La serie audiovisual alemana —que ya lleva cuatro temporadas y cuarenta capítulos desde su estreno en 2017—, se encuentra dirigida por el prestigioso realizador germano Tom Tykwer y su visionado solo es posible de efectuarse a través de la plataforma de streaming de Amazon Prime Video.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 16.1.2023
«De lo profundo del caos, perdida por el devenir en mil caminos errados atraed a mi alma que busca sin cesar la pura luz».
Himnos de Proclo
Considerada por la crítica especializada como una de las mejores series televisivas del presente siglo y galardonada con numerosos premios entre los cuales destaca el de la Academia del Cine Europeo 2019, esta producción alemana ambientada en el Berlín de entre guerras (1929-1934) conjuga en sí misma distintos géneros de forma exquisita.
En efecto esta cuidadísima obra audiovisual iniciada en el 2017 y que acaba de estrenar su cuarta temporada es un excelente drama, una absorbente aventura de misterio, una certera crónica política y social, y por si fuera poco una vibrante historia de amor.
Babylon Berlin atrapa por su magnífico guion basado en las novelas del escritor Volker Kutscher en torno al comisario Gereon Rath, también por su impecable ambientación de época y especialmente por sus carismáticos personajes, todos ellos arquetipos humanos muy logrados y brillantemente interpretados por el elenco actoral.
De este modo pronto empatizamos con esas personas retratadas, especialmente resonamos con la pareja protagonista formada por un brillante Volker Bruch quien es el comprometido comisario berlinés y la espléndida Liv Lisa Fries como Charlotte Ritter, una joven excepcional y sumamente valiente que le ayuda en sus investigaciones.
Dos almas unidas en la búsqueda de la justicia social y asimismo por la pasión del amor verdadero, unidas en ambas facetas vitales a pesar de las abundantes circunstancias en su contra.
Ellos se encuentran en el epicentro de las distintas tramas argumentales que enlazan personajes políticos y de las fuerzas del orden de la entonces denominada República de Weimar (algunos reales como el presidente Paul Von Hindemburg o el líder fascista Walther Stennes), caracteres de las mafias berlinesas y del gélido mundo financiero, individuos pertenecientes al circuito del espectáculo local y finalmente todo tipo de gentes de la masa ciudadana ninguneadas junto a las mujeres «de la vida» y los niños «de la calle», como principales víctimas de las insensibles sombras del poder.
¿Tiempos felices?
Los años 20 del pasado siglo, un tiempo aparentemente feliz para el mundo occidental y en el cual Berlín experimentó un auge cultural y artístico que la convirtió en una de las ciudades europeas más atractivas del momento.
Pero no todo eran luces, la situación económica de la gran mayoría social era precaria y la democracia se evidenciaba débil ante los incipientes movimientos políticos de tendencia radical nacidos del descontento. Por un lado el comunismo que se hacía notar en los ambientes obreros y mucho más preocupante era el nacionalsocialismo que entonces abanderaba un Hitler en ciernes, quien ya tenía en su foco a la comunidad judía.
Se nos muestran las intrigas civiles, políticas y militares para derrocar a la democracia con el apoyo explícito del nacionalismo fascista. Y la desmesurada ambición de los dueños del dinero que engatusan a los ciudadanos para que inviertan —aunque sea a base de créditos— en acciones del muy rentable entonces pero incierto siempre mercado bursátil.
Poco faltaba para el fatal crack de la bolsa neoyorquina que arrastró a sus análogas europeas convirtiendo de la noche a la mañana en pobres de solemnidad a incautos ricos y a ciudadanos de toda condición que aspiraban a serlo especulando con volátil humo.
Asimismo la serie se sumerge en la efervescente vida nocturna de los locales de baile, copas y sexo regentados por las mafias locales. Allí entre luces artificiales se desfogan y desinhiben gentes de todo tipo que en luz solar sufren en propia piel las sombras de «los tiempos felices» del charlestón y de las lentejuelas.
Se sueltan bailando juntos sin distinción de clases en los clubs nocturnos de moda, bailan frenéticos temas musicales como el potente Zu Asche, Zu Staub (A las cenizas, Al polvo) compuesto para la serie por Tom Tykver, Mario Kamien y Nikko Weidemann.
