El octavo poemario publicado por el autor mexicano —dado a conocer en la década de 1950— presenta a un artista ya dueño de un estilo literario consolidado y donde se revela al sentimiento estético de la nostalgia al modo de un sentir aéreo.
Por Daniel Rojas Pachas
Publicado el 19.7.2021
«El misterio del aire» inicia el poemario Estrella en alto (1956) hablándonos de la palabra y el consuelo. El nexo entre escritura y dolor es representado a través del llanto y la melancolía: «va a decir su palabra de consuelo, / a dar su lento llanto» (p. 189).
En este poema el hablante de Efraín Huerta (1914 – 1982) se constituye como una fuerza de la naturaleza que arrasa todo a su paso: «soy más que aire, soy / lo aborrecible y sucio. / Cuando arrastro despojos / ya en el mar, y en la tierra, / soy simplemente muerte / o mil pedazos de odio» (ibíd.).
Sin embargo, esta voz es también una consciencia que atestigua y siente una agonía profunda. La nostalgia vincula a esta fuerza con la escritura y la memoria: «Soy el aire, la fábula, / el más fresco misterio, / el ascenso, el descenso, / el sueño despiadado, / la nostalgia» (p. 190).
En otros textos del poemario, Huerta reconoce el llanto y el sollozo de la amada.
En «Breve canto de alegría» hay una mención a su musa Andrea de Plata. Las lágrimas conforman un revestimiento que es parte del encanto de esa alteridad que se desea: «Reconozco tu cuerpo, tu nariz, tus cabellos, / tus manos con tristeza y tu boca de júbilo. / Reconozco tus lágrimas: son plumas, / son cristales, suspiros y presagios» (ibíd.). El llanto también sirve para comunicar la agonía de perder al sujeto amado.
En el poema “La amante” nos dice: «tumultos de palabras, / mi desdichada niña, / olvidándote, si, casi perdiéndote / en el ruido de torsos y sollozos» (p. 192).
Estos poemas melancólicos pueden explicarse a partir de lo que Giorgio Agamben señala en Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental: “La misma tradición que asocia el temperamento melancólico con la poesía, la filosofía y el arte, le atribuye una exasperada inclinación al eros” (p. 45).
El llanto dentro de sus múltiples connotaciones también se presenta como un acto liberador, que el hombre tiene frente a las presiones del medio: el abatimiento que genera la finitud, la soledad y el acoso de los demás. En un tono existencial, el poema «Verano» presenta el llanto como un acto catártico: «Los hombre nunca saben / cuánta dulzura y cuánto / quebradizo silencio / hay en una palabra, / cómo es bello llorar / con las lágrimas vivas / y la piel en descenso» (p. 193).
Una tristeza perfecta
El poema que se enfoca directamente en el llanto como leitmotiv es «Acerca de la melancolía» y se erige como un núcleo hacia el cuál confluyen las numerosas formas de dolor, pues la melancolía se presenta como otra fuerza natural que arrastra todo y que no sólo rodea y afecta al hombre como algo externo, sino que lo habita e integra su ser, su fisiología y su intimidad: «La melancolía es otra piel de los hombres. / Otros huesos, otras arterias. / Otros pulmones, otro sexo» (p. 194).
«Mensaje», «Estrella en alto», «Alba desde una estrella» y tanto la elegía como el elogio a la rosa son textos que se enfocan en contemplar una belleza lejana desde un sitial privilegiado. “Desde un cielo de nardos, / desde la roja soledad. / desde mi lenta vida solitaria / te contemplo, existente / […] Oh rosa solitarias, pareces / un abismo y mil cadáveres de hielo, / contemplación, idea” (p. 196). En «Alba desde una estrella» el poema cierra con el verso «Existes. Te contemplo» (p. 197).
La belleza que estos poemas describen se edifica como una amalgama compuesta por elementos pacíficos y gratos, pero también por una destrucción acechante.
En «Mensaje» el poeta revela: «Es acaso la destrucción / o el alma de la tierra. / O bien una moneda de tristeza / y horrible desamparo. / O la perfecta melancolía / llena de rosas tristes y veneno» (p. 194). Al final del texto, la voz se sorprende con una tristeza perfecta que lo maravilla.
«Estrella en alto» —el poema que titula al volumen homónimo— revela la melancolía como un sentir aéreo.
Una belleza efímera que se presenta como un sueño vinculado al mañana, a un amanecer prometido que el hablante nomina en reiteradas ocasiones como alba y aurora: «pareces la sublevación de la tierra, / cuando lo árboles y los ríos tiemblan / de incontenido rencor; / pareces, alba y rosa, / rebeldía que se enciende, que se extiende como una verdad / en busca de los limpios horizontes » (pp. 196-197).
Esta vinculación que Huerta hace entre la pureza del blanco y la contemplación, en contraste con el rojo sangre y un llamado a la rebeldía, conforman un sentido del futuro que se manifiesta como un nuevo amanecer con una estrella sangrante en alto, la cual le servirá para condicionar un segundo momento en torno a la melancolía y el dolor, el canto de lucha y protesta en contra de la dominación cultural y el vasallaje que el imperio norteamericano genera sobre las naciones más débiles y desprotegidas.
En “Acerca de la melancolía” el poema cierra con una poderosa consigna: “Alguna vez los hombres del subsuelo/ dirán que la melancolía/ es una gran bandera libertaria” (p. 193).
De los dos poemas abiertamente contestatarios, «¡Perros, mil veces perros! y «Avenida Juárez» elegiré el primero para dar cierre a esta lectura, pues en este texto el sentimiento aéreo y el azul, que es desborde de imaginación, un símbolo de búsqueda y reconstrucción para la poesía de Huerta, se subvierte por la violencia que desata el gobierno norteamericano sobre Guatemala y otros países como Colombia y México: «Respiráis como los muertos, y los muertos / se ríen de vuestro aire, / de vuestras banderas donde las estrellas / están muertas, / donde el azul traiciona / y las barras se desploman de vergüenza!» (p. 213).
La melancolía es un eje esencial para pensar la poética del autor de los Hombres del alba (1944), pues signa un vaso comunicante entre el eros, la rebeldía y el encuentro con la alteridad.
Bibliografía citada:
—Agamben, Giorgio, Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental, trad. Tomás Segovia, Valencia, Pre-textos, 1995.
—Huerta, Efraín, Poesía completa, México, FCE, 1988.
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Daniel Rojas Pachas (Lima, Perú, 1983). Escritor y editor chileno-peruano, dirige el sello editorial Cinosargo. Ha publicado los poemarios Gramma, Carne, Soma, Cristo barroco y Allá fuera está ese lugar que le dio forma a mi habla, y las novelas Random, Video killed the radio star y Rancor.
Sus textos están incluidos en varias antologías —textuales y virtuales— de poesía, ensayo y narrativa chilena y latinoamericana. Más información en su weblog.
Imagen destacada: Efraín Huerta.