad, o quizá tratando de fundirse con la sustancia de su adversario; como tratando de absorber la ética y moral del lugar, los valores de su historia reciente. Después de mirarse en un espejo de Palacio luego de terminar su jornada y darse cuenta de lo que vio, también él lo detesta.

 

20:58 pm.

Vía Twitter: Hoy, regresando a mi casa, pasé por Plaza Baquedano, me bajé un par de minutos a saludar a un grupo de Carabineros y Militares que ayudaban a dirigir el tránsito, me saqué una foto y continué mi camino. Lamento si esta acción pudo malinterpretarse.

 

20:59 pm.

Mientras las últimas luces del horizonte luchaban por desaparecer. El país comenzaba a despertar.

 

El Presidente Sebastián Piñera en la Plaza Baquedano, el 3 de abril de 2020

 

***

Rodrigo Barra Villalón nació en Magallanes en 1965. Cirujano dentista titulado en la Universidad de Chile, ejerció durante algunos años para luego dedicarse a la actividad empresarial en un ámbito del que recién se comenzaba a hablar: Internet. La literatura siempre fue una pasión, pero se mantuvo inactiva por razones de fuerza mayor. Hasta que en 2018, alejado ya de temas comerciales, tomó la decisión de convertirla en un imperativo.

En ese año sometió su escritura al escrutinio de diversos editores, talleres y cursos; publicando su primer libro de cuentos y de crónicas políticas del período de la dictadura (1973-1991), Algo habrán hecho, en diciembre de esa temporada (Zuramerica, 2018), el cual obtuvo una positiva reacción por parte de la crítica especializada y del público lector. Luego vendría Fabulario (Zuramerica, 2019), una colección de 37 narraciones de ficción alegóricas y se encuentra trabajando en su primera novela, Un delicioso jardín. Es socio activo de Letras de Chile.

Asimismo es redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

Rodrigo Barra Villalón

 

 

Imagen destacada: El canciller del Tercer Reich, Adolf Hitler, en su visita relámpago a la ciudad de París el 23 de junio de 1940.

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