En este poemario los claroscuros de su protagonista -una, mil, todas- se desdoblan en erotismo, soledad y cicatrices, aún bajo la tierra, donde sigue respirando y renaciendo, sin principio ni final e indeterminada como el libro mismo, como su misma existencia mutada y reconvertida.
Por Malú González Cortés
Publicado el 27.1.2020
Ella duele, traspasa, sobrepasa. Ella es tan común y corriente que se desborda en particularidades, en pedazos de piel vieja y nueva, siempre precoz aunque a punto de jubilarse. A Ella la leí con la angustia de quien lee una verdad y con el placer de quien se refugia en mentiras, en cigarros robados a la muerte, en deseos inconclusos, en amantes inconvenientes. A Ella la absorbí como se absorbe el alcohol en una noche de verano, rápido, sin pensarlo demasiado, pero sabiendo que la resaca emocional me duraría por mucho tiempo.
Y por suerte. Porque a diferencia de otras fiestas, en ésta me encontré a mi madre, a una que otra amiga o lo que fue de ellas, a esa mujer indescifrable de una familia más indescifrable aún, a tantas de mis propias versiones y acaso de las que podría llegar a ser en una dimensión que, al igual que la suya, nos quiso fabricar a la medida. A la medida de un cuerpo al que se bautizó como “femenino”, de una silla en la mesa del comedor, de un lugar en la fila del supermercado, de uno de los lados de la cama matrimonial. Lejos del estereotipo y a ratos bordeándolo, Ella es la cara misma de la contradicción, esa que sólo los buenos libros saben retratar sin juicio, pero con dolorosa certeza. Éste, sin lugar a dudas, es uno de ellos.
Directo sin caer en lo simplista, romántico sin empalagar, Ella no es el retrato de una víctima ni una letanía de desgracias; en este poemario los claroscuros de su protagonista -una, mil, todas- se desdoblan en erotismo, soledad y cicatrices, aún bajo la tierra, donde sigue respirando y renaciendo, sin principio ni final e indeterminada como el libro mismo, como su misma existencia mutada y reconvertida.
1
Ella era sola
Única
Pero tenía un poquito de todas
Era el relámpago de media noche
y la espiga que se mece con la brisa de verano
Ella es el universo
Ella es el grano de arena
2
Ella tenía cara de cabra chica
Iba para los 40 pero tenía cara
de cabra chica
Tenía ojos inocentes
pero una mirada
que conocía
la creación del universo
3
Ella tenía una pistola en la cartera
y un grillo en el corazón
4
Ella no creía
en el matrimonio y tuvo 3
No le gustaban los niños
y tuvo 1
Y 3 amantes
3 enemigos
2 abortos
1 pérdida
4 casas
2 nanas
2 autos
1 ideal deslavado
1 gran pena
Le quedan 5 años de vida
5
Cada vez que Ella
empieza un libro nuevo
Primero lo mira por todas partes
Luego lo abre con cuidado
Le toma el olor
Lee la última página
y lo abraza con cariño unos minutos
6
Ella lloraba cuando
arrancaba una zanahoria
de la tierra
Cuando cortaba el pasto
Cuando quebraba los tallarines
Cuando llovía
Ella también lloraba
Pero cuando él cruzó la puerta
Ni una lágrima
7
Había tanta gente
y ninguno se parecía
a Ella
8
Cuando Ella por fin
abrió las piernas
bandadas de pájaros
se vinieron contra mi
Millones de colores
me rodearon
Y un aroma desconocido
inundó la vida entera
9
A Ella le gustaba
que la tocaran con cuidado
Con firmeza y delicadeza
Con la mano entera
Que la apretaran un poco
pero solo un poco
A Ella le gustaba sentirse firme
Sentirse como una palta
a punto de madurar
10
Ese día
Ella se despertó
con un poco de tos
Con dolor de espalda
Un poquito de pena
y sin nadie al lado.
Cristián Villalobos Garnham (Viña del Mar, 1969) es publicista y poeta (así dicen). Ella es su primer poemario publicado en forma independiente y producido por la Micro Editorial Casa en Blanco. Realizó un Taller de Edición Literaria dirigido por Paula Ilabaca y ha participado en los Fanzines Piel y Ojos y Lengua de la mini editorial Esto es un fanzine y en Duelo para el proyecto poético Tengo una herida.
Crédito de la imagen destacada: Cristián Villalobos Garnham.