[Ensayo] «A esta misma hora»: Enigmas con una contención sorprendente

Con la publicación de su segunda novela, la autora chilena Maivo Suárez vuelve a esgrimir una fiereza narrativa y artística sin contemplaciones, mientras desnuda al cien por ciento la mente de un pederasta, a través del ejercicio escritural de una obra literaria que no dudo en calificar como singular y excepcional, a la vez.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 29.10.2024

La voz narrativa de su primera novela, Sara, era una tercera persona, omnisciente; en esta segunda novela otra vez emplea la tercera persona, pero hay un salto cuántico respecto a la anterior entrega.

En el análisis que hace Patricia Espinosa, destaca la cercanía de esta voz a una primera persona, es muy sutil la diferencia y la académica explica la razón para no caer en la tentación: el tema de la novela es peliagudo y es necesaria una mínima distancia para no enlodar a la narradora en cuestiones morales.

Así, la tercera persona permite respaldar el carácter investigativo de la historia. En los tiempos que corren es muy fácil herir la susceptibilidad de algún grupo de la población. Cualquier comentario en redes sociales puede arruinar una reputación, aunque en opinión de este escritor, no debiera ser algo tan importante para un artista y a veces se requiere de valentía.

Un trastorno de la conducta es lo que desnuda Maivo Suárez (Talcahuano, 1964). Pedofilia: deseos intensos en la esfera sexual con niños prepúberes, con una prevalencia entre el 3 % y el 5 % de la población.

Maivo es una escritora comprometida y le interesa la cuestión social, evidente en su primera novela y también en su visión del capitalismo rampante.

La elección de la autora es una decisión formal, estilística, un narrador omnisciente extremo que se hace cargo de las voces de innumerables personajes, evidentemente de lo que piensa Ana (la protagonista) cuando la voz toca la primera persona y se aleja lo justo para describir sus traslados, lo que diría su madre o para describir unos sueños premonitorios.

 

El clima parece adormecer la realidad

He leído sólo esta primera parte de 100 páginas y me encuentro con la estructura de un thriller, muy clásica, pero aquí todavía no hay policías y la historia transcurre en las afueras de Mendoza, en un pequeño poblado, un lugar de provincias. Se trata de un asunto local, quizás a Buenos Aires no lleguen estas noticias.

Es fascinante como Maivo va aportando elementos, muy dosificados, a partir de un primer capítulo casi de knock-out. Una primera aproximación al tema, descrito como algo lúdico, aunque diste mucho de serlo.

La tarotista despliega las cartas sobre la mesa e irá descubriendo enigmas con una contención sorprendente. La ruralidad del relato ayuda mucho a quitarle velocidad a las acciones y el clima parece adormecer la realidad.

Una vez concluida esta primera parte quedan vertientes no exploradas: la conexión entre el suicidio de la hermana en Santiago con esta otra muerte en Argentina, quizás tendrá que ver con los progenitores, no sabemos, pero intriga.

Otra arista es el misterioso flujo del dinero: ¿De dónde saca plata la prima (Rosa)?, la conexión con la política (tristemente recurrente en Chile). El inquilino rengo (Severino) esconde secretos o al menos personalidades. Diversos vértices y dada la calidad de la intriga, sabemos que la autora nos deleitará con un viaje lleno de hallazgos sorprendentes.

Es muy interesante que la autora privilegie al lector por sobre la protagonista, no sólo insinúa un camino posible, el crimen está anunciado desde un comienzo, la víctima se descubre en la mitad y antes de ese final directo al mentón, el lector ya sabe quién es el más probable victimario.

Con esa imagen en los azulejos, fragmentada igual que en el dibujo de la niña muerta, esta vez la narradora descubre la venda de la protagonista. Este doble juego de intriga es milimétrico, una historia con cabos sueltos para desentrañar en las otras dos partes, pero es indudable que esta primera parte constituye una gran nouvelle.

Maivo Suárez construye una densidad granítica a través de una omnisciencia que se interna en todos los ángulos posibles. Las imágenes que construye, tanto de los personajes como de los lugares, semeja a una fotografía. La artista lleva su expresionismo hacia una técnica detallista, fiel reflejo de una realidad sin fisuras.

Ningún personaje parece un sujeto destacado de la sociedad, no parece una historia que paralizará la capital argentina, sin embargo, la omnisciencia se hace cargo hasta del clima y lo narrado se vuelve dramático, gigante, algo que redefinirá el futuro. Esa escalera externa hacia el segundo piso de la cual no hay llave.

Reitero el tema de la densidad del relato, del control a nivel Dios por parte de la autora, la historia cautiva, pero las páginas no se voltean con facilidad mientras la tormenta arrecia.

