A lo largo de casi 70 páginas la creadora chilena Carolina Muñoz Hinrichsen recuerda a los proyectos de una cierta poesía ensayística de autores mayores que piensan los versos como un aparato no solo estético sino también intelectual.
Por Antonia Torres Agüero
Publicado el 23.1.2025
El primer movimiento consiste en abrir las alas
tanto como cerrarlas
siempre y cuando
se realice uno detrás del otro
abrir y cerrar las alas
en un continuo
formando entre ambos
un solo movimiento.
Si el primer movimiento es abrir las alas
el segundo es cerrarlas
el orden de estos movimientos no importa
siempre y cuando sucedan uno detrás del otro
sin parar
abrir y cerrar
abrir y cerrar
abrir y cerrar
las alas
de tal forma que el primer y segundo movimiento
terminarán siendo uno solo.
Carolina Muñoz Hinrichsen
¿Es el arte presentación de cosas nuevas, previamente inexistentes, o re-presentación de las cosas ya conocidas del mundo? ¿Son las cosas del mundo una ontología uniforme, estable y siempre igual para todas y todos sus observadores, o las cosas existen en la medida que son una experiencia personal y subjetiva de ese mundo?
Dicho de otro modo, ¿es el mundo un «afuera objetivable» para el «adentro» del Yo o más bien se trata de una experiencia del mundo? ¿Es acaso posible imitar el mundo de manera objetiva e identificable y reconocible para todos?
Estas son algunas de las preguntas de las que intenta hacerse cargo el poemario que hoy presentamos, Defecto mariposa de Carolina Muñoz Hinrichsen (Concepción, 1976), cuestión que llevará a cabo, nada más y nada menos, que a través del relato —bastante preciso, bastante técnico— de una anécdota consuetudinaria y hasta pueril: la presentación teatral de un grupo de niños pequeños en lo que presumimos es una guardería o jardín infantil.
Niños que dramatizan, representan, o actúan de mariposas (aunque también hay otros animales) imitando el inicio y la ejecución de su vuelo. Eso es todo.
A lo largo de casi 70 páginas, la hablante despliega entonces una reflexión poética del hecho aparentemente banal que constituye un acto de fin de año (supongamos) de un grupo de niños de entre tres y cuatro años de edad (supongamos también), frente a sus madres (volvamos a suponer también, porque eso es lo que insinúa el texto) organizados y dirigidos por sus maestras (todas mujeres) y que disfrazados simulan, imitan, asemejan el increíble movimiento de mariposas en vuelo. Eso nada más. Y nada menos.
¿Pero no es acaso eso la poesía? ¿La epifanía de una revelación a partir de uno o varios hechos aparentemente anodinos e intrascendentes? ¿La comprensión de un sentido oculto entre los pliegues opacos de lo real, un destello bajo la vulgaridad de lo cotidiano?
También podríamos decir, con algo más de imaginación y voluntad creadora (¿no es acaso eso lo que hace justamente un lector? ¿Sobre todo un lector de poesía? ¿El más ambiguo y silencioso de todos los géneros literarios? ¿No es el lector el más voluntarioso e imaginativo de los personajes en el teatro de la literatura?
Podríamos decir también, repito, que Defecto mariposa es una suerte de manual o, mejor aún, de informe que da cuenta detalladamente de una escena compleja pero habitual.
Una escena conocida para la mayoría, llena de actores y de reglas, una escena que cumple el «objetivo cultural», por decirlo de algún modo, de la educación, escolarización, socialización del sujeto humano? ¿Su adiestramiento y entrada en la comunidad de lo social, de lo común?
Luego, un informe o discurso en clave científica, como dice Dafna Meezs en el texto de la contratapa, que permitiría no solo objetivar sino también reproducir la experiencia allí descrita. Como si fuera un guion o una memoria que documenta los «efectos» de dicha experiencia educativa.
Sucede también que el mundo explicado literalmente, como si quien lo enuncia o quienes lo escuchan, o tal vez ambos, pertenecieran a aquel espectro del género humano que hoy se ha dado en llamar “neurodivergente”, puede llegar a poseer una poesía que no sospechábamos.
Defecto mariposa persigue también un poco eso, arriesgándolo todo por medio de un lenguaje que a ratos resulta de una lógica tan incontestable, tan desoladora, que irrita.
Con todo, sus poemas quieren designar la cosa en sí. Literal y no literariamente. Indicarla para que no quepa duda de qué va el asunto. Señalarla para detenerla. Aprehender y nombrar el mundo para poseerlo y tal vez, quien sabe, comprenderlo y luego reproducirlo.
La imagen y el fenómeno se funden en un solo signo
Pero aquí, una vez más y afortunadamente, emerge la lección de la poesía: las palabras no son las cosas y por lo tanto las cosas se nos escurren, pese a todo. O como decía Karl Kraus, a quien parafraseo de manera seguramente inexacta: «mientras más miramos fijamente una palabra, más se nos escapa o escurre esta».
El lenguaje no alcanza a dar cuenta de lo que quiere representar, sin embargo —y allí la maravilla— en ese intento, el o la poeta ha creado una cosa totalmente nueva: el poema. Y lo ha logrado principalmente porque le ha adherido su propia subjetividad, su propia experiencia en el proceso de la creación. Ese aura irreproducible del original que depende puramente del artista:
Lo más importante en un acto mimético
es alcanzar un valor personal
distinto al de aquello que le dio su origen
y desprenderse de las referencias representacionales
que lo remiten a una realidad específica.
(poema VI, p. 22).
