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[Ensayo] «Disclinaciones»: El monstruo que todos llevamos dentro

En esta nueva obra del poeta y psiquiatra español Luis M. Iruela, su autor se sirve de un lenguaje muy rico, procedente desde distintos campos del conocimiento, como la psicología, la medicina, la ciencia, en una semántica pletórica de connotaciones, imágenes y metáforas, originales y sorprendentes.

Por Susana Montemayor

Publicado el 18.11.2022

Si atendemos a la definición que dio Jorge Guillén, en torno a la poesía pura de Paul Valery como: «aquello que queda en el poema después de suprimir todo lo que no es poesía», es decir, la abstracción de lo circunstancial y la búsqueda del rigor conceptual unido a la perfección formal, podemos hablar de Luis Iruela como poeta puro cuya atención va dirigida a la razón sin detrimento de los sentimientos. Poesía intelectualizada pero emocionalmente intelectualizada.

Disclinaciones (Colección Cuadrá-Tú de la editorial internacional de poesía Hebel Ediciones) es un poemario escrito en 2021 y publicado en 2022. Cuarto libro de Luis Iruela, tras Tiempo diamante, A flor de agua y No verdad.

Si en el primero de ellos se nos ofrecía un canto a la materia, su composición y belleza; en el segundo un hondo lirismo sobre la enfermedad y la condición de la persona enferma; en el tercero el sutil límite entre la verdad y la mentira, este cuarto poemario gira en torno al monstruo que todos llevamos dentro.

En todos sus libros el poeta despliega el caleidoscopio de variados y profundos matices que un mismo tema puede llegar a ofrecer después de una minuciosa reflexión y contemplación de los seres vivientes y de la naturaleza en su más rigurosa composición y significado metafóricos.

Así, en su escritura viven armónicamente el científico, el poeta y el filósofo. Iruela los lleva dentro; del primero se vale para la exactitud, el rigor, la precisión y la minuciosidad; del segundo, para gozarse de la belleza expresiva y del tercero para bucear en una profundidad reflexiva.

De esta suerte, Luis Iruela es un humanista con un complejo y homogéneo universo poético que dista mucho de la heterogeneidad lírica, no siempre poesía, que muestra este género en las últimas décadas.

 

Una cosmovisión sobre lo humano

El título Disclinaciones nos dirige directamente a la indagación de su significado técnico en el mundo de la ciencia.

Así, se refiere a que la resistencia y la ductilidad de los materiales no dependen de la inmensa mayoría de los átomos que ocupan el sitio que les corresponde en la red cristalina —los perfectos— sino de las imperfecciones en la estructura, o dicho con más precisión, de aquellos átomos que ocupan los lugares extraños donde la estructura es imperfecta; los núcleos de las dislocaciones, el frente de las fisuras, las fronteras de grano.

La clave para optimizar las propiedades mecánicas de los materiales se basa en el conocimiento y en el control de estas imperfecciones.

Partiendo de esta definición deducimos que el poeta nos lleva al mundo de la imperfección, de la fealdad, de la crueldad, lo monstruoso y la distorsión. Esta última idea de lo monstruoso se corrobora en la cita que encabeza el libro: «¿Acaso no es siempre uno el monstruo de alguien?», de Paul Chauchard, no en vano, doctor en neurofisiología como nuestro escritor es doctor en psiquiatría.

En Iruela las citas y los títulos que encabezan cada uno de sus poemas son una extracción poética y más pura aún de las composiciones que encabezan, lo que permite al lector poder descifrar con cierta nitidez el contenido de los mismos.

Lo monstruoso es el lienzo de fondo de todo el poemario: el ser humano es un monstruo para el otro o para sí mismo en profunda paradoja junto a otras actitudes genuinas y benévolas. De ahí que seamos seres contradictorios y ambiguos, en los que la línea entre víctimas y verdugos se adelgaza tanto que, puede llegar a ser imperceptible.

Pero el monstruo es presentado por Iruela en un crisol de matices que desborda el comentario que podamos describir en esta reseña: desde la belleza que puede deformarse o hasta la deformidad que puede llegar a ser bella: «pues el diamante es el tiempo, / que en su torsión / sigue absorbiendo belleza» («Torsión de diamante»); o la soledad de lo monstruoso: «Nada llena la tristeza como / la soledad de un monstruo» («Nada repele»); o despeñada la biología pueda producir un solo ojo a Polifemo, ojo lleno de amor, rechazado por la «biología triunfante» de Galatea, completando la tradición literaria y cultural de la unión entre lo monstruoso y la belleza.

«Solo una frágil vida / guarda al monstruo/del único ojo, / ciego por el ascua / de Galatea» («De noches inmensas»); o el rechazo hacia la deformidad que puede originar una enfermedad: «Cuánto llora un bebé / con torsión del eje / ocular, / víctima de la tosferina» («Ración de leche»); o la visión cercenada de la anciana anclada por la cifosis al horizonte de un asfalto sucio («Horizonte en tierra»); o que un imperfecto corazón sea capaz de: «de plegar / y desplegar / su banda de fuerza / helicoidal / para absorber / y derramar/oxígeno en el bosque / de clorofila roja» («El corazón plegado»); o la fertilidad de lo imperfecto frente a: «La perfección / tan aplaudida / es la ciencia de lo estéril» («Lo imperfecto»).

