Varios son los elementos que convierten a este verdadero «tour de force» en una brillante exhibición cinematográfica del neo noir. El fundamental es el desarrollo de la historia: desde que empieza hasta su fin, la narración mantiene un buen ritmo mezclando acción y suspenso.
Por Cristián Uribe Moreno
Publicado el 6.6.2021
Después de ver Uncut Gems (2019), dirigida por la dupla de Josh y Bennie Safdie, quedé con una extraña sensación. La película era muy entretenida pero su protagonista, Adam Sandler, resulta exasperante e irritante, por lo que hubo momentos en que se hizo difícil de pasar.
De igual manera, la película es bastante entretenida, así que decidí dar una oportunidad más a los hermanos Safdie y me topé con Good Time, realización que data del año 2017 y que tiene una estructura similar a Uncut.
La historia es bastante simple, demasiado simple. Connie Niklas (Robert Pattinson) y su hermano Nick Niklas (Bennie Safdie), asaltan un banco con la intención de tener dinero, comprar una granja y vivir lejos de su abuela. El robo es muy poco planificado y a los minutos tienen a la policía tras sus pasos.
De su huida, Nick, un muchacho con muy pocas luces, es capturado y Connie que logra zafar, comienza sus andanzas nocturnas para liberar a su hermano de la policía.
En una noche de malas decisiones, Connie demostrará su temple y astucia, para elaborar un plan tras otro, en la medida que van apareciendo obstáculos e imprevistos, durante una jornada frenética que parece no acabar nunca.
Varios son los elementos que convierten a este verdadero tour de force en una pequeña obra maestra del género criminal o neo noir. El primero es el desarrollo de la historia. Desde que empieza hasta su fin, la narración mantiene un buen ritmo mezclando acción y suspenso.
Pocas veces al espectador se le da tregua en este vendaval de hechos que se suceden uno tras otro. Los giros narrativos que van sucediéndose están muy bien integrados y aunque hay momentos que se sienten un poco forzados el total del relato está en un gran nivel.
Las imágenes que presentan la narración están confeccionadas con gran realismo. Una imagen que se acerca al documental y a un naturalismo bastante crudo en ocasiones. Los espacios cerrados están muy bien ambientados, dando una sensación de ahogo y angustia que trasmite el estado mental de los protagonistas.
Una música de la tensión
Esta ambientación está complementada por las luces de neón y la música. Lo del neón se explica pues la mayor parte del relato ocurre de noche. Hay momentos que las luces se vuelven protagonistas reforzando la intensidad o la paz que la escena transmite. El color rojo aparece en los momentos de mayor riesgo.
El rojo es el color que rige varias de las acciones peligrosas en que están envueltos los personajes, pues la amenaza de ser capturado es la constante de la historia. El color azul es el de los pocos momentos de descanso de los personajes. Indica relajo, algo de paz en el alborotado periplo nocturno.
Y lo más alucinante, los neones que dan un blanco fantasmal en el parque de diversiones. Un toque absolutamente surrealista, reforzando la idea de la pesadilla en que están envuelto los personajes. Imagen relacionada con el peso de estos perdedores dentro de la sociedad, verdaderos espectros marginales que tratan de concretar delirantes planes para salir de su insignificancia.
Toda esto enmarcado por la música de Daniel Lopatin. Una música de sintetizadores que da un toque ochentero vanguardista a la cinta. Sonidos retro que remiten a la música electrónica de Tangerine Dream o los teclados que el mismísimo John Carpenter componía para sus trabajos.
La sonoridad le da un toque de atemporalidad y marca el ritmo de ciertos pasajes, además de reflejar el estado de tensión que se trasluce en la cara de los personajes. Todo un acierto.
En un Nueva York de perdedores
Y el último ingrediente de esta historia es Robert Pattinson. Las actuaciones están muy bien logradas, para que la historia sea creíble, los personajes están bien dibujados.
Los secundarios están en muy buen nivel: Nick, el hermano de lenta comprensión, Corey Ellman (Jenifer Jason Leigh) , la sicótica novia de Connie, Crystal (Taliah Webster) la chica que por azar colabora con Connie, Ray (Buddy Duress), ex convicto que se cruza en el objetivo de Connie y que tiene toda una historia de destino fracasado. Otro más a la lista.
Pero el que lleva todo el peso de la historia es sin duda, Connie. Su actuar febril, tranquilo, mentiroso, encantador, inteligente y siempre al borde del colapso, pero medido, es la columna vertebral del filme. Sin su carisma, que en momentos parece que desbordara la historia, esta, definitivamente, no funcionaría.
La suma de sus partes convierte a Good Time, en una verdadera joya. Una cinta que comienza y termina de manera similar, con una serenidad que no tiene durante el relato, durante ese buen tiempo que pasa el espectador, con las peripecias de estos hermanos.
Que por un lado entretienen y por otro muestran de manera indirecta, la cara frágil y extraviada de una Norteamérica llena de perdedores, en una irreconocible ciudad de Nueva York, alejada de sus icónicas edificaciones y de su sofisticada sociedad.
La cinta irradia un humor negro que recuerda a otros hermanos realizadores, los Coen, amos absolutos de situaciones cotidianas que se salen de control y terminan en tragedias ridículas. Algo de ellos resuena en más de una escena de esta gran apuesta de los hermanos Safdie.
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Cristian Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional «General José Miguel Carrera», y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile, también es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.
Aficionado a la literatura y el cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.
Tráiler:
Imagen destacada: Good Time (2017).