«El juguete rabioso», de Roberto Arlt: Una mirada a la pobreza y al fracaso, desde adentro

La primera novela publicada por el escritor argentino anuncia el absurdo, el existencialismo y la sensación de absoluto fracaso ante el fenómeno de una vida marcada por las adversidades, que se trasunta en la totalidad de su extraña y a la vez hermosa obra.

Por Sergio Inestrosa 

Publicado el 8.9.2020

La novela El juguete rabioso (1926) trata sobre la vida del joven Silvio Astier, un adolescente de 16 años del barrio Flores de Buenos Aires, este joven sueña con hacer fortuna como un bandido y quiere ser como Rocambole (que al parecer era protagonista de un cómic del siglo XIX).

Pero esta no es la única referencia a los cómics, pues de niños ellos se distraen mirando las portadas de las aventuras de Montbars el Pirata y de Wenongo el Mohicano. Esto es interesante de notar puesto que Argentina ha sido tradicionalmente un país que ha producido muchas historietas, casi se puede decir que las historietas están en el ADN de los argentinos, si no piense usted en la famosa Mafalda.

Leí, por primera vez, El juguete rabioso hace muchos años y recuerdo que uno de los profesores de la facultad, experto en Borges, mencionó que aquel decía que se podían criticar los fallos sintácticos y gramaticales de Arlt, pero que en este escritor lo que verdaderamente importaba era la obra, pues esta era una bibliografía auténtica y honesta.

Y creo que Borges tenía razón, se deben perdonar las ínfulas de haber leído a autores clásicos y a connotados poetas franceses, y a algunos científicos que, algunas veces, su simple mención o algunas referencias a ellos se sienten forzadas, más para deslumbrar que para otra cosa. Por ejemplo, escribe el maestro sobre su relación con Arlt: “nuestra amistad fue comparable a la de Orestes y Pílades”.

La novela empieza con el narrador (Silvio) diciendo: “Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca un viejo zapatero andaluz que tenía su comercio de remendón junto a una ferretería de fachada verde y blanca, en el zaguán de una casa antigua en la calle Rivadavia entre Sud América y Bolivia”.

Y a causa de la lectura de los cómics Silvio quiere en sus propias palabras: “Entonces yo soñaba con ser bandido y estrangular corregidores libidinosos; enderezaría entuertos, protegería a las viudas y me amarían singulares doncellas”.

Aquí están ya esbozados los dos grandes temas del libro: el afán de hacer dinero para salir de la pobreza y el tema de la literatura. Y envolviendo todo está el fracaso constante. Toda tarea, todo empeño en la novela (como muchas veces en la vida) termina en un fracaso.

Los críticos ponen El juguete rabioso, como la primera novela que hace de la ciudad la verdadera protagonista y con ello inaugura ese género en la Argentina.

También los expertos afirman que en Roberto Arlt no se pueden deslindar las circunstancias familiares y sociales en que vivió de su obra. Recuérdese que Arlt fue hijo de inmigrantes y su hogar se vio acosado por la pobreza permanente. Dos de sus hermanas murieron de tuberculosis; su padre fue un hombre severo y ausente por motivos de trabajo (está invisible también en la novela); su madre era una mujer religiosa pero sentía simpatía por la astrología, las ciencias ocultas y los sueños premonitorios.

Quienes han estudiado la vida de Roberto Arlt afirman que leía con voracidad todo lo que caía en sus manos: folletines franceses, libros técnicos, esotéricos y de ocultismo, junto a escritores como Dostoievski, Baudelaire, Poe, Baroja. Además era asiduo a los círculos literarios de su barrio.

Roberto Arlt abandona la escuela a los 14 años y se vuelve un autodidacta. A los 16 años su padre lo echa de la casa por una fuerte discusión y trabaja en variados empleos: dependiente de librería, aprendiz de hojalatero, pintor, ayudante de mecánico y vendedor de papel. En una carta, la mamá de Arlt confirma la dura adolescencia que tuvo que vivir su hijo.

La crítica también ha afirmado que esta primera novela de Arlt es una novela de “aprendizaje”, pues los personajes están menos descritos que los entornos de los lugares. La novela está llena de diálogos coloquiales ricos en “lunfardo” (jerga del hampa porteña, como ocurre también en la película Nueve reinas) y en cocoliche (jerga que mezcla el español con dialectos italianos).

También para algunos críticos, los personajes de esta novela se acercan un poco a los de la novela picaresca donde el pícaro o antihéroe, Silvio en este caso, ocupa el centro del relato, mientras que los patrones y la gente que tiene poder ocupan lugares secundarios en la narración. El mismo protagonista lo dice: “Avergonzado, pensaba en la traza de pícaro que tendría”.

La novela está escrita en primera persona, Silvio Astier es el narrador y tiene por característica, pese a ser un tipo listo, el fracasar en todo, salvo tal vez cuando traiciona a su cómplice convirtiéndose en un delator, lo cual puede ser visto como una acción socialmente buena, pues impide un crimen, pero moralmente mala, pues se convierte en traidor.

