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[Ensayo] Festival «Pasadas pa’ la Pluma»: Cuerpo y voz en guerra

La directora de programación del encuentro literario y femenino que se desarrollará durante el mes de octubre —por tres días consecutivos (11, 12 y 13) en las ciudades de Talca y de Pelluhue—, comprende también instancias formativas, como un taller gratuito de poesía en la ciudad capital del Maule, que dirigido por la destacada autora Silvia Rodríguez Bravo, comenzó a impartirse el último miércoles 14 de agosto.

Por Alejandra Moya Díaz

Publicado el 22.8.2024

Vengo del País de Nunca Acabar y de Nunca Contar,
donde el rollo se enreda para rato.
Cada uno puede pasar su película —dicen—
contar su cuento del Tío, y es la Vieja Película de Todos: amarillenta, vieja,
con los textos idos se le corre el rouge, cortada en principio SIN FIN.
Elvira Hernández, en Cartas de viaje

Habíamos pasado el 2000 sin que se acabase el mundo físico. La China se erigía como potencia mundial y luchábamos contra el terrorismo con ahínco desde la TV.

La década del 2000 trajo al primer presidente afroamericano en los Estados Unidos, una presidenta mujer en Chile y Hugo Chávez hacía gala de un nuevo socialismo en América Latina. Y aunque parecía ser el comienzo de un nuevo mundo —con promesas tecnológicas que revolucionarían más tarde y para siempre la manera de comunicarnos—, muchos resabios quedaban de la vieja usanza.

No puedo dejar atrás un recuerdo del verano del 2007, en que fui relegada de mis funciones como locutora radial ad honorem por leer un poema de Elizabeth Neira en la emisora de mi pueblo. Y es que hace treinta años la despenalización del comercio sexual, el aborto, el acoso laboral o el salario igualitario, entre otras temáticas referentes al género no tenían cabida en la discusión política mundial.

Es verdad que la mujer ha vivido frecuentes privaciones, y con esto no quiero decir que aquello sea el caldo de cultivo necesario para el despliegue de su creatividad literaria, a modo de confrontar sus cimientos con los de los poetas malditos, no obstante, no hay acaso en la escritura femenina esa necesidad de estrangular la voz de la amargura que enturbia sus mejores esperanzas.

Quién sabe si por afán de soñar mucho, de olvidar los dolores de sus existencias, o por los miles de gritos que se pierden en medio de la general indiferencia ceñida al falo y arrastrada a través de los tiempos, flores literarias que antes de nacidas han venido marcadas con la maldición que las condenaría, por ser mujer, por la infatigable vida y el amor que no pudieron ir cavando más hondo en los sentimientos inconexos con el icónico mundo viril desenvuelto.

En este sentido Gabriela Mistral y su Premio Nobel fue nuestro primer gran triunfo, destacando que nunca antes el galardón había sido otorgado a una persona latinoamericana y solo cuatro mujeres lo habían conseguido antes en la historia, y aunque aún nos cueste comprender su profundidad, esa multidimensionalidad de su escritura, no es difícil advertir la nobleza de su lírica al soñar con un hijo, le cito:

«Mientras arde la llama del pino, sosegada, /mirando a mis entrañas pienso qué hubiera sido/ un hijo mío, infante con mi boca cansada, / mi amargo corazón y mi voz de vencido».

La escritora nunca concibió el suyo, más, todas podemos identificarnos con la naturaleza de la maternidad, pues asumimos en nuestra sien la dulzura y el quebranto propios del equilibro, a todas nos han magullado y hemos saciado beodos con nuestros pechos secos, así, víctimas del absurdo, sonreímos y guardamos en silencio el dolor en la entrepierna.

 

La contracara de la historia de Chile

El concepto género tiene todo un abordaje epistemológico y de índole valórica cultural que ha ido cambiando, pues la connotación que tiene hoy, no es la misma de hace diez años, ni menos comparándola con épocas previas de la historia contada.

Afortunadamente podemos decir que ha habido una transformación en vías a la liberación de la voz y el cuerpo de la mujer, los que, para mí, siempre han estado en guerra, ya sea en la soledad de la casa aferrados a un trapo sucio, o en la oficina de una mujer moderna, que observa la fotografía de sus hijos y lucha con una suerte de «perfectismo octópodo» por conjugar la vida laboral y familiar.