En esta cosmovisión, solo brevemente apuntada, del tema central, no olvida la ternura, ni la empatía que le produce a la vez la condición humana en toda su monstruosidad. De esta manera, hay poemas que enlazan con libros anteriores como aquellos que tratan la monstruosidad de la enfermedad («A flor de agua») o la belleza imperfecta de la naturaleza («Tiempo diamante»).

Bajo la pátina de fondo que recorre todo el poemario, se pueden percibir algunos núcleos temáticos del tema de la monstruosidad:

El monstruo se vuelve cruel con los otros y esa crueldad puede venir dada por la falta de empatía («¿Por qué hablar?»); por el hábito y la repetición en la realización de una crueldad («Sueño»); por el disfraz que el monstruo utiliza de dulzura («¿Entonces?»); por la atracción hacia el mal («Estrías de arena»): por la cosificación que realizamos del «otro» («Cosa entre las cosas»); por la astucia que es capaz de destrozar el Edén («Sin duda»).

 

Rescatar a la belleza

En algunos poemas el monstruo no se conforma con destrozar «al otro» sino que se ceba con la naturaleza devastándola («Bosques humeantes») o creando ciudades que, como monstruos, devoran la vida («La ciudad roturada»). En franco contraste con la mano destructora del ser humano aparecen los animales en toda su belleza y esplendor («Ánade y flamencos»), con ellos Iruela rescata la belleza como lugar en donde no hay cabida para la crueldad.

Tampoco hay lugar para el monstruo en la infancia en la que: «los niños cazadores / de nieve. Bebedores / de copos-cristales, / dejándose envolver / por el ampo / de un torbellino silbado / que trasluce sus risas / No han llegado / a ser monstruos todavía» («Cazadores de nieve»).

También el monstruo es la enfermedad, física («Neumonía») o mental («Lipemanía»). O las imperfecciones del cerebro como origen de las monstruosidades de la condición humana («Fulminante») o los trastornos de la personalidad («Qualia», «Narcisismo»).

El poemario se abre: «pues el diamante es el tiempo / que en su torsión / sigue absorbiendo belleza» («Torsión de diamante») y se cierra («Disclinación») con la imperfección de la belleza: «Reticular distorsión/ en la malla cristalina, / compensación axial / de oculares equilibrios».

Curiosamente, la ductilidad y contradicciones de los seres humanos se debe a las imperfecciones; así como un metal perfecto —si existiera— probablemente sería tan poco maleable como una piedra, el ser humano y la naturaleza sin imperfecciones no presentaría matices. En todos los casos se detecta que las imperfecciones han sido la espoleta que ha activado el cambio.

No se aparta, como en poemarios anteriores, de la métrica simple, el verso corto y breve y la rima irregular. Se sirve de un lenguaje muy rico, procedente de distintos campos de conocimiento, psicología, medicina, ciencia, psiquiatría; rico en connotaciones, imágenes y metáforas originales y sorprendentes («oxígeno en el bosque / de clorofila roja» en «El corazón plegado)».

Así como ricas son las referencias a un universo cultural amplio. Frente al tono enfático, los poemas de Iruela ofrecen un tono intimista con predominio de los sustantivos abstractos y a la pregunta retórica que le hace mantener un diálogo en sordina con el lector a quien le ofrece la reflexión como duda no como constatación.

La obra de Luis Iruela constituye un ejemplo de poesía de pensamiento: cada poema es una meditación lírica que toca aspectos fundamentales de la condición humana. Los cuatro libros citados se caracterizan por su hondura metafísica y su desnudez formal, en la que se evitan los elementos narrativos o anecdóticos, la efusión sentimental y el compromiso ideológico.

Poesía en la que el yo poético desaparece para dejar paso a la mirada penetrante en cada uno de los temas que desarrolla. Por eso su poesía es tan necesaria en estos días porque convierte lo visible en lo invisible, es decir, interioriza la realidad sensible para, por medio de la palabra poética, transformarla en algo imperecedero y dotarla, así, de sentido.

Su poesía encarna la escisión entre una vida contemporánea superficial y plana y un universo lírico de una gran magnitud, complejidad intelectual y emotiva. Un nuevo libro de este autor es garante de calidad, sorpresa y poesía con mayúsculas.

 

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Susana Montemayor Ruiz es profesora de lengua castellana y literatura en el IES San Isidro de Madrid. Ha realizado numerosos estudios sobre la enseñanza de la poesía en las enseñanzas medias, la poética del jardín, la gramática contrastiva y la enseñanza del español como una segunda lengua.

 

«Disclinaciones», de Luis M. Iruela (Colección Cuadrá-Tú de Hebel Ediciones, 2022)

 

 

 

Susana Montemayor

 

 

Imagen destacada: Hebel Ediciones.

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