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[Ensayo] «Cantos de la humanidad»: Un poemario que profundiza en la experiencia vital

El publicista y autor chileno Yeries Musiet Weitzel (en la imagen destacada), lanza este volumen de versos en Florida, Estados Unidos, y el cual intenta en sus páginas dar cuenta del ejercicio de ser hombre o mujer en el mundo, a partir de un conjunto básico de estados biográficos que podrían considerarse transversales a todos: el arte, la conciencia de la propia muerte, la pérdida de la madre, la soledad, el amor, entre otras situaciones (que a nadie le importan, en verdad).

Por Pablo Rojas Escobar

Publicado el 10.7.2023

«Y al mundo no le importa». Yo me muero y a nadie le importa, ¿por qué debiera importarles? Para ellos no somos más que números. Me llaman para venderme un seguro de salud, no para saber cómo estoy de salud. Este es el dolor de vivir en el mundo moderno. Es un dolor constante de la sociedad moderna, y por lo tanto también de su arte y su poesía.

Este estado mercantil es la total desacralización del entorno (alguna vez natural): es la huida de los dioses, del fin de una visión encantada y trascendente del mundo más allá de lo material y finito de esta vida. Somos números. Este dolor de la muerte de Dios es un estado de la verdad histórica de una sociedad que desconoce lo sagrado como experiencia verdadera y colectiva.

Así, esta experiencia de orfandad de los dioses se experimenta no tanto como una angustia personal, si no como una falta de cohesión valórica de la sociedad.

Persiste un sentimiento de aislamiento valórico. La sociedad moderna vive ya en un nihilismo total donde asumir acertadamente conceptos como lo bueno y lo malo, lo justo, lo verdadero y lo bello se hace imposible, porque los valores han sido reducidos a puntos de vista, prejuicios, y en el peor de los casos, en un refugio para fanáticos y conservadores.

En este contexto escribe la poesía hoy, no sólo frente al vacío de la página en blanco, si no también frente al vacío de la existencia. Llenar este vacío es crearlo todo. El problema fundamental que desafía el arte hoy es la creación de un sistema de reglas para la creación artística. Habrá que reinventar el amor, la locura y la muerte.

Aquel problema lo enfrentaron de modo panfletario los poetas de la primera parte del siglo XX escribiendo manifiestos y poéticas (aunque sus obras siempre fueron mucho más allá que sus panfletos estéticos).

Estéticas como el surrealismo, el creacionismo, el realismo socialista, el cubismo, quisieron legitimar sus posiciones estéticas en función no de los viejos valores de belleza y rectitud, si no a partir de valores nuevos ad hoc a la absurda sociedad de las máquinas, rebeldes ante un pasado que ya no se podía ni explicar ni experimentar con las viejas categorías del pensamiento y el arte.

La poesía y el arte se volvieron hacia el pensamiento y la filosofía. Y por la misma razón la filosofía misma se tornó hacia el arte buscando una forma de pensar que diera cuenta de una dimensión del pensamiento del ser que excede al pensamiento lógico formal y que da cuenta de la existencia de un modo más cercano a como experimentamos el mundo.

El arte cubre el antiguo puesto de la religión cuya función permite integrar la experiencia individual en una explicación total del ser y el mundo.

De esta forma, existe un lugar de intermediación textual donde Platón, Wittgenstein y Heráclito se encuentran con Rimbaud, Huidobro y Borges. Evidenciando un hecho intuido por todo lector contemporáneo, hay textos que transitan entre la literatura y la filosofía sin ser exclusivamente lo uno o lo otro.

Hay un espacio impreciso entre filosofía poética y poesía filosófica que se hace necesario explorar sin nombres, en la falta de medida en que la incertidumbre de una sociedad sin rumbo y sin valores interpela a quien la vive y la experimenta sin encontrar categorías lógicas que la expliquen. Este es el espacio en que se desenvuelve la poesía de Yeries en Cantos de la humanidad.

Cantos de la humanidad intenta dar cuenta de la experiencia de ser en el mundo a partir de un conjunto básico de experiencias que podrían considerarse transversales: la poesía, la conciencia de la propia muerte, la muerte de la madre, la soledad, el amor, entre otras (que a nadie le importan).

