[Ensayo] «Canoas»: Las epifanías mínimas

La nueva entrega de la autora francesa Maylis de Kerangal es un volumen que puede leerse como un diario de viaje y de aprendizaje, al correr de un conjunto de cuentos que privilegian la percepción más sutil en los cambios de los cuerpos y de las relaciones, y una posibilidad de dimensionar los prejuicios que cargamos y de los que no nos despojamos, ya sea por incapacidad u orgullo.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 15.7.2024

Voces, ecos, fantasmas son recurrentes en este volumen de relatos. «He crecido. Mi centro de gravedad se ha desplazado unos centímetros», dice la protagonista de «Vivac», el cuento que abre el volumen. En este se relata la visita a un dentista, ocasión que sirve para comentar las vivencias aparentemente domésticas por las que pasamos como ciudadanos, y que decantan en posibilidades de reflexión e incluso iluminación.

La sesión en el dentista retrotrae a la voz narrativa a nuestro pasado más arcaico como especie: «Ante esa mandíbula sin voz, me he preguntado cómo hablarían aquellos hombres y mujeres, me hubiera gustado oírlos», y acotando el hallazgo arqueológico: «Actualmente, el lugar donde se asentaban aquellas excavaciones de 2008 lo ocupa un centro de clasificación de residuos domésticos».

De esta manera, las narraciones que componen Canoas de la escritora francesa Maylis de Kerangal (Toulon, 1967) destacan por un tono que opta por sutiles revelaciones provenientes de lo cotidiano y no requieren, de hecho reniegan, de tramas formateadas para impactar en un sentido convencional, argumental.

Así, son los pequeños momentos, fugaces, estas epifanías mínimas las que entrelazan los relatos. Lo doméstico que deviene en momento zen, en espiritualidad. La visita al dentista resulta en una experiencia iluminadora como conciencia de nuestro cuerpo primitivo, porque las voces del pasado se rehúsan a partir; y las voces actuales han ido mutando, confundiéndose.

La voz es siempre la de una mujer y, a través de ella, leemos sobre sus vínculos sociales y afectivos. Ella está muy atenta a los cambios en los otros, particularmente en los cambios de voz de las personas, y esto genera un sentimiento perturbador, de desfamiliarización, que es donde se plantea el origen, sugiriendo a veces abandono, a veces traición y perplejidad.

Hay una curiosidad fijada por la voz, no solo narrativa, sino que la voz más evidente que se enuncia y que revela un timbre particular en cada uno de nosotros. La voz narrativa está pendiente de la más mínima alteración tonal en los otros. Algunas voces cambian, y eso produce un desconocimiento del otro.

En «Mustang», el más extenso de los relatos, la protagonista dice de su marido: «tu voz ha cambiado».

 

Desaparecer como los que no se han adaptado

Los roles son dignos de análisis en la pareja de franceses avecindados en los EE. UU. Este marido vuelve a estudiar y, para eso, se mudan a Colorado (a la escuela Colorado School of Mines), donde viven un shock cultural que saca a flote una mirada despectiva dirigida a los «americanitos»: «Algo me turbaba de aquellas calles», en las que no escucha: «ningún ladrido de perro… ningún grito de altercado». Esas «calles otorgadas a las tribus indias alternaban sin ironía con las reservadas a los presidentes que habían contribuido a su erradicación».

De esta forma, la esposa dedica gran parte de su tiempo a reflexionar sobre la cultura americana, y la contrasta con la propia con un tono de superioridad moral. Muchas de sus denuncias resultan facilistas, desde el momento en que no dedica ni una sola palabra a las atrocidades cometidas por Francia en sus colonias africanas.

«Me he resistido a juntarme con esas housewives que saltan de sus Toyota Land Cruiser», leemos. Ella dice haber trabajado al lado de la puerta de Versalles, entonces esta realidad gringa le resulta patética y repugnante.

Su marido, Sam, más adaptable, le reprocha que: «solo pretendía hacerme la especial, dejar claro a los de aquí que yo era distinta, europea, que me había formado en auténticas ciudades…» y que, negarse a aprender a conducir, era «una forma de condescendencia».

Así, ella va confirmando sus prejuicios sobre esta sociedad, que representa la adoración por las armas. Casi al terminar ese relato, la protagonista reflexiona sobre las especies que no se adaptan y fenecen, y, en un inconsciente boicot de orgullo, o, en una imposibilidad de adaptación o de una humildad más doméstica reconoce que: «me gustaría desaparecer como los que no se han adaptado».

En «Nevermore», De Kerangal, a través de las hermanas Klang, enuncia voces que rinden homenaje a Edgar Allan Poe. Aquí también hay atención puesta en las voces: «recordé que el cuervo puede aprender a hablar, a imitar la voz humana, el grito de un lobo, el canto de un mirlo, el motor de un coche y aun el llanto de un niño».

Después, en «Ontario», donde se celebra un festival literario, la voz narrativa, siempre en su postura de crítica observadora, comparte su favoritismo por la voz como certificado de existencia: «bastante más que una foto o un objeto cualquiera que me haga ver su rostro querido, es recordando la voz de los muertos queridos como los mantengo presentes en mí».

En «Un ave ligera» se retrata una relación particular entre padre e hija, con la figura de la madre ausente y, nuevamente, es la voz la que pena: «papá, me gustaría que borrases la voz de mamá del contestador del teléfono». Pero el proceso de duelo se vale del residuo orgánico en forma de tecnología: «Su voz le sobrevivía bajo una forma grabada, ingastable, bajo la forma de un ave ligera… la conservé».

Canoas es un volumen que puede leerse como un diario de viaje y de aprendizaje. Un conjunto de cuentos que privilegian la percepción más sutil en los cambios de los cuerpos y las relaciones, y una posibilidad de dimensionar los prejuicios que cargamos y de los que no nos despojamos, ya sea por incapacidad u orgullo.

También es un recordatorio de nuestro lugar en un mundo arcaico, donde la adaptación de las especies y la supervivencia siguen siendo grandes pruebas.

 

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Canoas», de Maylis de Kerangal (Editorial Anagrama, 2024)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Maylis de Kerangal (por Hannah Assouline).