[Ensayo] «El limpiaparabrisas»: Las claves del bello cortometraje que derrotó a «Bestia» en los premios Oscar

El amor en la era digital deviene en el argumento principal de la hermosa obra audiovisual dirigida por el realizador español de animación Alberto Mielgo (pero de productores estadounidenses), y la cual se quedó con el máximo galardón de la industria en su género, en una disputa sostenida hasta el último minuto con la pieza chilena inspirada en las violaciones a los derechos humanos durante la década de 1970 en el régimen de Augusto Pinochet.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 1.4.2022

«Si no estás preparado para el amor, ¿cómo puedes estarlo para la vida?».
Soko

Con este cortometraje de animación recientemente galardonado con un Oscar el ilustrador y realizador madrileño alcanza gran reconocimiento internacional y afianza su larga trayectoria como creador de animaciones tanto en el cine como en el ámbito de los videojuegos.

Y es que la calidad de la animación es extraordinaria, Mielgo logra gran fuerza expresiva con sus dibujos que asemejan pinturas. Impactan especialmente las imágenes de la deslumbrante luz solar en una playa que evocan al maestro Sorolla.

Imágenes animadas muy expresivas cargadas de simbolismos para ilustrar diversos flashes de historias protagonizadas por personas en la búsqueda del amor. Como el propio realizador resalta se trata de un haiku audiovisual que invita a reflexionar acerca del amor en un tiempo el nuestro en el cual prevalece cada vez más lo digital.

Para aquellos interesados y en general para entender mejor el análisis que sigue, comentar que El limpiaparabrisas puede verse gratuitamente hasta el próximo 20 de abril en el siguiente enlace.

 

Tiempos modernos

Si Chaplin retrató y criticó en una de sus obras maestras el cambio radical del mundo y de la humanidad que conllevó la industrialización, Mielgo de alguna manera hace lo propio con la vertiginosa digitalización global en la que estamos sumergidos.

Precisamente una de las primeras imágenes es la de una fábrica en derribo para edificar viviendas presumiblemente domotizadas, el viejo mundo que desaparece en polvo y en ruinas.

Y en el centro del cambio de la era digital la telefonía, un sector en el cual lo analógico queda cada vez más obsoleto, en este sentido se nos muestra una cabina telefónica llena de carteles y anotaciones de contactos —el papel escrito y la impresión, otras víctimas de la revolución digital— que da paso a la imponente imagen de un satélite de comunicaciones que en la distancia domina nuestro planeta.

Esa distancia en el macrocosmos como metáfora del microcosmos humano. Sabemos que la distancia física es una característica de lo digital que afecta y mucho a nuestro modo de relacionarnos. Y ese es precisamente el tema de fondo principal que aborda Mielgo en su obra audiovisual.

Relato que empieza en un acogedor café de aires antiguos (de nuevo la visualización del pasado), en el cual un hombre de mediana edad —un hombre que ha conocido el mundo antes de la digitalización— está fumando y se pregunta qué es el amor ahora y aquí al tiempo que escucha las conversaciones de las mesas cercanas sobre el tema (las conversaciones cara a cara sin la distancia de los dispositivos).

Esa pregunta lanzada al aire sirve para ir simultaneando flashes de historias que retratan con brillantez las dificultades para amar en un mundo, el nuestro, cada vez más individualista.

 

Miedo al «nosotros»

En esa imagen de la fábrica en derribo se nos muestran dos grandes chimeneas, dos imponentes columnas que vemos desmoronarse una sobre la otra… Simbólicamente puede entenderse como dos enormes «humos» egóicos separados que de repente se convierten en nube de polvo y ruinas o la imagen del temor al gran cambio que supone esa fusión de diferencias que es amar.

Desde siempre se ha temido amar, se ha sentido el miedo a salir de uno mismo para verse y ver en otros ojos… Y especialmente el miedo al posible fracaso y al consecuente dolor por la pérdida.

Ese temor parece crecer en la era digital o al menos lo digital ofrece medios para acrecentar la protección individual y evitar así el «riesgo» de amar.

En este sentido es significativa la escena del satélite que nos conecta a todos desde la distancia. Mielgo superpone una conversación digital entre dos personas, hablan sobre su reciente cita (uno más entusiasmado que el otro) y parece que van a volver a quedar.

