Esta obra prefigura algunas de las formas que iba a pintar cuatro siglos después Salvador Dalí: esas figuras son la roca con forma de rostro humano en la parte del paraíso, el cuerpo abierto del hombre en el infierno que atrapa la mirada del espectador por su centralidad, las orejas y entre medio de ellas un cuchillo, en la última parte del tríptico.
Por Sergio Inestrosa
Publicado el 27.7.2019
Aunque no hay una fecha exacta en que se sepa cuando el tríptico fue pintado se admite como fecha alrededor de 1510. El cuadro es parte de la exposición permanente del museo de El Prado en Madrid. Es una de los muchos cuadros que vale la pena admirar en una visita a ese museo.
En el tríptico cerrado (pero casi nadie lo ve así, pues en el museo el tríptico está abierto) vemos un mundo todavía amorfo y nos sugiere un momento del trabajo de la creación, alguien ha dicho que tal vez sea el tercer día de la creación. En la esquina izquierda, en medio de una nube, se puede ver a Dios padre, como si estuviera leyendo, ciertamente es una figura que está fuera del globo que contiene los cielos y la tierra en una sola esfera.
Los tonos de esta pintura son grises y las figuras no están definidas todavía, aunque quizá podemos advertir que allí ya están contenidos tanto el paraíso como el infierno. Podemos observar nubes en la parte alta de la esfera, en lo que sería el cielo y un rayo de luz cayendo, como una cascada, sobre la faz de la tierra.
Al abrir el tríptico, en la primera hoja, la de la izquierda, apreciamos la sobria armonía del paraíso (sin duda alguna el paraíso es un espacio tranquilo, tal vez hasta aburrido). En esta parte de la pintura, el ambiente es menos recargado que en las otras dos; hay fuentes y lagos y los animales están en su hábitat natural, aunque hay al menos dos animales que han cazado a su presa: el gato que está en la parte baja, a la izquierda, lleva en su boca un ratón, y lo que parece ser una leona que ha cazado un ciervo (más al centro del cuadro). También sobre la piedra con forma humana, hay un árbol y una serpiente enroscada.
Pero la centralidad del cuadro la ocupan Adán y Eva y entre ellos está Dios. Tanto Adán como Eva están desnudos, mientras Dios está vestido con una túnica rosada (a la usanza de Jesús), lo mismo que la forma que dibuja su mano derecha se parece a las imágenes que se nos muestran de Jesús. Dios tiene a Eva sujetada por el brazo, Eva aparece como arrodillada, Adán en cambio está sentado en el césped, muy cerca de un árbol. Los rostros de las tres figuras son muy parecidos (al fin y al cabo los seres humanos estamos hechos a la imagen y semejanza de Dios), me sorprende que el rostro de Dios sea tan joven aunque tiene barba. Al fondo de estas tres personas hay muchos árboles frutales.
El ambiente en esta parte del cuadro es bastante luminoso.
En el panel central que es además el más grande del tríptico, predominan los cuerpos desnudos y las más variadas formas de placer carnal; hay sensualidad y erotismo en todo este panel. (Por algo el pecado es una tentación tan difícil de eludir) que además es el más recargado de todos por la gran cantidad de cuerpos desnudos que están distribuidos por todo el cuadro, incluso en las fuentes de la parte superior podemos encontrar cuerpos desnudos.
Este panel es, creo yo, el más luminoso de los tres. En él predominan los variados tonos del verde, el rosado y el azul. La mayoría de los cuerpos son blancos, pero hay unas cuantas personas de raza negra en el cuadro. Y también se pueden observar muchos animales y varios tipos de frutas.
El tercer panel es un panel nocturno, bastante oscuro, que refleja lo que parece ser el infierno y se nos presenta como el resultado natural de los excesos del panel anterior. En este sentido el cuadro puede ser considerado como un alegoría moral sobre la vida de los seres humanos, sobre la tendencia al pecado que tenemos todos.
Me parece que es como si cada una de estas partes tuvieran un simbolismo, la del paraíso está relacionada con la paz, la armonía y el orden, en la segunda priman las emociones, la pasión por los placeres de la carne y los excesos en que incurrimos, y la última está relacionado con el dolor, o el precio que hay que pagar por nuestras acciones.
No sé el lector de Cine y Literatura que esté familiarizado con el cuadro estará de acuerdo conmigo, pero para mi gusto esta obra prefigura algunas de las formas que iba a pintar cuatro siglos después Salvador Dalí. Algunas de esas figuras son la roca con forma de rostro humano en la parte del paraíso, el cuerpo abierto del hombre en el infierno que atrapa la mirada del espectador por su centralidad, las orejas y entre medio de ellas un cuchillo, en la última parte del tríptico.
También puedes leer:
–Documental El Bosco. El jardín de los sueños, de José Luis López-Linares: Un retrato del caos.
Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: El jardín de las delicias, de El Bosco.