A estas alturas resulta más o menos obvio que Defecto mariposa quiere también elaborar una poesía que aspira a ser un pequeño tratado de estética, o que quiere plantear algo así como una discusión sobre teoría estética que —eso lo dejo a juicio de sus lectores— no me atrevo a asegurar quede zanjada.
Pero su virtud radica en que lo hace artísticamente: su lenguaje es la poesía y sus medios esos artefactos hermosos y extraños que son los poemas. Y como se trata de poesía más que de teoría, lo que dejan instalado estos textos son más preguntas que respuestas.
Su proyecto es el de la apertura estética versus el de la clausura teórica (algo que queda intensa y bellamente expresado en el poema que cierra el libro, y que no adelantaré por ahora), en donde —oh, ¡albricias!— el carácter performático del lenguaje, su operación metafórica demuestra tener efecto sobre lo real: lo invocado sucede. Lo nombrado se realiza.
Un asunto maravilloso que se insinúa entre líneas varias veces, con elegancia y discreción desde el principio del libro, y que, se podría decir, es una de las tesis de este pequeño tratado de estética: en el poema la imagen y el fenómeno se funden en un solo signo. O, como dice Susan Sontag en uno de sus más famosos ensayos, no se trata de lo que el arte dice o si acaso comunica algo, lo interesante es lo que hace.
El niño está listo para representar una forma
que nos recuerda a una mariposa
es el momento en que sin saberlo
transgredirá los límites de la representación.
Ser
la mariposa
no una imagen aparente.
El niño no está vestido de mariposa
en él existe
la mariposa.
(poema XXVIII, p. 47).
La propuesta de una fe
También podríamos decir que Defecto mariposa es un libro sobre niños. Sobre cómo piensan, cómo juegan y cómo éstos son «civilizados» por los adultos. Aunque por momentos los niños sean también aquí, en virtud de la imaginación poética, una especie que se estudia con la atención de un entomólogo. Un objeto observable.
Y ahí surge otra arista para mi importante de mencionar sobre la particularidad de este libro: Defecto mariposa coquetea con un cierto «objetivismo» literario no declarado en donde las cosas en sí son poéticas por sí mismas, más que la retórica del lenguaje que las expresa y que de este modo las construye, las produce.
La poeta pone el ojo en la materia que produce la idea: la mariposa, los árboles, las flores, las estrellas. Y también lo hace en los personajes que aquí, tal como en el teatro, no son personas individualizadas ni poseen rasgos particulares: son figuras, actores. Madres, maestras, niños, animales.
De esta manera cada niño que caracteriza a una especie sobre la tarima
representará de forma convincente
las imágenes que según la experiencia del grupo de maestras
corresponden a la naturaleza esencial de dicha especie.
La ilusión de realidad presentada
se espera sea gratificante para las madres
que representan el amor
hacia la labor de las maestras
siendo este un hecho predecible por ambas partes.
(poema XII, pp. 28-29).
Defecto mariposa recuerda en alguna medida los proyectos de una cierta poesía ensayística de autores mayores que piensan o pensaron el poema como un aparato no solo estético sino también intelectual, cuya inteligencia puede iluminar algunos asuntos tan radicales como son los problemas de la representación artística, de la imagen, la ilusión, el deseo, la idea de belleza o la de caos que late en la emergencia de lo nuevo.
En cualquier caso, pienso que si Carolina Muñoz —quien recién empieza a publicar nel mezzo del cammin della vita, por así decirlo— ha titulado sus dos primeros libros con palabras alusivas a la falla, al error, al percance (Defecto mariposa, Pequeños accidentes), vamos bien.
Así, entender el mundo desde sus discontinuidades, desde el azar; leerlo desde el misterio, la heterogeneidad, desde su más pura experiencia, suele ser más inteligente y productivo que desde la soberbia positivista de lo uniforme, lo conocido, lo manejable.
Porque pese a un insinuado pesimismo y su pequeña dosis de escepticismo, este libro propone justamente una fe.
Una fe en lo impredecible, lo inesperado, en lo insumiso, incluso. Allí es donde duerme la utopía de lo nuevo. Aquello inédito y desconocido que, de pronto, abre las alas, se eleva y hasta logra volar.
***
Antonia Torres Agüero (Valdivia, 1975) es escritora, periodista y magíster en literatura hispanoamericana contemporánea de la Universidad Austral de Chile y doctora en filología románica (Dr. der Phil) por la Heinrich-Heine-Universität de Düsseldorf, Alemania.
Es autora de los libros de poesía Las estaciones aéreas (Barba de Palo, 1999), Orillas de tránsito (Secretaría Regional Ministerial de Educación, 2003), Inventario de equipaje (Cuarto Propio, 2006), Umzug (Cuarto Propio, 2012), la traducción al alemán de este último, Mudanza/Umzug (Trad. K. Viseneber, Düsseldorf University Press, 2015), la antología de su obra Las secretas costumbres (Aparte, 2020) y Los detalles del mundo (Aparte 2022).
También ha publicado las novelas Las vocales del verano (2017) y Libros marcados (2023), ambas bajo el sello Penguin Random House, así como cuentos en las antologías No te pertenece. Cuentos contra la violencia de género (Garceta, 2020) y Frontera norte. Antología de narrativa chilena y mexicana (Cinosargo, 2020).
Ha obtenido las Becas de Escritura para cuento (2018) y ensayo (2021) del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Su libro Los detalles del mundo obtuvo el Premio a la Mejor Obra Literaria 2023, en el género poesía.
Imagen destacada: Carolina Muñoz Hinrichsen.