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[Ensayo] «Guerra, tragedia y destino»: La eclosión humana del siglo XIX americano

La novela del escritor chileno Pablo Errázuriz Montes es un contundente documento artístico y literario, el cual se refiere al modo en que las circunstancias históricas y políticas determinan una vida, y del rol que juegan la fatalidad, el azar, y las herencias culturales —frente a los imperativos del presente cotidiano—, en cualquier existencia que se precie de tal.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 4.6.2024

Guerra, tragedia y destino (Pendragón, 2024), de Pablo Errazuriz Montes (Santiago, 1958), resulta en un documento único: novela histórica, novela de aprendizaje, narración de aventuras, manifiesto cívico.

Su originalidad al enfrentar, desde todos estos abordajes, un fenómeno tan complejo como el de la Guerra del Pacífico (1879-1884) tiene la conciencia de una empresa seria, porque aquí se recalca el cuestionamiento de los alcances de la ficción para aprehender la realidad, con una voz narrativa muy atenta a su sentido de responsabilidad.

La publicación contiene evocativos mapas que nos transportan a los «escenarios» que ya en la narración comienzan en 1893. Luego el punteo retrocede y, así, va alternando entre los años 1871 y 1879, vale decir, entre la experiencia que su protagonista, personaje en tercera persona de José Antonio Urzúa, insomne y ávido lector de literatura clásica, quien vive en los Estados Unidos, y la realidad que acontece en Valparaíso, donde se observa la tradición de la familia chilena en proceso de transición.

Esta es mirada con perspectiva y rebeldía: «No quiero hundirme administrando el fundo de Talagante papá, ni encerrado en un sucucho del Banco de Valparaíso. Encontraré un empleo en Estados Unidos. Déjeme a mí solo. Seguro que no se decepcionará de su hijo», explica José Antonio a su padre antes de emprender su viaje.

La alternancia de capítulos va registrando, cronológicamente, la guerra año tras año, y la evolución como persona de José Antonio, su proceso de maduración emocional y profesional. Norteamérica le abre la cabeza: su estancia en Filadelfia, luego Nueva York en 1872, como corredor de la bolsa de comercio, ofrecen revelaciones.

Gracias a Mister Weinberg confronta estereotipos raciales, como el de los judíos; su compromiso emocional platónico para con Émili le permite también ampliar sus horizontes espirituales, traspasando varias barreras sociales.

«Yo soy bautizado, pero tengo cuestionamientos respecto de la autoridad de los curas. No soy precisamente un ‘buen’ católico…», admite José Antonio, marcando la diferencia con Virginia, su hermana, que representa la tradición religiosa, así como la madre, Cornelia, mujer devota y observante. «En resumen: a más estudios, más dudas y crítica al mundo tradicional desde el que él venía», agrega la voz narrativa más adelante, confirmando su necesidad de romper tradiciones.

Estamos en el inicio de las leyes de segregación racial Jim Crow en los Estados Unidos. Émili, la sirvienta mulata es asesinada. En una carta que le escribe a su padre desde Filadelfia, 1871, José Antonio relata: «Hubo asesinatos en masa de negros causados principalmente por los irlandeses y la gente decente de Filadelfia ha quedado consternada. Yo perdí a una amiga muy querida en estos episodios, asesinada por el solo hecho de ser mulata».

Así, en su propia oficina cinco afroamericanos son asesinados. José Antonio reflexiona: «Este país tiene una profunda enfermedad y no sé si tendrá remedio. Gente aparentemente culta, siente aversión por la gente de otra raza».

 

La eternidad de un día

Luego, en Nueva York, José Antonio sufre el colapso financiero y ahí comienza otro periplo por América y Sudamérica, destino: Lima. Su intención es radicarse allí: «Mi padre es comerciante de valores en Santiago y Valparaíso y quiere entablar relaciones comerciales con alguna casa de comercio europea, de las que se han instalado en Lima y el Callao, se nos viene la necesidad de prepararnos; captar capital, para las muchas inversiones que se necesitan en Chile…». Todo el año 1874 lo pasa en Lima.

Paralela y posteriormente, la narración de aprendizaje se zambulle enteramente en sus escenarios (históricos y personales) para detallarlos exhaustivamente. Así, la evolución de la guerra, entre sus años, contempla episodios en Chimbote, Lima.

Es en Lima, el año 1874, donde José Antonio se entera del Itata, pasando por una serie de periplos que retratan una verdadera odisea. De hecho, como leemos: «Penélope obligó a Ulises a volver a Ítaca. Siempre hay una mujer que ancla al hombre». Estas reflexiones están matizadas por la realidad de la guerra, que se ve tanto como una posibilidad para procesar el duelo que carga José Antonio por la muerte de su amada Viviana, como de una oportunidad para realizar una cartografía.

De esta forma, en 1879 vemos la ebullición en el norte. En Antofagasta: «El comandante del acorazado Cochrane Juan José Latorre, fue el héroe de la jornada del 8 de octubre de 1879 conocida como la Batalla Naval de Angamos, donde el Cochrane abatió y capturó al Huáscar, muriendo en el combate su comandante, el almirante peruano Miguel Grau Seminario, héroe inmortal del Perú».

Así es como vemos a José Antonio en Pisagua enterarse del inicio del conflicto bélico ese mismo año: «Dos entidades colectivas; la alianza peruano-boliviana y Chile, se habían declarado mutuamente la guerra».

En 1880, ya a bordo del Itata, leemos: «la guerra evitaba, hasta ahora, que perdiese la razón. Lo que había perdido con la muerte de Viviana era algo muy simple de entender: su propósito de vida… Un propósito. Eso constituía para él la guerra. Si se terminaba, ¿cuál sería su mundo?».

Con todo, el tono reflexivo es elocuente: «La vida eterna debiese ser la eternización de los episodios intensos y bellos. Pero, también hay intensidades tétricas, como presenciar a aquel pobre soldado partido por un sable francés en Tacna». O: «La guerra como remedio para el alma … ¡La guerra! ¡La guerra como remedio al dolor!».

Guerra, tragedia y destino es un contundente documento que habla del modo en que las circunstancias determinan una vida, del rol que juegan la fatalidad, el azar, en nuestras existencias, y de la forma en la cual contrastamos nuestras decisiones, nuestros valores, con lo que hemos vivido y heredado.

¿De qué somos capaces ante una crisis? ¿Qué consecuencias acarrean nuestras decisiones que se tornan irrevocables? ¿Cómo repercuten en los otros? ¿Cómo conjugamos lealtad con valores? ¿Qué deudas tenemos con nuestras familias, con nuestra clase, con nuestro lugar social? ¿Cómo nos posicionamos ante la inminencia de una guerra?

Estos son algunos cuestionamientos de la ópera prima en el género novelístico del escritor chileno Pablo Errázuriz Montes.

 

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Guerra, tragedia y destino», de Pablo Errázuriz Montes (Pendragón de Editorial Legatum, 2024)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Pablo Errázuriz Montes.

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