En este filme encontramos una buena reconstrucción de época, guión, música y fotografía que galardonan a una obra maestra debida al niño genio del cine estadounidense, Damiel Chazelle. La película se filmó con tres cámaras distintas, lo que explica por ejemplo los primeros planos en interiores muy minúsculos (16 milímetros) o las escenas más convencionales de la casa y barrio, hechas con 35 milímetros.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 2.12.2018
Hace algún tiempo (2017) Disney realizó una película acerca de un grupo de mujeres matemáticas afrodescendientes que ponía en entredicho la solidez de un proyecto solo entregado a hombres y blancos. Talentos ocultos (Hidden Figures, de Theodore Melfi) mostraba, con toda su corrección política y el tono edulcorado que caracterizó a Universal Pictures en esta producción, la debilidad de un proyecto que estaba a punto de naufragar frente a los logros soviéticos como el primer vuelo con la perra Laica (1957), la primera circunnavegación de Tierra con Yuri Gagarin en 1961, y la primera cosmonauta, Valentina Tereshkova, en 1963, la cual durante tres días y 48 vueltas acumuló más horas de vuelo que todos los astronautas estadounidenses a la fecha.
El intervalo entre estos éxitos soviéticos y la reacción estadounidense no fue fácil. El Presidente Kennedy se dio a la tarea de llegar a la Luna, pero tenían problemas de motores y de diseño. Tampoco los cálculos ingenieriles eran los adecuados. Eso quedó reflejado en Apolo 13 (1995, dirección de Ron Howard) con su lapidaria frase: “Houston, tenemos un problema”, acerca del fracaso de esa misión.
Basado en la biografía de James R. Hansen, First Man: The life of Neil A. Armstrong, la película se centra en Neil Armstrong (interpretado por el actor Ryan Gosling), un ingeniero civil que es elegido dentro de un grupo de postulantes. No eran muy diferentes de los pilotos de prueba que piloteaban aviones nuevos, y cuya tasa de mortalidad era muy alta. En este sentido, esta cinta se centra en la compleja sicología de Armstrong, compuesta de silencios y de escasas alocuciones, con la muerte de su hija, un matrimonio sostenido más por la resistencia de su esposa, Janet (Claire Foy), y de un hombre que en cada crisis se marcha al trabajo para escapar de las miradas y de las conversaciones.
Un semi desconocido para sus hijos, y cada vez más lejano de su mujer, afronta el choque de las muertes de sus compañeros, mostrando además el impacto en las familias, en este aparente perfecto vecindario cerca de las instalaciones de la NASA.
La película se hace entonces de retazos bien elegidos entre 1961 y 1969 de la carrera espacial. Hecha no con el sesgo patriótico de otras realizaciones similares, sino en concordancia con la vida del piloto, que afronta además las tensiones de un grupo de postulantes con todas las tensiones de un proceso como este.
Es un filme que además balancea con la figura y actitud de su mujer los arrestos masculinos del protagonismo y del entorno de quienes deciden las acciones futuras que llevaran a nuestro héroe a liderar la misión de Apolo 11, que llega finalmente al Mar de la Tranquilidad en el satélite.
Sin duda hay una buena reconstrucción de época, guión, música y fotografía que galardonan este título audiovisual, una obra maestra debida a Damiel Chazelle. La película se filmó con tres cámaras distintas, lo que explica por ejemplo los primeros planos en interiores muy minúsculos (16 milímetros) o las escenas más convencionales de la casa y barrio, hechas con 35 milímetros. Un momento de la historia que muchos vivimos en el living de nuestra casa, con los escasos televisores que había en el Santiago del ’69, que en blanco y negro seguimos ese momento único.
Fragilidad es el adjetivo que mejor define el perfil llevado por el director y el guión. La epopeya de la exploración de la Luna aparece con toda su precariedad, dependiente de estos hombres que se pulverizaban, literalmente, a medida que los ensayos aumentaban en complejidad, y que constituyen un catastro no destacado de otros intentos de llevar al cine esta progresión. Un acierto de este filme es presentar el caso de los pilotos espaciales con la misma ansiedad de los marineros del siglo XVI, los exploradores del siglo XIX, o los que buscaban alcanzar el Polo Sur a principios del siglo XX. Una película bella, emocional, donde la extraordinaria maquinaria científica, política e ingenieril estadounidense, puesta en juego con la Guerra Fría, contrasta con la pequeñez concreta de los hombres y mujeres que la hicieron posible.
El primer hombre en la Luna (First Man). Dirección: Damiel Chazelle. Guión: Nicole Perlman y Josh Singer. Música: Justin Hurwitz. Fotografía: Linus Sandgren. Elenco: Ryan Gosling, Claire Foy, Corey Stoll, Kyle Chandler, Jason Clarke, Shea Whigman, Brain d´Arcy James, Pablo Schreiber Patrick Figit, Cory M. Smith y Skyler Bible. Producción: Estados Unidos, 2018.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
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