[Ensayo] «El realismo socialista»: Raúl Ruiz fustiga la retórica política de la Unidad Popular

Lo impresionante de este largometraje recién estrenado en 2023 y ahora disponible para su visionado en la plataforma de streaming MUBI, resulta en apreciar la forma en la cual, el en ese entonces treintañero director cinematográfico chileno, compuso con pocos recursos técnicos y audiovisuales un cuadro perfecto de la grave crisis institucional por la que atravesaba el país durante el año 1972.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 2.1.2025

En diciembre del año 2023, se estrenó oficialmente en Chile, una película que Raúl Ruiz (1941 – 2011) produjo entre fines de 1972 e inicios de 1973 en Santiago. El filme en cuestión: El realismo socialista. Obra audiovisual de la cual se tenían referencias, sin embargo, pues una copia de cerca de 50 minutos, circuló profusamente en la red social Youtube hace tiempo atrás.

No obstante, el largometraje que se puede visionar hoy en la plataforma MUBI es una historia más larga, que agrega mayor información a la versión antes mencionada y le da una fuerza narrativa que se acerca a lo que en su momento imaginó Ruiz. La restauración estuvo a cargo de su viuda, Valeria Sarmiento, hasta hoy firme protectora y coautora de gran parte de la obra del fallecido creador.

La realización en cuestión tiene dos claras líneas narrativas. Por un lado, aparece un personaje, llamado Lucho, un joven proletario que busca ser aceptado en una ocupación de terrenos, muy bien organizada por sus pobladores.

Después, el mismo individuo colabora en la toma de una empresa que ha sido abandonada por su dueño. Lucho termina participando como parte de la estructura de trabajadores que echa a andar la industria «tomada».

El otro hilo narrativo se desarrolla en torno a unos personajes que son parte de la dirigencia del gobierno de la Unidad Popular (1970 – 1973), y quienes buscan organizar un «frente poético» con el fin de influir en los grupos burgueses. El que está a cargo de este exótico plan es un burócrata interpretado por un jovencísimo actor Jaime Vadell.

Aquel personaje nombra, para llevar a cabo el proyecto, a un jefe político representado por Javier Maldonado, un intérprete habitual de las cintas de Ruiz.

En esta trayectoria del relato, se ve cómo durante la planificación el encargado y los individuos que llevarán a cabo el proyecto se la pasan hablando en habitaciones o salas, discurriendo en controversias políticas que se alargan y que no llegan a ningún lado.

Lo impresionante de la película es apreciar la forma en la cual el director chileno compone con estos pocos recursos un cuadro perfecto de la crisis política en que estaba sumido el país en esos momentos.

En este aspecto, es muy lúcida la dicotomía, que en tono satírico, contrapone en ambos puntos del relato cinematográfico.

 

El artificio discursivo y dramático

Por un lado, Ruiz destaca la organización y el nivel de educación política que tenían tanto los obreros en la fábrica, como los vecinos constituidos en los comités de las poblaciones.

Aquello en oposición a la imagen factual de la clase dirigente de ese entonces, la cual es exhibida como un grupo de pequeños burgueses jugando a la revolución, con un alto grado de conocimiento teórico, y cuyos integrantes se lo pasan inmovilizados en polémicas discursivas que no resolvían los problemas acuciantes de la sociedad chilena de la época.

En una escena, el agente gubernamental encarnado por Vadell es visitado por la directiva de los obreros de la industria tomada. Estos le platean sus problemas y el funcionario queda en discutirlo con los funcionarios encargados, pues él no tiene poder de resolución…

Con todo, ese choque entre dos mundos diferentes compone el corazón del proceso socialista que el artista Raúl Ruiz trazó con su película.

Además, con una mirada muy aguda, y a través del personaje de Lucho, Ruiz va más allá y deja al descubierto, sin perder el tono irónico del largometraje, la complejidad y la deficiencia estructural del modelo socialista chileno.

En el planteamiento discursivo de sus integrantes, el ingenuo obrero (Lucho) llevará a un punto límite las promesas plasmadas en las grandilocuentes alocuciones de sus dirigentes. En estas «promesas» se perciben las contradicciones cotidianas, las cuales el relato lleva a situaciones absurdas en torno a los alcances del proceso político que se estaba desarrollando en ese instante.

Así, esas declaraciones retóricas que están en boca de todos, el Ruiz de ese tiempo, que tiene un oído perfecto para tales recursos lingüísticos, capta esos verdaderos alegatos de manera genial. En algún momento del filme, se siente el artificio discursivo que primaba en la sociedad de esa época y que de tanto repetirlo, se empieza a notar tan gracioso como vacío.

El filme que se presenta en la plataforma de streaming MUBI tiene incorporado imágenes de carácter documental, con un blanco y negro que en momentos se siente hasta nostálgico, y el cual recoge el álgido momento que se palpaba en las calles del país durante esa encrucijada histórica.

Bajo este aspecto, el espíritu de sociedad enfrentada a sí misma no se distancia mucho de lo que Patricio Guzmán también captó, en un tono mucho más serio, en los documentales que produjo por sí mismo en ese entonces.

La leyenda dice que la única función donde Raúl Ruiz presentó un primer corte de El realismo socialista, ante las autoridades encargadas de aquel tiempo, fue muy recriminado por la representación que se alejaba de los cánones oficiales. Y que esta fue la causa de que la película se haya guardado y olvidado durante tanto tiempo.

Este no sería el único desencuentro que el cineasta tuvo con su propio sector.

Con su posterior obra, Diálogos de exiliados (1974), Ruiz sufriría la ira de un sector que no vio con buenos ojos la ácida mirada del director sobre el destierro chileno en Francia, un alejamiento político que estaba en pleno desarrollo y el cual era entendido desde una mirada épica de dignidad, en un contexto de completa derrota fáctica.

Con todo, el artista Raúl Ruiz jamás claudicó en sus convicciones. Y padeció el propio exilio de sus camaradas, dentro del destierro artístico y personal que vivió en París.

Marginación que lo llevó por un derrotero tan particular que terminó siendo considerado el mejor cineasta latinoamericano en el año 1983. Pero eso, como dicen por ahí, es otra historia.

El guion del híbrido genérico que es El realismo socialista se encuentra inspirado en el libro de ficción, integrado por dos relatos, y titulado Ciau Masino (1932), que es una obra literaria del famoso escritor italiano Cesare Pavese (1908 – 1950).

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: El realismo socialista (2023).