[Ensayo] «El sentido de consentir»: Enfoques en torno a la violencia, el deseo y el poder

La investigadora y activista española Clara Serra establece diferentes paradigmas para comprender las ambigüedades y complejidades a las cuales está sujeto el concepto jurídico del consentimiento sexual en la cultura cotidiana de las sociedades occidentales.

Por Alejandra Repetto Seeger

Publicado el 20.1.2025

La filósofa, investigadora y escritora española Clara Serra (Madrid, 1982) analiza, en su ensayo El sentido de consentir, algunos de los sentidos del consentir, a partir de la discusión que se ha dado en España sobre la normativa legal en torno al abuso sexual y al consentimiento como herramienta jurídica de delimitación.

Plantea Serra que el concepto del consentimiento, que ha aparecido como una gran solución, aparentemente clara, sencilla y fácil de entender y practicar, esconde en realidad una enorme complejidad y debe, por lo tanto, ser primeramente abordado como un problema en el que están en juego el poder, la libertad, la reproducción de mandatos patriarcales y de dominación disfrazados de protección a las mujeres, el neoliberalismo y el deseo, entre otros.

Todas estas nociones adquieren un peso y significado diferentes según el enfoque político con el que se enfrente el tema del consentimiento, enfoques que, según la autora, pueden ser resumidos en dos doctrinas: «no es no», y «solo si es sí».

Cada una de ellas corresponde a dos miradas feministas muy diferentes entre sí, que otorgan al consentimiento distintos límites, condiciones y validez.

A lo largo del ensayo, Serra da cuenta de las implicancias de cada una de las doctrinas, ligando la primera, «no es no», a la que ella adscribe, a pensadoras como Judith Butler, Gayle Rubin y otras emparentadas con la lucha queer.

Esta mirada apuesta por la posibilidad que tienen las mujeres de decir si o no al sexo, más allá de las desigualdades de poder, y hacer valer su voluntad.

Además, expone la necesidad de «contextualizar la sexualidad», es decir, de exigirle al derecho que considere las particularidades de cada situación al juzgar.

La doctrina del «solo si es si», por su parte, a la que la autora liga con lo que denomina el «feminismo de la dominación», presupondría que las mujeres están imposibilitadas de decir que no en un mundo que es desigual, y en el que la dominación sería el único objetivo y deseo sexual de los hombres.

Bajo esa mirada es que se propone el consentimiento positivo que lleva, según Serra, «a girar hacia una lógica conservadora y reaccionaria», que pone a la mujer nuevamente bajo la tutela del Estado y de la moralidad (que dicta un «sexo bueno», y norma prácticas sexuales aceptables o no).

A lo largo del ensayo Serra va desarrollando diferentes argumentos que dan cuenta de los peligros de esta mirada: la confusión entre la violencia y el poder, por ejemplo, que prescinde de la dimensión del poder presente en la sexualidad, llevaría a: «pensar la sexualidad como si las mujeres siempre estuviéramos en peligro, consolida la tradicional imagen femenina de fragilidad y acaba consolidando el lugar que el patriarcado siempre ha asignado a las mujeres».

 

Una cuestión de poder y deseo

Otro argumento que analiza la autora es el que dice relación con la cualidad confusa, cambiante y ambigua del deseo en el que un «no sé», un «tal vez», o incluso el silencio son fundamentales para no abandonar el derecho a la búsqueda, la exploración y el no saber.

Este derecho a no saber se opone rotundamente a lo que Serra denomina el «neoliberalismo sexual» , en el que pareciera existir la convicción de que es posible acordar y hacer pactos claros en el terreno de la sexualidad.

Así, este optimismo llevaría a la paradoja de que, aunque resulte imposible decir lo que no queremos (las mujeres bajo esta mirada están siempre en peligro de coacción y en desventaja), sí es posible saber y decir con precisión lo que se quiere.

Por otro lado, y suponiendo esta transparencia del deseo que puede ser convertido en discurso (como una forma de dominación, siguiendo a Foucault), Serra comenta cómo existe también una apelación constante a comunicar el deseo, hasta el punto de que la idea de consentimiento pone al deseo como protagonista, invistiéndolo como el auténtico criterio contra la violencia sexual.

Esto tiene dos problemas, al menos: ¿Cómo conocer lo que se desea si no hay espacio de exploración? El deseo nace de la interacción.

Y, por otro lado, la noción de voluntad pierde relevancia, y nuevamente se supone que las mujeres no están en condiciones de hacer valer su voluntad diciendo que no.

Con el criterio del deseo como consentimiento sería posible anular, por ejemplo, la voluntad de las prostitutas o las actrices de pornografía, es decir, anular la voz de las mujeres otra vez y, de hecho coinciden las voces de quienes abogan por la penalización de estas actividades con las que defienden la doctrina del «solo si es si», señala Sierra.

El deseo es, como ya señaló el psicoanálisis, un terreno pantanoso, y «si desear no implica saber, si el deseo siempre desborda los límites de un contrato, entonces consentir no es desear», subraya Serra.

A partir de este punto problematiza también las diferencias entre el sexo consentido y el «buen sexo», o el sexo no deseado y la violencia sexual.

Luego, Serra releva el punitivismo presente en las leyes contra la violencia sexual propias de lo que denomina el «neoliberalismo progresista», en el que conviven dos ideas contradictorias:

Por un lado, dado que el consentimiento afirmativo es clarísimo y comprensible, es fácil de incorporar a las leyes porque ya forma parte de nuestra cultura cotidiana.

Y por otro lado, que el consentimiento en una sociedad patriarcal es permanentemente ignorado y, por lo tanto, las leyes del «solo si es si» vienen a cambiar los paradigmas y educar a la sociedad.

Pero lo que no hay que ingenuamente olvidar, dice Serra, es que: «el principal objetivo de la regulación de la sexualidad en una sociedad patriarcal ha sido siempre el disciplinamiento sexual de las mujeres» .

Con todo, y para concluir, queda en evidencia que la noción de consentimiento es compleja, tanto como lo son el poder y el deseo, conceptos interesantemente explorados en este ensayo político que invita a tomar posturas, en absoluto fáciles.

 

 

 

 

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Alejandra Repetto Seeger es una psicóloga clínica titulada en la Universidad ARCIS, enfocada en su labor profesional tanto en la terapia de adultos, como de niños, adolescentes y familias.

 

«El sentido del consentir», de Clara Serra (Editorial Anagrama, 2024)

 

 

 

Alejandra Repetto Seeger

 

 

Imagen destacada: Clara Serra (por Alejandro García).