Un libro singular hallado en los puestos de baratillo y segunda mano, se trata de una colección de conferencias de Werner Heisenberg, el físico teórico alemán que contribuyó a la construcción de la mecánica cuántica con la formulación del «Principio de incertidumbre».
Por Luis Miguel Iruela
Publicado el 9.4.2025
Un libro singular hallado en los puestos de baratillo y segunda mano. Se trata de Encuentros y conversaciones con Einstein y otros ensayos, una colección de conferencias de Werner Heisenberg (1901 – 1976), el físico teórico que contribuyó a la construcción de la mecánica cuántica con la formulación del «Principio de incertidumbre», que afirma la imposibilidad de medir al mismo tiempo la posición y el momento lineal o cantidad de movimiento (es decir, el producto de la masa por la velocidad) de una partícula determinada.
El físico, Premio Nobel, que luego se convertiría, como muchos otros de los que trabajaron en la estructura de la materia, en un filósofo de la ciencia con preocupaciones éticas. Publicado por Alianza en 1979 (es en realidad una traducción de Tradition in der Wissenchaft, de 1977), y el cual conocería una segunda edición al año siguiente en español (1980).
Con todo, en el ensayo dedicado a Einstein, destaca la resistencia de este a describir la mecánica de la materia con procedimientos estadísticos, ya que antes bien siempre creyó poder hacerlo con el criterio tradicional de la física clásica.
«Dios no juega a los dados», es la famosa frase con la que Einstein resumía su postura de no renunciar al logro de una concepción determinista y comprensible del universo.
Más interesante resulta la trayectoria ética y política del sabio. Es bien conocida su actitud pacifista desde el horror de la carnicería provocada por la Primera Guerra Mundial, para apoyar más tarde al presidente Truman y al Proyecto Manhattan en la construcción de la bomba atómica que devastaría las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Un cambio de tal naturaleza presenta el estremecedor asunto de cómo las circunstancias obligan a modificar las más arraigadas convicciones morales. La angustia causada por el poder destructor de las potencias del Eje facilitó una respuesta violenta del mundo libre de mucho mayor calibre que la esperada y aun prevista.
Todo ello plantea una pregunta radical: ¿es posible una conducta ética que pueda mantenerse a pesar de los acontecimientos sociales de la historia? Es decir, ¿es factible un principio universal que ayude a delimitar lo bueno de lo malo, lo verdadero moralmente de lo mendaz?
La realidad es todo lo que hay
Contraria, en cierto modo, es la peripecia de Heisenberg según sus defensores.
Reclutado por Hitler para dirigir el Proyecto Uranio con el objeto de fabricar la primera bomba atómica alemana (hay que recordar que la fisión nuclear se había descubierto en el país germano), tanto Heisenberg como otros físicos, en concreto Max von Laue, derivaron los trabajos a la fabricación de un reactor nuclear y nunca se consiguió averiguar la masa crítica del material radioactivo necesaria para la confección del explosivo.
Estos investigadores argumentaron razones morales para hacerlo de esa manera. Aunque algunos autores como Niels Bohr, que se reunió con Heisenberg en Copenhague en 1941, hablaran más bien de un colaboracionismo de los físicos con el régimen nazi, lo cierto es que el Premio Nobel estuvo preso en Inglaterra después de la guerra.
Pero lo más interesante del libro son quizá los artículos dedicados a estudiar la naturaleza de las partículas elementales.
En la década de 1960, pronunció Heisenberg un discurso en la Colina de Pnyx, de Atenas, titulada «La ley natural y la estructura de la materia». En ella, se exponía el concepto de materia que tenía la Filosofía Antigua en Grecia.
Por un lado, el atomismo de Demócrito y Leucipo: todo lo que existe está formado por pequeñas piezas indivisibles que son los sillares o ladrillos del universo. Por el otro, la visión platónica de que lo esencial en la realidad son las relaciones geométricas (y por extensión matemáticas) entre los objetos que constituyen el mundo.
Esta dicotomía alcanzó un relieve especial en el siglo XX con el estudio del átomo (al que por cierto concibieron los científicos a imagen y semejanza del sistema planetario del espacio exterior como los alquimistas de la Edad Media) y la búsqueda cada vez más fina y sutil de la partícula esencial que diera solidez a todo el conjunto.
Heisenberg se planteó que esta división ad infinitum establecía una de las antinomias de Kant y que no existía en realidad un pilar tal en forma de una porción inicial definitiva. El descubrimiento del positrón por parte de Paul Dirac orientó su pensamiento en una fructífera dirección alternativa.
La comunicación de un nivel elevado de energía a un fotón genera la aparición de dos electrones y de otro igual, pero con carga positiva. Es el fenómeno observado por Anderson y colaboradores que confirmó la existencia de la antimateria en el análisis de los rayos cósmicos, en 1932.
Según Heisenberg, cuando se aplica una gran cantidad de energía a una partícula por medio de un acelerador de las mismas, se produce una cascada de nuevos elementos sin que ninguno de ellos sea en realidad un fragmento de una de las anteriores, sino que producto de la transformación en forma de materia de la energía aplicada.
Esto supone que no hay una partícula más elemental que otra, antes bien todas ellas se consolidan como estados energéticos más o menos estables. Hoy en día, se concibe la materia como una onda de energía atravesando un campo determinado.
Ahora bien, todas ellas deben cumplir unas reglas invariantes conocidas como simetrías matemáticas fundamentales que conformarían la ley natural subyacente. Heisenberg se descubre aquí como un platónico al considerar este mundo de ideas como la clave para entender la estructura y comportamiento del cosmos. Lo que lleva inmediatamente a plantearse la gran pregunta de Platón: ¿Qué es real?
José Ortega y Gasset, en su libro ¿Qué es filosofía?, responde de una manera muy sencilla: la realidad es todo lo que hay. ¿Se puede decir de una forma más clara y profunda?
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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.
En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

«Encuentros y conversaciones con Einstein», de Werner Heisenberg (Alianza Editorial, 1979)

Luis Miguel Iruela
Imagen destacada: Werner Heisenberg.