Un tema cuya letra es todo un grito ambivalente de la agonía y de la esperanza que vivenciaban:
A las cenizas, al polvo
robado de la luz
Los milagros esperan
hasta el final del océano del tiempo
Es sólo un sueño
Tú haces tu elección ahora
y nos arrojas entre la felicidad y la agonía
Estás tan cerca de la muerte
conóceme, estoy listo
y busca la inmortalidad para mí.
La esperanza en la luz del amor sin tiempo versus la agonía colectiva por el progresivo aumento del odio que el nacionalismo alentaba.
Integridad y trauma
El odio como uno de los principales factores que llevan a la raza humana al mayor de los desastres que podemos generar, la guerra. La devastadora guerra que arrasa todo lo que toca, la ciega conflagración fratricida que sesga vidas y provoca profundos traumas en los supervivientes.
Rath combatió junto a su hermano en la Primera Guerra Mundial. El comisario —como tantos soldados que han vivenciado en primera línea los combates cuerpo a cuerpo— regresó a casa traumatizado y desde entonces ha de lidiar con duras pesadillas en las que es protagonista su hermano desaparecido sin dejar rastro.
Revive la guerra en terribles ensoñaciones que se confunden con la realidad y a menudo siente temblores que dificultan su labor policial, temblores que conforman su más íntimo secreto del que bien pocos tienen conocimiento.
El atormentado comisario encarna al buen policía —no es el único con esos valores en la imponente sede central de las fuerzas del orden berlinesas— anteponiendo el bien ciudadano a los turbios intereses del poder. Rath es un hombre íntegro y de gran corazón que persevera en el buen hacer a pesar del cada vez más sombrío panorama político y social que es preludio del inminente caos nazi.
Y junto a él en ese heroico empeño, Charlotte.
La familia y el amor
La joven coprotagonista también soporta cargas familiares. En su caso la responsabilidad de sus hermanas, la menor, quien la tiene como único referente y la mayor, que es maltratada por su detestable esposo.
En el humildísimo no-hogar que las tres hermanas comparten, las sombras de la violencia machista son alargadas y sólo Charlotte se atreve a abrirse paso con coraje para liberarse de su yugo y ayudarlas en su liberación.
Otra alma comprometida que aspira a ser policía en un tiempo en que este oficio —como tantos otros— era patrimonio exclusivo de los hombres. Hombres en su mayoría desconectados de su propia feminidad —el lamentable credo del «no es de hombres ser sensible»— y que tendían a infravalorar a las mujeres. En su mayoría, pero Rath para nada es así.
Dos seres que parecían predestinados a conocerse, a unir sus fuerzas y valores por la justicia social en tiempos de creciente injusticia. Es bello el proceso de acercamiento entre ambos, el respeto mutuo que se tienen, los vaivenes que sufren por las poderosas influencias externas o los malentendidos ocasionales.
Y como suele ocurrir en las buenas historias clásicas, va en aumento la tensión del beso y el abrazo de piel desnuda que parece que nunca va a llegar a consumarse.
Porque tensión la hay a raudales —como en toda la serie, en sus tramas y personajes— y especialmente en el inquietante momento en que ambos caen a un lago con su coche. En una de las mejores escenas de la obra audiovisual —si no la mejor— vemos cómo luchan por salir del vehículo, cómo Rath logra liberarse primero y le insufla repetidas veces aire en besos de vida y de amor a una Charlotte que parece irremediablemente atrapada.
En esa escena bellísima e impactante, se evidencia el amor profundo que los une y que lo puede todo. Dirán que es ficción, pero verlo reconforta y estimula a cultivarlo en uno mismo. Se agradece ese estímulo.
Se agradece
Se agradece ese estímulo a cultivar el amor profundo a pesar de las circunstancias adversas, las retratadas en la serie o las que uno vivencie ahora y aquí.
Y especialmente es de agradecer que Babylon Berlin ponga el foco en los años previos al nazismo de Hitler, que esa luz en los albores de la oscuridad nos ayude a entender cómo pudo prosperar en democracia tan monstruoso régimen.
Se agradece por su conveniencia pedagógica ahora que tantas democracias americanas y europeas se ven amenazadas por los herederos del odio nazi, radicales contemporáneos que quizás no alcen el brazo pero que sí siguen golpeando fuerte al diferente, al que no es ni piensa como ellos.
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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Babylon Berlin (2017 -).