[Ensayo] «El mundo donde habito»: Un tiempo que será mejor para los hombres

La publicación de estas prosas completas era una deuda con todos los fieles admiradores de la obra de Jorge Teillier, un autor a quien puede considerar como uno de los escritores chilenos más influyentes e importantes del pasado siglo XX.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 24.2.2023

Escoger a un autor determinado, para indagar en su obra, es en sí un acto estético. Es lo que ha ocurrido con el proyecto literario Jorge Teillier. El mundo donde habito, llevado a feliz término, por Ana Traverso, doctora en literatura y académica, lanzado a través de las Ediciones de la Universidad Austral, en su Colección Patrimonio Institucional.

Una cuidada edición de 650 páginas, que reúne los artículos, referencias, crónicas y ensayos, escritos y publicados por nuestro inolvidable poeta, cuya obra y figura parecen crecer día a día en el mundo literario chileno, con proyección internacional, a juzgar por las constantes reediciones de sus libros y, asimismo, de los acercamientos hermenéuticos e investigativos a su poemarios y textos en prosa.

Desde 1957 hasta 1997 (un año después de la muerte del Poeta de Lautaro), el libro recoge su profusa producción en prosa, un virtual deleite para la lectura y riqueza para el conocimiento que despliega acerca de la literatura de su tiempo, incluyendo los mejores paradigmas de su exquisito acervo.

En cuatro secciones o apartados, Ana Traverso organizó el contenido de esta magna obra, a saber: «Poetas de los lares», dieciocho textos; «Retratos», 50 textos; «Leyendo a sangre fría», 65 textos; «Confieso que he bebido», 41 textos; «Crónica del forastero», veinticuatro textos.

Si no me falla la contabilidad, tenemos un total de 198 escritos, cuya lectura constituye una suerte de diplomado del panorama literario chileno de medio siglo, junto a sus referentes universales.

Teillier comenzó a publicar sus colaboraciones en la revista Ultramar, para seguir con aportes regulares de sus artículos y crónicas en periódicos como La Nación, El Siglo, El Mercurio, Las Últimas Noticias, Puro Chile (de brevísima existencia).

Fue asiduo colaborador, a veces columnista, en Plan (Política Latinoamericana Nueva, revista cultural fundada por nuestro meritorio y olvidado narrador, es presidente de la SECH, Guillermo Atías); Portal, la fina publicación de Marina Latorre; Orfeo, Ultramar, Mapocho, Anales de la Universidad de Chile, y en la revista Alerce, de la Sociedad de Escritores.

 

Un secreto taller de escritura

Jorge Teillier Sandoval (1935 – 1996) escribe desde si visión poética y lárica del mundo, con una perspectiva vital más bien tradicionalista, pese a su ideología y a su hondo sentido comunitario de la existencia, móvil que pone al servicio de una gran familia de poetas, escritores y artistas en general.

Para él, más que los ámbitos de la vida académica —recordemos que estudió Historia en el Pedagógico y ejerció como profesor de la carrera—, los lugares de encuentro fraternal y creativo eran los bares, los cafés, incluso las tabernas pueblerinas de su amado sur, de esa Frontera, donde nació y vivió los mejores días de su infancia y adolescencia.

Su prosa es como él mismo, directa, evocadora, cuidada, aunque no elude el conflicto cuando lo percibe como inminente, ni en la discusión literaria ni en las apreciaciones históricas o sociológicas. Como bien señala Ana Traverso en el prefacio, respecto al tema de las identidades nacionales, en especial la del pueblo mapuche, etnia que conoció de cerca en su infancia:

En lugar de unidad y homogeneidad, Teillier también o sobre todo en este tema, ve conflicto, saqueo y violencia física, simbólica y epistémica. La historia de La Frontera o de La Araucanía surge para Teillier ‘del enlace de sangre, fuego y trabajo de tres razas y de tres mundos distintos’, donde el problema se complica con intereses económicos de apetencia por la tierra del indígena, al que se le desea seguir despojando. En Lautaro, su pueblo natal, no estarían desapareciendo los bares ni las librerías de viejo, sino ‘los últimos reductos de nuestra raza autóctona, ya en vías de transculturación’.

Así, el escritor está hecho, en gran medida, de los autores que ha leído o que sigue frecuentando, eslabones referenciales de esa infinita cadena que es la literatura, desde Homero hasta el último escriba publicado.

En sus textos críticos, «Retratos», encontramos una gran variedad de creadores: Allen Ginsberg, Dylan Thomas, Juvencio Valle, Humberto Díaz Casanueva, Saint John Perse, Paul Verlaine, Rolando Cárdenas, Vicente Huidobro, Luis Oyarzún, Gabriela Mistral, Armando Uribe, Pablo De Rokha, Edesio Alvarado, Jack Kerouac, Rubén Azócar, Truman Capote, Lautreamont, Beaudelaire… (Pocas mujeres, muy pocas).

