Quizá sea bueno observar este largometraje de ficción nacional como una cinta entretenida, un thriller algo polémico pero que no deja indiferente a nadie.El problema es el guión, por cuanto mezcla ideas que parecen no desarrollarse del todo en el metraje. Surgen dudas y cuestiones que uno quisiera saber pero que no llegan a concretarse.
Por Rodrigo Torres Quezada
Publicado el 16.8.2018
El taller, película de este año, dirigida por José Tomás Videla, es una obra que necesita ser vista sin ningún tipo de prejuicio, pues de lo contrario puede llevar a ciertas suposiciones que empañarían su visionado.
En primer lugar, esta cinta habla de un profesor, David Sanhueza (interpretado por Daniel Muñoz), un escritor que al parecer maneja un estilo desmarcado de la academia, quien realiza un taller literario cuya duración durará una noche entera. A él, asisten seis talleristas, cada cual por diferentes razones, todas más o menos enfocadas en el hilo común de buscar por medio de la palabra una liberación interna. Hasta aquí todo parece normal. Sin embargo, suceden cosas que harán que el tema literario del taller quede en segundo plano. En términos estilísticos y de ambientación, la película cumple. Salvo un par de escenas, el filme es oscuro y constantemente nos pone en tensión. Durante todo su metraje nos preguntamos en qué va a terminar todo esto. Y este es el punto más fuerte de El taller.
El problema es el guión, por cuanto mezcla ideas que parecen no desarrollarse del todo en el metraje. Surgen dudas y cuestiones que uno quisiera saber pero que no llegan a concretarse.
Dicho esto, para que El taller sea una experiencia redonda, se deben tener en claro tres opciones. Primero: El taller es una metáfora de la pasión a la cual pueden llegar los poetas en su afán por vivir cada momento de forma única. Segundo: El taller plantea la relación dicotómica entre la sociedad y quienes dedican su vida a la poesía (o al arte en general) creando una enemistad que jamás se resolverá en términos prácticos sino que en una escalada de rabia. Tercero: el taller de la película es solo una excusa para hablarnos sobre cómo las ideas políticas pueden llevar a las personas a cometer excesos.
Si tomamos el primer punto, seremos entonces testigos del encuentro de un grupo de personas distintas entre sí que van desatando sus pasiones hasta llegar a la catarsis shakesperiana.
Si escogemos el segundo punto, la película que presenciaremos será la de un profesor que busca con desesperación nuevos soldados para su causa, sin importarle las consecuencias, pues la sociedad le ha violentado. En otras palabras, la sociedad ha pisoteado todo sesgo cultural en pos de la apatía, lo que se traduce en la locura de quienes optan por el arte como vida. El profesor y sus soldados, serían la venganza contra aquello.
Ahora bien, la elección del tercer punto nos lleva a ver el lado más polémico y conservador de El taller. Crear polémica no está mal, pensando en que hoy en día hay muchas creaciones hechas a base de lo políticamente correcto. Por ejemplo, si vemos Una mujer fantástica, ya desde el comienzo se nos insta a tener empatía con la protagonista. En El taller es al contrario. Se nos plantea la cuestión de alguien idealista que tomó una idea y luchó por ella dejando sangre en el camino. Este tercer punto es eminentemente político y plantea el peligro de las ideologías. El problema no va aquí, sino en que se mezclan conceptos. Así, bajo la lupa de este punto, toda persona anarquista o que va a una marcha y pelea contra la policía puede ser un adolescente loco que está siendo contagiado por ideas peligrosas (eliminando todo análisis profundo de estas ideas).
Quizás, sea bueno ver El taller como una película entretenida, un thriller algo polémico pero que no deja indiferente a nadie.
Tráiler:
Rodrigo Torres Quezada (Santiago, 1984) es egresado del Instituto Nacional “General José Miguel Carrera” y licenciado en historia de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de cuentos Antecesor (2014) y Filosofía Disney (2018) bajo el sello Librosdementira. También ha dado a conocer distintos relatos de su autoría en La Maceta Ediciones (2017) y la novela titulada El sello del pudú (Aguja Literaria, 2016). Lanzó, asimismo, el volumen de ficción Nueva narrativa nueva (Santiago-Ander, 2018), y obtuvo el primer lugar en el concurso V versión Cuéntate algo de Biblioteca Viva (2012). El año 2016, en tanto, se quedó con el primer lugar en el I Concurso Literario del Cementerio Metropolitano.