Silvio es una especie de antihéroe que lucha, infructuosamente, por salir de su condición de marginación y pobreza. También se puede ver como alguien predestinado al fracaso o en términos sociológicos la novela nos puede ayudar a comprender que nuestras sociedades están (aunque no nos lo enseñan así) organizadas para que el que es pobre permanezca en esa condición toda su vida, y las excepciones solo sirven para confirmar esta regla.

Pero entrando a la novela, esta está dividida en cuatro capítulos; el primero se titula “Los ladrones” y trata acerca de la relación de Silvio con su compinche Enrique Irzubeta; poco después se les junta Lucio y fundan el “Club de los Caballeros de la Media Noche” y se dedican al robo en el barrio hasta que un día, después de que roban la biblioteca, casi capturan a Enrique que tuvo que refugiarse en casa de Silvio para escapar de la policía; entonces deciden dejarlo, aunque Irzubeta decide seguir por su cuenta.

En el cuento “Los trabajos y los días” Silvio empieza diciendo que la familia tuvo que moverse, pues les subieron el alquiler, y dejó de ver a Enrique y Lucio. Inmediatamente después de cumplir loas quince años su mamá le dice que: “Tenés que trabajar, ¿entendés? Tú no quisiste estudiar. Yo no te puedo mantener. Es necesario que trabajes”.

Así que Silvio consigue trabajo en una librería de viejo pero sufre muchas humillaciones y vejaciones; lo primero que hace en el trabajo es acompañar al jefe al mercado llevando una canasta grande, Silvio se siente ridículo y piensa: “¡Oh, ironía!, y yo era el que había soñado en ser un bandido grande como Rocambole y un poeta genial como Baudelaire!”.

Y con los días Silvio se va hartando del lugar y de su miseria: “Tenía la sensación de que mi espíritu se estaba ensuciando, de que la lepra de esa gente me agrietaba la piel del espíritu, para excavar allí sus cavernas oscuras”. Esto lo lleva a tratar de prenderle fuego al cuchitril donde vive y trabaja, pero el agua del lavado de trastes apagó la brasa y no pasó nada. Ese fue su último día de trabajo allí.

En el tercer capítulo, Silvio lee algunas cosas relacionadas con la ciencia y sueña con presentar en conferencias sus propios aportes científicos, y con sus teorías se presenta como uno de los candidatos para el sector de mecánica en la Escuela de Aviación. Ese mismo día una vecina le lleva un anuncio de periódico donde solicitan aprendices de mecánica de aviación: “Dirigirse a la Escuela Militar de Aviación. Palomar de Caseros».

Silvio se presenta para solicitar ser admitido como aprendiz de mecánico en la Escuela de Aviación, y lo entrevistan tres oficiales que quedan admirados con sus conocimientos e inteligencia, el capitán Bossi le dice que regrese mañana que va a hablar con el capitán Márquez. Al salir Silvio se imagina ya un futuro pletórico: “Yo podría ser un ingeniero como Edison, un general como Napoleón, un poeta como Baudelaire, un demonio como Rocambole”.

Silvio es aceptado y comienza el entrenamiento militar; sin  embargo al cuarto día, y después de una presentación ante el capitán Márquez, a Silvio lo echan del programa con esta frase: “Vea amigo, el capitán Márquez me habló de usted. Su puesto está en una escuela industrial. Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo”.

Después de este nuevo fracaso Silvio trata de probar suerte encontrando un barco que lo lleve a Europa y ya lo adivinó usted lector, Silvio también fracasa. Entonces llega a la amarga conclusión de que todo: “Es inútil, tengo que matarme”. Pero inmediatamente después llega a esta conclusión: «No he de morir, no… yo no puedo morir…, pero tengo que matarme. ¿De dónde provenía esta certeza ilógica que después ha guiado todos los actos de mi vida?”.

Y aunque intenta matarse no lo logra, pues el revólver no se disparó. Cuando despierta está su madre junto a él, en una comisaría de policía.

En el último capítulo, “Judas Iscariote” vemos a Silvio trabajando como vendedor de papel, pero no es feliz, trabaja mucho y gana poco (le suena familiar, parece que así ha sido siempre). Un día se encuentra con Lucio, y le cuenta que Enrique cayó preso por un cheque falsificado.

Mientras tanto Silvio se refiere a su trabajo con estas palabras: «sufrir para poder ganar algunos centavos, porque así es la vida”. Y más adelante dice: “Por lo general, los comerciantes son necios astutos, individuos de baja extracción, y que se han enriquecido a fuerza de sacrificios penosísimos, de hurtos que no puede penar la ley, de adulteraciones que nadie descubre o todos toleran”.

Un poco después conoce a un tipo apodado “El Rengo”, que cuida carros en la feria del barrio Flores (el barrio de donde proviene la familia de Roberto Arlt); le propone a Silvio hacer un robo juntos, pero Silvio empieza a pensar en la idea de traicionarlo y se dice: «No me importa… y seré hermoso como Judas Iscariote. Toda la vida llevaré una pena… una pena…”. Después visita a la potencial víctima y lo pone al tanto sobre los planes.

 

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Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Una edición reciente de «El juguete rabioso» (1926)

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: Roberto Arlt (1900 – 1942).