Silvia Rodríguez nos describe muy lúcidamente en su prefacio de Mujeres del Maule. Antología poética (2023): «La mujer escribe. Escribe desde su misterio imposible de descifrar. Escribe cuando la noche abre sus pétalos. Cuando todos comidos y aseados descansan. Cuando la casa está limpia. Cuando la ropa está lavada, cuando escribiendo, se transforman en una poeta».

El peso del dogma impuesto al útero no ha sido menor, y no hemos corrido un tupido velo. No mientras la pobreza enmohecida siga fregándose en los trapos de una mujer labriega, champurria, de sangre caliente y cara de lunática que murmura conjuros en la quietud de sus grilletes, tiernamente recostados bajo la almohada.

Así, Eugenia Brito introduce en su Antología de poesía de mujeres chilenas del siglo XX, la labor de la escritura de mujer como un elemento al reverso de la historia oficial, indicando: «Su lectura no es otra cosa que la contracara de la historia de Chile, desde el lugar en que se agudiza su ojo para examinar los pactos culturales en que ellas no pudieron entrar».

 

Dar fin a la violencia simbólica, la guerra de los sexos

Sin lugar a dudas, el rostro maduro de Violeta Parra, esbozaría una sonrisa de triunfo al ver que la Universidad del Saber con la que tanto soñó desde su carpa llovida, este año tiene al Maule y sus minorías artísticas como protagonistas, pues, aunque a caminar pesado, vamos tejiendo espacios de discusión mediados por un sustento fuertísimo: la integración y la cultura barrial.

Las cuales en este caso promueven el flujo de contactos entre los habitantes de la ciudad de Talca y la comuna rural de Pelluhue, con la potenciación de actividades que reúnen creadoras y disidencias con estos público en los espacios comunitarios que habitan, aportando con discusión en medios de comunicación, así como la posibilidad formativa para aproximadamente 80 personas, además de simposios, recitales y espectáculos familiares, en la búsqueda de un programa con perspectiva de género a través del cual se destaque —al ser un ambiente familiar—, la posibilidad del desarrollo de interés temprano de niñas, niños y adolescentes, en torno a la literatura.

Entonces, no es extraño decir que juzgamos necesario abrir fronteras, y aunque quizás, esto sea un mínimo gesto, es uno reverencial a las bienaventuranzas que dan cimientos a los cambios contraculturales, considerando las grandes brechas que aún existen en términos de empleabilidad del sector femenino en el ámbito cultural, con preocupantes cifras que estiman que un 25 % de las creativas en agencias son mujeres y solamente un 11% de ellas alcanzan cargos directivos.

Y aunque el destino y los pasos han ido creando un sendero por el cual exploramos, recién este 2024 la posibilidad de que un Festival de Fondo Nacional de esta naturaleza cultural, postulado por una Junta de Vecinos liderada por mujeres —paso a destacar la figura de su presidenta, doña Catalina Lara Ruiz—, se desarrolle en el Maule profundo.

Una región dominada por las actividades silvoagropecuarias, la industria manufacturera, la construcción y la generación eléctrica, sectores en los que evidentemente descuella el desarrollo masculino, estamos dando pie a la propagación de iniciativas de esta índole combativa y reflexiva para hacernos cargo de estos patrones transgeneracionales y dar fin a la violencia simbólica, la guerra de los sexos.

El festival se desarrollará durante los días 11, 12 y 13 de octubre, y también contempla actividades anticipatorias de carácter formativo —en colaboración con la Biblioteca La Florida de Talca—, como un taller gratuito de poesía dirigido por la destacada autora Silvia Rodríguez Bravo, y el cual comenzó a impartirse el pasado miércoles 14 de agosto, y asimismo un taller de creación de historietas a cargo de la diseñadora Paz Ahumada, que concluirá este miércoles 28.

 

 

 

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Alejandra Moya Díaz (Curepto, 1991) es psicóloga clínica de la Universidad de Talca, y psicóloga jurídico y forense de la Asociación Latinoamericana de Psicología Positiva. También ejerce como especialista en adicciones, certificada por la Universidad de Santiago de Chile.

Actualmente se desempeña como terapeuta y realiza peritajes judiciales de manera particular.

Cuenta con un libro de mezcla de géneros literarios publicado en diciembre de 2020, bajo el sello de la editorial Litoraltura Ediciones, titulado Depresión intermedia.

Recientemente presentó el set de versos Lagunas de estación (Ediciones Casa de Barro, 2023).

 

Afiche oficial del encuentro cultural

 

 

Imagen destacada: Alejandra Moya Díaz.

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