En este sentido, aunque la poesía de Yeries tenga antecedentes literarios como los mencionados anteriormente, Cantos de la humanidad no es una literatura armada en la medida de otra literatura a modo de imitación, si no muy por el contrario, es una poesía hecha de experiencias vitales expresadas en el lenguaje en la forma de un verso que tiene características propias.

 

Un espacio de incertidumbre y posibilidad

En «Sobre la poesía», texto que sirve de introducción al poemario, se presenta la relación de con la literatura y el oficio del poeta. Se describe aquí la experiencia poética inicial e iniciadora como una transfiguración de la realidad. Yeries nos cuenta cómo se inició en la poesía. Tras la primera experiencia poética de llenar el vacío de la página: «el observador había cambiado y se volvía la hebra que canalizaba esa enorme corriente transformadora».

A partir de entonces la experiencia poética se convertirá en un «exorcismo de lo tradicional», una «reinterpretación de la realidad». Esta experiencia transformadora, reinterpretativa y reinterpretadora, le pertimite a Yeries conceptualizar la experiencia del mundo a partir de la experiencia poética. Como él mismo señala: «El mundo fue redescubierto, y al mismo tiempo, se crearon otros totalmente nuevos».

«El arte es el contramovimiento por excelencia frente al nihilismo», señala Heidegger en su estudio sobre Nietzsche. Y esto que puede parecer superfluo deja de parecerlo cuando reparamos en el carácter positivo y afirmativo del acto de creación artística.

Sin ir más lejos, el arte es un espacio conceptual y cultural donde las posibilidades de operación son infinitas y casi prácticamente todo es posible. En este espacio de incertidumbre y posibilidad el artista toma decisiones sobre los materiales de su trabajo, sus temas: la muerte de la madre, un encuentro erótico, la vida, el lenguaje, la poesía.

En el arte todo es decisión, incluso donde radica la pasión, el sueño, el absurdo, hubo antes una voluntad creadora que dejó ese espacio de incertidumbre como una elección previa antes de la obra. Por eso Yeries plantea la pregunta en «Sobre la poesía» si el artista, y más propiamente el poeta y él mismo es acaso: «un constructor de máquinas invisibles con engranajes soberbios para alterar la consciencia».

La poesía se ha puesto aquí no como un objeto estético hecho de palabras, no como un adorno hecho de lenguaje, sino como una experiencia capaz de reinterpretar la imagen del mundo. Por esto la poesía de Yeries se mueve entre la creación y la destrucción de mundos: «me balanceo entre crear la palabra infinita y destruir todo lo conocido». Este es el desafío que el arte y la poesía deben enfrentar.

Ya sea a partir de invenciones morfológicas o la creación de imágenes, el poeta debe explorar un terreno conceptual: «donde las cosas ya no están definidas por alianzas», en palabras de Yeries. El poema puede prescindir de la lógica y del lenguaje descriptivo porque a partir de un movimiento integrador puede reunir distintos ámbitos de la experiencia. Por ejemplo, en «Canto del hijo desgarrado» y «La muerte inconcebible»:

¡Madre, has muerto!
El solsticio cruzó tu mirada
Y la cerró con un sudario invisible.
Es un sueño soberano
Y yo
Soy de nuevo el niño desamparado que implora ante tu mano
¡no puedes irte!
Estabas antes, estuviste siempre como una certeza eterna.

El fragmento muestra el movimiento integrador de diversos aspectos particulares de la experiencia, alejados entre sí: el solsticio, la mirada, el sudario, el sueño, la infancia, la mano; y al mismo tiempo ofrece la interpretación unitaria de estos elementos dispersos a partir de la experiencia del dolor ante la muerte de la madre.

Así, en el poema hay una relación que integra el solsticio, la mirada, el sueño, la mano. Estos elementos fueron dispuestos en función de una voluntad organizadora. Y esta voluntad organizadora no es otra que la voluntad de dar sentido a una experiencia. El poeta pone en orden el universo entero poniendo en orden los elementos que conforman el poema.