Pero el entusiasmado «tensa» la situación al expresar lo que siente, al confesar que quiere verle cada día con un comprometido «lo digo en serio»; y la otra persona parece que va a responder pero no lo hace con lo cual la conversación se queda en un visto.

Un visto que probablemente será frustración e incluso rabia para quien se ha desnudado y le reforzará la idea extendida de que es mejor mantener distancias.

En esta misma línea la historia de la mujer que susurra en intimidad a su chico. Ella le pregunta cuál es el color con el que se ve a sí mismo, él responde que azul y se nos muestra un agradable paisaje exterior monocolor y la chica que quiere saber más —suelen ser ellas las que quieren saber más, especialmente del sentir— y le pregunta sobre qué color ve cuando piensa en ella, rojo es su respuesta y se nos muestra un paisaje interior en rojos que es un distribuidor frío, para nada un hogar.

Y ya la pregunta final, ella quiere saber qué color ve cuando piensa en «nosotros», el chico no sabe qué contestar lo cual se entiende como que no ve ni piensa en un nosotros.

Una historia de colores para ejemplificar el común miedo o la falta de valor para crear un «nosotros» que caracteriza a esta era digital. Se teme al conflicto, a la incomprensión… al probable desamor.

En este sentido es significativa la historia que tiene lugar en esa luminosa y amplia playa, en la cual vemos a una pareja joven sentados juntos y en silencio. Juntos pero muy distantes y en un silencio de preocupación, en ningún momento se miran. Sólo el fumar volátil los une.

La mujer está simbólicamente semi-desnuda lo que contrasta con él a quien vemos vestido y con gorra protectora. Se protege del sol y presuntamente de mucho más, es conocida la asociación del astro rey con el amor, el sol como símbolo del amor con mayúsculas que a todos y a todo abraza.

 

Consumismo que consume

Y la contundente crítica a la sociedad de consumo en la excelente historia de una pareja de desconocidos que coinciden en el supermercado frente a un expositor de leche.

Ambos con el teléfono en mano pendientes de la misma aplicación de citas, la ojean como quien observa cualquier producto comercial antes de decidirse a comprar. Y se ven a la par uno al otro en esa oferta digital, se ven allí sin verse en la realidad del momento, ambos dudan en contactar y acaban decidiendo continuar su obsesiva y vertiginosa búsqueda.

Y en esa decisión de evitación los vemos alejarse en sentidos opuestos en el espacio tiempo real que ellos apenas perciben en su fijación virtual.

Genial.

 

Una canción y una sentencia

En el tramo final del cortometraje cobra protagonismo un tema musical cuya letra pretende dar voz a lo visto en silencios. Se trata del tema We Might Be Dead by Tomorrow de la francesa Soko.

Una canción tranquila que incita a amar y a vivir antes de que llegue la muerte porque nunca se sabe cuándo puede llegar. La escuchamos mientras vemos imágenes de encuentros y desencuentros, de soledades y de barreras físicas (y probablemente mentales).

Y en esa letra una afirmación que entiendo muy válida: «Si no estás preparado para el amor, ¿cómo puedes estarlo para la vida?».

Tras la canción y ya como final una sentencia por parte del hombre que lanzó la pregunta quien concluye que: «el amor es una sociedad secreta», mientras apura su último cigarrillo.

A mi entender una sociedad secreta no es amor, una sociedad secreta no es sol que todo lo abraza, una sociedad secreta construye muros para mantener ese misterio, muros que en el supuesto proteger en mayor o menor medida aíslan a sus integrantes.

En todo caso cada cual lo interpretará a su manera, lo cierto es que El limpiaparabrisas consigue hacernos reflexionar sobre esa pregunta lanzada al aire.

En ese reflexionar, el darse cuenta de que la obra trata también de los elementos vitales fundamentales: el aire de la pregunta y de la propia comunicación digital.

Y asimismo el agua implícita en el título, la simbólica lluvia de las lágrimas derramadas —de alegría y de dolor— en el sentir máximo que es amar, la lluvia que el limpiaparabrisas combate como de algún modo hacen en sus vidas muchas de las personas retratadas.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: El limpiaparabrisas (2021).