La obra audiovisual del director alemán Wolfgang Petersen —ambientada en la Segunda Guerra Mundial, y que data de 1981— es una joyita del género y del formato, tanto por su desarrollo dramático como por las cualidades técnicas y artísticas de su realización.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 28.6.2020
Más de dos horas a bordo de un U-Boot (submarino) durante la Segunda Guerra Mundial es la experiencia que nos propone el director. Un compendio de una travesía de varias semanas en las aguas del Océano Atlántico, donde un grupo de marinos alemanes se enfrentan a las superiores fuerzas de los destructores británicos. Recordemos que en esa época se introdujo la tecnología de los radares, por lo que los antes invencibles U-Boot, se convirtieron en presa fácil ante los ataques con cargas submarinas.
La película no sólo tiene escenas bélicas, sino que retrata los largos y agobiantes días sin acción a que son sometidos estos personajes. Al interior del U-Boot no usaban uniformes y en la visión del director tampoco se trataba de un grupo de fanáticos tras el mando de Hitler. Probablemente es la visión personal del realizador, puesto que se decía en la época que estos marinos eran incondicionales del dictador alemán. En la cinta incluso escuchan discos de música americana y no responden al saludo protocolar característico de los nazis, aunque es probable que esa postura sirviera para apoyar el carácter antibelicista de la historia.
Sin duda retrata a un grupo de valientes hombres que pasaban semanas hacinados en un espacio común reducido, donde los olores y la falta de privacidad eran evidentes. Los travellings de las literas, la cocina o la sala de máquinas efectivamente reflejan espacios claustrofóbicos y ante esa cotidianidad enfermiza algunos de ellos permanecían ansiosos por desplegarse en batalla.
Su objetivo era atacar convoyes enemigos, de manera silenciosa y estratégica, para evitar ser alcanzados por los destructores británicos. Lo que se muestra es una incursión exitosa, pero inmediatamente después, el U-Boot queda a merced de los poderosos navíos enemigos. Los alemanes no tienen otra alternativa que luchar por sus vidas y sumergirse a profundidades mayores a los doscientos metros para lograr escapar y evitar los ataques explosivos. En esa incursión disparan torpedos a un buque ya destruido, dejando morir ahogados a sus tripulantes. Al fin y al cabo, en la guerra hay que ser despiadado y en el submarino no hay lugar para prisioneros.
Posteriormente les asignan una misión suicida en el Estrecho de Gibraltar y luego de encallar en el fondo marino, deberán extremar habilidades para sobrevivir. La música de Klaus Doldinger retrata de manera notable la épica de la hazaña y el espectador sentirá una especie de liberación y alivio al ver que estos valientes marinos han logrado sobrevivir a una situación imposible.
Cinta construida mediante un montaje asfixiante, mantiene al espectador cautivo en sus dos horas y media de duración. Intercala escenas de bullicio con silencios sobrecogedores y propone planos panorámicos del horizonte que realzan la insignificancia del U-Boot navegando en medio de un océano que en cualquier momento los devorará.
Su mensaje antibelicista da cuenta de misiones de mínima importancia u otras abiertamente suicidas, que al parecer no van a inclinar la balanza de la guerra según confesión del propio capitán. Esa inutilidad es realzada en los minutos finales al mostrar el destino aciago luego de un ataque aéreo al puerto alemán.
Sin duda, esta película se inscribe entre las piezas importantes del cine bélico rodado durante el siglo XX.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) ha publicado las novelas Fear, El rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir, y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca, Meditaciones de los jueves (relatos y ensayos) y Reflexiones de la imagen (cine).
Tráiler:
Imagen destacada: Un fotograma de El submarino – Das Boot (1981).