En Canto de la olas pornográficas, se nos ofrece también la interpretación de distintos elementos dispersos articulados semánticamente alrededor de la experiencia erótica:

Y mientras mi ser se congela
Con los haces de tu baile
Un arpón se entierra
En mi torso
Y un tridente en tu contorno
Y mi mano te desgarra
Por dentro hasta la sima
Y nuestras bocas se vuelven sangre
Y tus comisuras una hoguera
Y los torrentes se funden en el litoral
Y un coro retumba hasta la médula
Y la tinta se acaba.

En el fragmento se evidencia como el poema imita a partir de una estructura anafórica (la reiteración de una estructura sintáctica), la repetición constante del movimiento de las olas y por asociación, casi por metonimia, también el movimiento de la cópula.

De esta manera, los distintos elementos, el baile, el arpón, el torso, la mano, la sangre, las bocas, el litoral y la tinta, deben integrarse, no tan sólo en una categoría explicativa que integre sentidos particulares a nivel lógico discursivo, si no en un ámbito de relaciones emotivas que quedan excluidas de la expresión lingüística pero que no son ajenas a la experiencia sensual y concreta del lector.

 

La existencia personal reducida a una estadística

Cantos de la humanidad es una forma de remediar el absurdo de la existencia y volver a vivir el sueño de la vida. En algún momento señala Yeries: «Madre has muerto / y al mundo no le importa». En esto consiste el absurdo del mundo, en que el dolor personal, y la existencia personal está reducida a una estadística.

La poesía por el contrario es la afirmación de los valores fundamentales, no a partir de un decálogo moral, si no a partir de la experiencia poética del mundo, aquella que liga la experiencia individual de ser persona en el mundo y aquellas experiencias universales que vinculan al ser con la humanidad.

En este sentido, la poesía de Cantos de la humanidad es más que mera forma poética. Es una poesía que no se queda en la estética decorativa de las palabras. Es una poesía que al profundizar en la experiencia poética es capaz de vincular la experiencia de la vivencia única y personal de la angustia ante la muerte, la falta de Dios o el erotismo, con una imagen del mundo que si bien se presenta fragmentada da cuenta de la experiencia del vivir colectivo.

Así, el verso como un fragmento, un acercamiento quebrado a una unidad rota de la experiencia del mundo, le da a Cantos de la humanidad una particular forma cercana al sueño o al collage, a la yuxtaposición de imágenes que en su totalidad recomponen una unidad que si bien no puede dibujarse claramente puede intuirse, como a través de cristales empañados o mejor aún a través de un caleidoscopio.

Bajo estos parámetros, el verso cobra especial relevancia como una suerte de entrada posible a una realidad superior y compleja. Los versos de Yeries son trabajados en el plano del contenido antes que en el plano de la sonoridad.

Es decir, los recursos técnicos de la rima o el metro quedan postergados a la expresión de un sentido. Son usados con discreción, puesto que hay una consciencia que ha puesto primeramente el valor del verso como vehículo de sentido de la experiencia humana.

Y es por esto que la poesía de Cantos de la humanidad no es una poesía meramente estética. No es decorativa, ni se detiene en aspectos superficiales del verso.

Cantos de la humanidad es un poemario que profundiza poéticamente en la experiencia humana, en toda su simpleza, en toda su complejidad, en toda su poesía y en toda su crueldad.

 

 

 

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Pablo Rojas Escobar (1981) es un profesional de la comunicación, escritor, docente, investigador y experto en lingüística, creación literaria y análisis del discurso.

En 2007 publica El bosque está en mis ojos y yo estoy en el bosque (narrativa) en la ciudad de Buenos Aires, en 2020 lanza Caminantes en la nieve (narrativa) y en 2021 Arbor (poesía), ambos textos en la ciudad de Temuco. Actualmente se radica en Carolina del Norte, Estados Unidos.

 

«Cantos de la humanidad», de Yeries Musiet (Landing Partner Publishing, 2022)

 

 

 

Pablo Rojas Escobar

 

 

Imagen destacada: Yeries Musiet.

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