[Ensayo] «Calcio en la mirada de la noche»: La paternidad vulnerable

El conjunto de poemas que reúne este libro del poeta chileno Lucas Costa está enhebrado con el mismo cuidado y cariño con el cual un progenitor toma a su hija en los brazos, pero también con el rigor del entomólogo que trata de descifrar el idioma codificado en las manchas de las alas de una mariposa.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 3.11.2022

Un libro que se abre con versos que juegan con la idea de la duplicación, del calco de este mundo en otro, y el anverso de esa versión, la carne viva y vulnerable de una guagua que nace para cambiar de lleno la vida de un padre y de una madre, anuncia sus materiales de trabajo: la fricción entre la vida misma y la apariencia de vida o el desvivir cotidiano que nos asedia desde las pantallas, bits y compromisos laborales.

Este conjunto de poemas, que lleva por título una imagen sugerente y abierta a la luz y la oscuridad, Calcio en la mirada de la noche, es la tercera obra publicada del poeta y mediador de la lectura Lucas Costa (Santiago, 1988), publicada en este caso por la meticulosa editorial independiente Komorebi con base en Valdivia.

De esta forma, el título y los primeros versos nos sitúan en la novedad y la fragilidad que despierta la paternidad. Ese descubrimiento de que la vida comienza al filo de la oscuridad y puede recaer en ella en cualquier momento, ante cualquier descuido.

La vida, de algún modo, hace lo que sabe hacer: se abre paso, se diversifica y crece en los detalles del liquen, las huellas dactilares, la leche materna, las raíces. Así también ocurre con los versos, que se ramifican y conjugan los materiales dispersos que atraviesan nuestras vidas.

En esta obra tripartita Costa despliega su destreza técnica con una exuberancia que escapa a las generalizaciones y trata de dar, lo más que puede, en la semilla, en los nudos que vinculan experiencias, emociones, elementos, cosas. Todo lo que orbita la memoria y se despliega ante los sentidos, entre los que parece hacer saltos de garrocha, acompasando aromas y sonidos.

Las aglomeraciones de imágenes que articula Costa a veces se construyen a modo de enumeraciones frondosas y peculiares, que a veces recuerdan las enrarecidas asociaciones de Vallejo en Trilce, como en un poema largo que va hilvanando los variados ejemplos de la fauna laboral, para luego desembocar en el factor común, que nos hace semejantes, la relación de los progenitores con sus hijos: mamas y papas, seres humanos públicos y secretos.

Es en ese ámbito secreto que ocurre entre las paredes de las casas, donde pasamos gran parte de nuestras vidas, entre disputas, diálogos, compañías silenciosas y goces cotidianos, en el que los poemas van descubriendo como trabaja el amor que irriga las relaciones familiares, como en estos versos:

«Porque solo el amor entiende // estos misterios: oír por casualidad lo necesario / al momento de querer decir algo y expresar / en nosotros cosas que nos cambien bien adentro».

 

Hasta los límites de lo expresable

Muchos de los poemas describen una danza entre la vulnerabilidad y la violencia necesaria, indirecta a veces, que la sostiene y arrulla, como en el ejemplo de ropas y chales tejidos con la estela del cuero trasquilado del rebaño. También se trabaja mucho la hibridación entre el cuerpo humano y la naturaleza, fusionando ambos en un ecosistema imaginativo en el que, por ejemplo, de pronto piensa en una garúa entre las piernas.

Las imágenes que trabaja Costa parecen aventadas por los ecos creacionistas de Huidobro, pero pasadas por un cedazo meticuloso, que rehúye las generalizaciones y trata de transmitir algo específico.

También en la segunda sección nos cambia el panorama al presentar versos a goteras, que parecen suspendidos entre el amplio espacio de la hoja blanca, separados por paréntesis invisibles, en una construcción de aire que recuerda un poco a la diagramación de algunos de los poemas de George Oppen, pero con un talante propio, enrarecido, como de invernadero húmedo con bonsáis colgados en una disposición precisa y misteriosa.

A veces uno está tentado a decir que hay demasiada abstracción, pero si luego se reposa en las palabras (y en los silencios que habitan entre las palabras) se descubre que la mayoría de las veces hay escenas, objetos, sensaciones condensadas hasta los límites de lo expresable. Ese tratar de decir lo que no puede ser dicho.

Pareciera tratarse de la búsqueda de la palabra precisa, el espacio abierto no a la interpretación, sino a la exploración de una escena que orbitamos desde la distancia, tratando de atravesar la bruma que hay en la memoria, ajena e íntima a la vez, del compositor responsable de los versos. La claridad es un desafío del que nos toca participar, no recibir de lleno, porque, ¿quién nos la puede dar como quien da una mano?

Creo que hay un par de versos que sintetizan un poco el trabajo que se propuso hacer Costa en este retrato de la experiencia de la paternidad, que conjuga muchas otras cosas, pero que se centra en la vulnerabilidad y en la codependencia de todos con todos, y esos versos dan una idea de esa claridad posible: «el carbón atizado en un horno de barro / brilla como foco de 12,000 voltios / todos los voltios son pálidos ante esta luz».

El conjunto de poemas que reúne Calcio en la mirada de la noche está enhebrado con el mismo cuidado y cariño con que un padre toma a su hija en los brazos, pero también con el rigor del entomólogo que trata de descifrar el idioma codificado en las manchas de las alas de una mariposa o el rastro bioluminiscente que deja una ranita tropical en las hojas de los arbustos.

Por último, el despliegue técnico y la abundancia de léxico puede llegar a ser abrumante por momentos, quizá de una espesura que exige un esfuerzo demás a lectores no tan habituados a poéticas más líricas y frondosas, pero no es una decisión porque sí, sino una lucha cuerpo a cuerpo con el lenguaje que trata de acabar en un abrazo.

 

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Calcio en la mirada de la noche», de Lucas Costa (Komorebi Ediciones, 2022)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Lucas Costa.