Más allá de la felicidad que genera leer una obra que no teme fecundar la historia con fantasía y mitología, casi como un cuento de fantasía para adultos (un Macondo sin tanta latera genealogía familiar), la prosa envolvente, húmeda y cálida como la selva india de su autor, sirven para ensayar varios tópicos que son centrales en el imaginario estético y creativo de Salman Rushdie.
Por Alfonso Matus Santa Cruz
Publicado el 23.3.2023
En la fauna de la literatura moderna no es fácil encontrar narradores que se atrevan a exponer sus poderes creativos, dejándolos proliferar sin contenerse a la primera floritura, sin quedarse en el detalle concreto en vez de explorar la exuberancia descriptiva que dota de vida a escenarios y personajes.
Como con toda ley, contra los pronósticos siempre hay excepciones, algunas fallidas y otras rutilantes. Hoy hablaremos de uno de estos últimos casos.
Nuestro narrador de turno es el iconoclasta escritor británico-estadounidense de origen indio Salman Rushdie (Bombay, 1947), encumbrado y perseguido a la vez, que hace menos de un año sufrió un atentado contra su vida por parte de un extremista islámico que lo tuvo al borde de la muerte, en una localidad cercana a Nueva York, esta última urbe, su lugar de residencia desde hace años.
Este fue solo el último episodio en una cruenta serie de tres décadas, tras la publicación de su novela Los versos satánicos, tachada de herejía que provocó amenazas de muerte, incluida una fatwa por parte del ayatolá Ruholla Jomeiní, entonces líder supremo de Irán.
Pero hoy nos toca hablar de su última novela, Ciudad Victoria, publicada en español por la casa editorial Random House.
Una obra que no solo sirve como respuesta a la ortodoxia y la violencia que emana de las facciones religiosas extremistas de toda laya, sino que pone a prueba los recursos del narrador hasta el punto de recobrar la fertilidad de la inventiva sin dejarse nada en el tintero.
Una urbe floreciente, invencible y maravillosa
De entrada, nos encontramos con una niña que ve a su madre dirigirse, impasible, a una pira ardiendo con las mujeres de su pueblo, abrazando la destrucción como quien reza frente a un altar.
La misma niña que será nuestra protagonista, Pampa Kampana, que vendrá a enunciar su nombre tras guardar silencio durante años en la cueva de un eremita, que tan asceta no fue ante su pujante belleza.
Eso hasta que saca el habla con la llegada de dos hermanos, les entrega un puñado de semillas y de estas nace una ciudad floreciente, invencible, maravillosa: Bisnaga, la ciudad victoria. Este artificio es la obra de la diosa que habita dentro de Pampa Kampana, mujer destinada a ver la infancia, el apogeo y el declive de una urbe que construirá un imperio para luego retornar a lo que el tiempo siempre nos lleva.
Pasarán los años y ella apenas los sentirá, más de dos siglos y ella apenas con un cuerpo que llega a la cuarta década.
Condenada a ver morir a sus hijas, a ver cómo los sueños que susurró en los oídos de los ciudadanos que se crearon a partir de las semillas, sueños de tolerancia, goce, ecuanimidad e igualdad entre hombres y mujeres, se contaminarán con la inercia del olvido y la corrupción de los ideales que engendró: una alegoría del mismo proceso creativo, podríamos aventurar sin apostar en demasía.
Las libertades narrativas que se toma Rushdie para conjurar tamaña empresa son varias, pero es capaz de engatusarnos con una destreza que recuerda a la de Scheherazade.
Así, la obra que nos lega no vendría a ser sino la versión en prosa, abreviada y comentada en ciertos puntos, del poema épico que compone la misma Pampa Kampana para relatar la historia de esta ciudad resplandeciente, el Jayaparajaya, una epopeya en que el amor, el desengaño, guerras, aventuras y el exceso de los gobernantes conviven como las frutas de un mismo árbol.
Más allá del goce que produce leer una obra que no teme fecundar la historia con fantasía y mitología, casi como un cuento de fantasía para adultos (un Macondo sin tanta latera genealogía familiar), la prosa envolvente, húmeda y cálida como la selva india, sirve para ensayar varios tópicos que son centrales en la obra de Rushdie.
Asimismo, ese estilo literario hunde sus interrogantes estéticas en la trama de la modernidad (el dogmatismo recalcitrante y la violencia que conlleva, la balanza de poder entre los géneros, el karma y el duelo individual y colectivo), así como en el mismo ejercicio de la creación narrativa.
Una obra vasta pero no excesiva, capaz de estimular la imaginación e ilustrarnos sobre los avatares que atraviesa una vida y un imperio.
***
Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.
Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Salman Rushdie.