La ópera prima del inmortal escritor irlandés es un ajuste de cuentas con su país y su ciudad natal, a través de quince relatos donde imperan un crudo estilo realista, marcado por el pesimismo y el agobio esencial de sus personajes.
Por Sergio Inestrosa
Publicado el 14.7.2021
Dublineses fue publicada por primera vez en 1914, aunque Joyce había mandado el libro al editor desde 1905, esta espera que para algunos disfraza un acto de censura, le permitió a Joyce añadir tres cuantos más, entre ellos “Los muertos”, sin duda el más completo y perfecto de todos.
Decidí leer Dublineses, a partir de un acto sumamente egoísta, un profesor de mi universidad, un hombre culto y muy inteligente me comentó que uno de mis poemas “Ya estamos muertos” le había recordado el cuento “Los muertos” de Joyce; para mí ese comentario era muy halagüeño y merecía que yo correspondiera leyendo el relato y de paso el libro completo.
Como resultado de ese acto egoísta entrego al lector que este libro de quince relatos extraordinarios que están armados siguiendo el perfil de cuatro etapas en la vida (según afirma el mismo Joyce en una carta escrita al editor en 1906): la niñez, la juventud, la madurez y la vida pública.
Los personajes de estas historias también se corresponden con esas etapas, así los primeros cuentos tienen personajes que son niños, como se puede ver en “Las hermanas” donde uno de los chicos amigo de un cura muere y es el centro de la trama, o en “Un encuentro” donde dos muchachos que decidieron no ir a la escuela se encuentran con un tipo extraño que en un momento afirma una cosa y al instante siguiente afirma todo lo contrario.
Por momentos, los relatos nos presentan narraciones minuciosas, como por ejemplo en este pasaje del cuento «Arabia» donde el adolescente que narra la historia describe a la chica que sale a llamar a su hermano, y después comprobaremos que el narrador está enamorado de la niña: «Ella movió su cuerpo y la suave cuerda de su cabello se movió de lado a lado”.
Los finales felices no encajan
Además en estos cuentos no solo encontramos pasajes de una narración minuciosa sino también poética: “Through one of the broken panes I heard the rain impinge upon the earth, the fine incessant needles of water playing in the sodden beds.” (Que en traducción libre sería: “A través de uno de los cristales rotos escuché la lluvia chocar contra la tierra, las finas y incesantes agujas de agua jugando en los lechos empapados”.
He copiado el pasaje en inglés, no por arrogancia sino para que quien lea esa lengua pueda apreciar la hermosura del texto original, que siempre pierde algo en la traducción.
Por cierto que en este tercer cuento hay un cura que ha muerto, igual que en el primer relato titulado “Las hermanas”. Y es que el tema de la religión, especialmente de la religión católica, está muy presente.
Así por el ejemplo la penúltima historia se titula “Por gracia de Dios”. La mayor parte del cuento está centrado en el tema del catolicismo; esto no es de extrañar pues la trama ocurre en Irlanda, un país tradicionalmente romano, tanto así que han habido con Irlanda del Norte, en su mayoría protestante, grandes y violentos problemas, como el lector bien recordará.
Afirman los expertos en la obra de Joyce que en Dublineses el escritor hace una breve historia moral del país y en particular de Dublín, una ciudad que se vuelve cada vez más decadente, en contraste de Belfast que se levanta como la urbe más importante de la isla celta.
No en balde en el cuento “Eveline”, el predio donde los chicos de la cuadra solían jugar ha sido comprado por un hombre de Belfast, quien ha construido casas en el predio arrebatándoles a los niños un espacio de recreación y de convivencia.
Ahora bien, este cuento pertenece ya a la etapa de la juventud, y por ello mismo aparecen ventilados problemas más serios, problemas de enamoramiento, violencia familiar y de penurias económicas.
En este relato, el personaje Eveline tiene ya más de 19 años y está a punto de irse a vivir con un chico a Buenos Aires y dejar a su padre; esta decisión en parte es forzada por la violencia del jefe de familia y por otra debido a la falta de dinero en la familia.
Eveline siente la necesidad de escapar a esa vida, y piensa que tiene el derecho de buscar a ser feliz. Pero al final la muchacha no se va con el chico, como era de suponer, pues en cuentos como estos los finales felices no encajan.
Dublín es una ciudad tan pequeña…
Los siguientes dos cuentos están centrados en la época de juventud. “Después de la carrera” y “Dos galanes”, el primero trata de cinco amigos que tienen una noche de juegos de cartas en un yate, después de una carrera de autos; el segundo, de un par de jóvenes, uno de los cuales tiene una cita con una chica, mientras el otro lo espera.
De aquí en adelante, los relatos reflejan historias de adultos, el primero de ellos se titula “Casa de huéspedes” que trata de una mujer que se ha separado de su marido alcohólico y violento.
La mujer junto sus dos hijos establece una casa de huéspedes. Pero un día descubre que uno de los inquilinos, un hombre de unos 35 años, está teniendo una relación con su hija Poly. La casera se enfrenta al arrendatario para demandarle se case con su hija como forma de reparación, pues Poly tiene apenas 19 años.
En este cuento sale a relucir la decadencia moral de la ciudad: “Dublin is such a small city: everyone knows everyone else’s business”, que en traducción libre más o menos significa que Dublín es una ciudad tan pequeña que todo el mundo conoce las cuitas de los demás.
Al correr de este relato también aparece, por primera vez en el libro, la técnica del monólogo interior de la que después se servirá mucho Joyce, así, por ejemplo, vemos a Bob, el novio de Poly, dialogando consigo mismo sobre si debe o no casarse.
En lugar de reseñar el cuento “Los muertos”, si me lo permiten, voy a compartir con ustedes el poema al que se refirió mi colega y que me llevó a leer Dublineses.
Pido disculpas anticipadas si cometo con ello, una barbaridad:
Ya estamos muertos
¿Cómo volver la mirada atrás, si ya estamos muertos?
Aunque comamos, bebamos, hablemos, trabajemos
Hagamos cosas por aquí y por allá,
Siempre sin parar para olvidarnos que ya estamos muertos,
¡La verdad, de nada nos sirve!
Nada valen nuestras múltiples ocupaciones
De nada nos sirven nuestras ociosas distracciones.
Pues, somos una generación de muertos vivientes,
Zombies, sin más esperanza que la muerte definitiva y verdadera
Para que esta ponga fin a esta pantomima que es la vida
Para que de nosotros no quede nada…
Nada…
Nada…
Por último, creo que los críticos, con razón, afirman que los personajes de estos cuentos, son sujetos que pertenecen a las clases más perjudicadas por la decadencia de la ciudad; son todos ellos, gente pobre.
Aunque me apresuro a comentar que Joyce no idealiza la pobreza y más bien pinta esa escasez y falta de oportunidades como factores que afectan negativamente a las personas. Por ello mismo, el tono del libro es sombrío, hay muerte en varios de ellos y siempre existe una sensación de derrota en los personajes, aunque puedan ser entrañables.
Tome en cuenta el lector esta cita del relato “Una pequeña nube”: “There was no doubt about it: if you wanted to succeed you had to go away. You could do nothing in Dublin.” Que en traducción libre sería: «Sin ninguna duda, si uno quiere sobresalir, tiene que largarse. No se puede lograr nada en Dublín.
Si el lector o lectora, no ha leído a Joyce, Dublineses es un buen principio, pues no ofrece las dificultades narrativas y lingüísticas de sus libros posteriores.
Ojalá y disfruten estos cuentos. Son sencillamente magistrales.
***
Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente y miembro del comité editorial del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: James Joyce en 1904.