Hay un texto, crónica de Jorge Teillier —»Escribir una crónica»— que es confesión de su propio quehacer, no solo como cronista, en este caso, sino como el hacedor de palabras en su secreto taller de escritura; manifiesto que se circunscribe a ese hermoso poemario titulado Crónica del forastero (1964). Lo transcribo aquí, para que no te lo pierdas, amable lectora, atento lector:

En un cuaderno de copia de cuarenta páginas durante cuatro meses fui escribiendo la Crónica del forastero, iniciada con cuatro líneas donde describía la visión del niño que se inclina a mirarse en el río y ve aparecer otro rostro, visión que me persigue en los sueños donde el espejo no copia mi rostro sino el de mi hasta entonces desconocido doble.

Río abajo, palabras abajo fueron aliándose en el cuaderno otras visiones. Y también otras historias que yo debía narrar, y todo ello eran los materiales para construir una casa: el poema debía llegar a ser una casa que no significa nada, sino que está simplemente abierta para quien quiera entrar en ella.

Escribí casi sin interrupción, a veces con el cuaderno en las rodillas, recostado en un cuarto al fondo del patio, o mirando la niebla del invierno de la ciudad rodeado del hálito de la estufa a parafina, o mirando desde la ventanilla del tren a los lentos hermanos sureños, en un escritorio burocrático y picado de viruelas, en la mesa de una cantina de pueblo.

Y surgía, no mi historia (pues la visión se convirtió en narración), no mi historia, repito (pues detesto la literatura), sino algo que quiere ser arquetípico de una generación y el mito de La Frontera surgido por el enlace de sangre, fuego y trabajo de tres razas y tres mundos distintos.

Cronista o memorista de una historia y de una tierra, creo que el negarse a estar en el detestable presente significa trascenderlo por medio de la imagen, y proyectar el poema a un tiempo que será mejor para los hombres, pero, ¿cómo hablar de lo que ya es independiente del autor, como es el libro publicado?

Solo puede el autor pedir haber obtenido tal vez la gracia de ‘unas pocas palabras verdaderas’ y que esas lleguen a los oídos de algunos de sus semejantes.

 

El estro poético de los lares

De palabras verdaderas, sin duda, está hecha la obra de Jorge Teillier, su poesía y su prosa, también poética, en la mayoría de estos textos que tenemos entre manos, bajo los ojos y en la emoción de su leve fluir.

Veo pasar un rostro desconocido
en el canal que corre frente a la casa.
Ese rostro
será mi rostro un día.
Surge un primo muerto, jinete en un tordillo.
Ahora desaparece en la polvareda de los eternos eneros.
El abuelo se mira en el canal.
El abuelo grita que cierren la puerta
y en la galería bebe su blanco vaso de aguardiente.

(Fragmento de Crónica del forastero).

Del hábito de beber y concurrir a bares, terminamos llamando «parroquia» a ese lugar de fraternidad etílica, siendo nuestra denominación gentilicia y religiosa —en algún sentido—, «parroquianos», nos dice el poeta:

Confieso que he bebido. ¿Y por qué no? ‘Los poetas son ánforas sagradas/ donde se guarda el vino de la vida’, escribía Hölderlin. Claro que las ánforas terminan a veces por romperse prematuramente.

Confieso que he bebido desde mis tiempos de estudiante de liceo en La Frontera. Uno empezaba a probar la inocente chicha dulce de manzana, que de pronto empezaba a ‘bramar madurita en las bodegas’ como decía Pablo De Rokha, con los peligros subyacentes. Se seguía con la malta con huevo o harina (por sus virtudes alimenticias) y en el verano con la pílsener y el ‘clery’ por sus virtudes refrescantes…

Nuestro querido poeta se mantuvo fiel a su voz interior, a un estro poético ligado a una matriz temática, como afirma y explicita en la crónica «Poeta de los lares».

Hay quienes le han criticado por una supuesta «falta de evolución», aunque estimo que se trata de su mérito mayor: haberse mantenido incólume ante las tendencias, modas y tentaciones más o menos utilitarias o contingentes. Su compromiso fue uno solo: con la palabra poética, como es el de los grandes poetas, cuya lectura trasciende los límites coetáneos.

Parodiando a uno de sus más admirados referentes, Antonio Machado, podemos afirmar que Jorge Teillier fue, en pleno sentido de la expresión, «un hombre bueno».

Concluyo, en palabras de Ana Traverso, la autora de este estudio y gestora del libro que insisto en recomendar con entusiasmo:

La publicación de estas Prosas completas es (era) una deuda con todos los fieles admiradores de la poesía y prosas de Jorge Teillier, un autor que sin duda se puede hoy considerar uno de los escritores chilenos más influyentes e importantes del siglo XX.

¡A buscarlo en librerías!

 

 

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

«Jorge Teillier. El mundo donde habito. Prosas completas» (Ediciones UACh, 2022)

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Jorge Teillier.