 

Una carencia de afecto que llena un depredador sexual

En esta novela, Ana, la estudiante de leyes, es la que oficia de investigadora, no se trata de un thriller habitual, sino uno de carácter rural, como se acotó al comienzo de este análisis.

La autora habla de los dos cerebros del perpetrador, uno de la esfera pública, el otro de un degenerado. Maivo Suárez nos sitúa en la mente de este segundo cerebro, lo hace de manera natural, como si no fuera culpable de su conducta.

La novela toca el tema de los femicidios como un problema social. Todavía la mayoría de los personajes desconocen las causas de la muerte y del ámbito oscuro en que ocurrió.

Vamos descubriendo que ninguno de los hombres involucrados en la trama parece de los trigos más limpios.

Severino, en su desconfianza, se encuentra con un video de una niña de siete años, desnuda, en poses comprometedoras, no sexuales, pero sí delicadas desde el punto de vista moral. En ese momento, el lector se entera de que esta niña es Belén, la hija de Rosa, Severino la ha reconocido.

Mediante los pensamientos del personaje, sabemos que el sujeto que filma no es quién se pensaba, que habla de la filmación como una obra de arte, no para ojos indignos. Es un placer individual, mientras bebe unas cervezas frente al colegio del pueblo, desde donde suele espiar a las estudiantes.

Rosa es muy estricta con Belén, la reta constantemente cuando a veces mea las sábanas. Entre los programas para gordos y los rezos evangélicos inculcados por Ester, la hermana de Miguel, Rosa no se da cuenta de los cambios en la conducta de la niña, en la atención que mendiga a su prima, una falta de afecto que la hace presa fácil de un depredador sexual.

Todos los personajes masculinos están enredados en tramas oscuras, mientras Rosa permanece ciega ante lo que sucede a su alrededor, embobada por asuntos religiosos y rezos cargados de fanatismo.

 

La religión como un subterfugio que impide ver lo evidente

Acaso a Rosa la religión le impidió racionalizar los hechos cuando Ana le contó los detalles de la confesión de Belén. El dibujo de la discordia aparece, los delfines dibujados sobre los azulejos, el «revólver de Chéjov», según comentó Ramón Díaz Eterovic en la presentación de esta novela, ese principio dramático que surge en la narración y que resulta un elemento crucial.

Ante una verdad gigante como una catedral, Rosa duda de la veracidad de la historia, piensa que quizás Belén ha mentido o se trata de una invención por despecho de parte de su prima. Se imagina contando esa verdad ante el comisario, la vergüenza de lo acontecido, mejor no hará la denuncia para no comprometer a la niña.

Un gran acierto es la voz del victimario, explicando su proceder como algo similar al amor, que lo distingue de los otros degenerados. Se imagina confesándose ante un juez, el sujeto se ha fugado antes de que lo apresen o lo interrogue un periodista, aunque esa voz desquiciada quizás deja colar el pensamiento de la autora, cuando menciona que también existen mujeres pederastas.

Al menos esa vuelta de tuerca, a este escritor le pareció innecesaria, una forma de equilibrar la balanza, aunque sea en tono de sorna, cuando es claro que los victimarios en esta novela son los hombres, donde Rosa es sólo víctima de sus propias inseguridades por la gordura y de algo interesante que también expone Maivo Suárez: la religión como subterfugio que impide desnudar lo evidente.

Maivo Suárez es extremadamente valiente al visualizar este tema que no tiene dos lecturas: los niños nunca son los culpables, son las víctimas de estos depredadores sexuales.

Quizás en un afán didáctico, innecesario a mi juicio, todos en la familia (Rosa, Ana y Belén) conversan del asunto como seres demasiado civilizados, dando ciertos consejos al lector que se enfrenta a un hecho tan violento. Jamás me ha gustado la moralina en los narradores, pero hay que reconocer que es un tema tan complicado, que el tono de denuncia quizás sea el adecuado. Una decisión de la autora, muy consciente en todo caso.

En el último capítulo, Maivo Suárez vuelve a esgrimir una fiereza sin contemplaciones y desnuda al cien por ciento la mente del pederasta. Un gran final para esta novela excepcional.

Menos es siempre más, como expuso Ramón Díaz Eterovic. Maivo nunca cae en la truculencia para narrar lo inenarrable, siempre insinúa y en ese ejercicio su denuncia es aún más demoledora.

 

 

 

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y quien también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).

Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023), Vivir atormentado de sentido (Editorial Vicio Impune, 2024) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

 

«A esta misma hora», de Maivo Suárez (Editorial Kindberg, 2024)

 

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Maivo Suárez.