[Ensayo] «Anora»: La sensible irrealidad de Sean Baker

El último largometraje de ficción del talentoso realizador estadounidense obtuvo la Palma de Oro a la Mejor Película en el Festival de Cannes 2024, y fue uno de los grandes estrenos de la cartelera nacional durante el segundo semestre de este año que se encuentra a un paso de concluir.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 29.12.2024

El cineasta norteamericano Sean Baker (1971), que emergió de los circuitos cinematográficos independientes, debe ser uno de los artista actuales que se ha hecho un nombre en base a diecisiete obras audiovisuales, entre cortos y largos, cimentando una obra personal y cada vez más indispensable.

Baker empezó a ser un director destacado por la crítica a partir de Tangerine (2015), pasando por la increíble The Florida Proyect (2017) y su último largo, la encantadora Red Rocket (2021). La crítica en general se ha rendido a sus propuestas, que son un bálsamo de ideas frescas e imágenes potentes y originales.

Su última propuesta, Anora (2024), viene precedida de ser la ganadora del Festival de Cannes de este año, alzándose con la Palma de Oro a la Mejor Película. Y al visionarla, se entiende la causa del otorgamiento de dicha distinción.

Ani (Mickey Madison) es una chica que trabaja en un club como stripper y de vez en cuando se prostituye, según la calidad y cantidad de la propuesta. Un día, conoce a un joven millonario ruso, Iván (Mark Eydelshteyn), quien pasa unos gratos momentos con ella y queda encantado con sus servicios.

Iván le propone que sea su novia durante una semana, tiempo que obviamente le pagará. Durante ese lapso hay mucha juerga, alcohol, drogas y sexo. En un arrebato de emoción, el ruso le propone matrimonio en Las Vegas y terminan casándose.

Ani vuelve a su ciudad, Nueva York, y comienza a vivir en el lujoso y exclusivo departamento de su ahora, joven esposo, después de despedirse de sus compañeras y amigas del club nocturno.

La historia tipo Cenicienta, se interrumpe cuando los padres de Iván, unos multimillonarios rusos, se enteran del matrimonio y viajan de Moscú a EE. UU. solo para anular el escandaloso vínculo.

El tutor que tiene el joven magnate eslavo, es un armenio con poca paciencia, Toros (Karren Karagulian asiduo actor de las películas de Baker), quien llega con dos matones, Garnick (Vache Tovmasyan) e Igor (Yura Borisov), a la casa ocupada por Iván, con el fin de «ordenar» las cosas antes de que aterricen sus patrones.

A partir de este punto, el relato cinematográfico cambia de tono y se transforma en «otro» largometraje.

 

Los obstáculos de la existencia

Lo primero que resalta es el trabajo fotográfico. Las imágenes retratan de manera certera el lujo y la opulencia que rodea el romance de Ani e Iván. Esa atmósfera un tanto irreal se puede palpar. Todo coronado con la ida a Las Vegas, cuyos brillos son acordes al cuento de hada que se representa en pantalla.

Toda esta luminosidad se «apaga» una vez que el relato cambia de propósito y de ethos. La opacidad y la oscuridad se toman la segunda parte de la película. Un segundo capítulo que tiene una tensión distinta y en el cual emerge el humor.

Un tipo de humor de destellos, de situaciones absurdas, que se mezcla con la tensión y el drama que viven los personajes. Nunca deja de sentirse que en cualquier instante todo puede estallar.

Lo otro que es una acierto en Anora deviene en la capacidad de Baker de comenzar a narrar una historia, para después darle un giro radical y llevar al espectador hacia otra cosa, hacia lo que el director desea mostrar.

En este aspecto, la historia de Ani (o Anora como la comienza a llamar uno de los personajes) no se aparta mucho de lo que suele crear el director norteamericano. Enfocado en Estados Unidos y el cuestionamiento del «sueño americano», los personajes luchan por salir adelante sin importar lo que deban hacer para lograr lo que desean.

Como la madre de Moonee en The Florida Proyect que se prostituía o robaba para mantenerse unida con su hija. O como Mickey Saber, el protagonista de Red Rocket, que no duda en vender marihuana para volver a empezar de cero en su vida. Protagonistas que tienen claro que la moral no es un impedimento para hacer lo que se tenga que hacer en un mundo que pone todo tipo de obstáculos a su existencia.

En estos universos cerrados, de una nación desarrollada algunas veces irreconocible, los personajes son una suerte de actores secundarios, olvidados por el exitismo, que nunca dejan de soñar con salir adelante, que sienten que su situación es pasajera y que en algún momento, podrán levantarse y ser parte del «sueño americano».

 

Vivir en una fantasía

Esta suerte de vivir en una fantasía, Ani lo refleja de forma plausible. Ella es parte de una ilusión más dentro del club de estríperes. Una especie de hada buena, un hada para adultos, que hace feliz a los hombres bailando sobre ellos o teniendo sexo.

Con todo, en este mundo, los afectos están ausentes y la carnalidad es una puerta para transar y lograr distintos objetivos. Por esto, se entiende que ella considere que las relaciones sexuales son el único camino viable para cumplir tales objetivos.

Y en este espacio vacío en que ella se mueve, acaba creyendo firmemente en la historia de ensueño que experimenta con el adinerado muchacho con el cual se casa.

Sin embargo, al igual que en otros relatos de Sean Baker, este rasgo un poco ingenuo que poseen los personajes, choca con la dura realidad. Una realidad que golpea a estos individuos, más fuerte de lo que esperaban. Y en este aterrizaje a la realidad real, ellos quedan desnudos ante el mundo (algunas veces de forma literal, en otras de manera simbólica).

Hacia el final, el director estadounidense siempre guarda un inesperado giro que pone la historia en otra categoría. Y Anora no es la excepción, rematando el relato con una conclusión desoladora, pero humana, cien por ciento humana.

Si hubiera que reprochar una incidencia estética a la realización de Sean Baker, es el tiempo que se toma para establecer el primer acto dramático. Si bien el espectador siente que hay algo falso en todo lo que ocurre y que en cualquier momento la burbuja se reventará, esta intuición llevará a más de alguien a sentir un elemento argumental algo «pesado» mientras se desarrolla la primera parte.

El relato, al tomar el rumbo que se espera de una realización de Baker, se disfruta bastante porque la comedia, el drama y el espíritu de obra independiente se mezclan de buena manera para ofrecer un viaje alucinante por una sociedad que parece estar entre ruinas, pero en la cual siempre termina brotando la humanidad de sus individuos.

 

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Anora (2024).