Este texto debido al autor iquiqueño que se apellida como el nombre de esa mítica isla perdida en el Pacífico sur es una sólida novela, y la cual denota una profundidad pocas veces lograda en la narrativa nacional en torno al ejercicio de la memoria, lo que también evidencia un constante trabajo literario y creativo de varios años en el Norte de Chile, por parte de quien la firma.
Por Rodrigo Ramos Bañados
Publicado el 15.8.2022
Lo primero que se me viene a la mente al comenzar mi lectura de Isla Podestá, es la Comala de Juan Rulfo en Pedro Páramo. Al igual que en Comala el personaje central de la novela es la isla, en este caso la Isla Podestá.
Antes de seguir, digamos lo siguiente: Juan José Podestá, es escritor y poeta. Es periodista de profesión y cuenta con un magister de literatura latinoamericana. Nació en Tocopilla en 1979. Sin embargo, gran parte de su vida la ha realizado en Iquique, en consecuencia, es un escritor iquiqueño, habitante de la ciudad y que escribe desde y sobre el territorio, por lo menos, en narrativa, donde lo sigo con más empeño.
Si bien ha publicado cuentos, este año, 2022, ha sido prolífico para Podestá. Recientemente presentó la novela/crónica/poesía; Chonpen, donde el escritor crea, juega y dentro de una hiperrealidad de un almodovariano Iquique callejero. El resultado es un texto a ratos humorístico, pero tremendamente humano.
Puede decirse que Isla Podestá es una obra de más largo aliento en su creación y también en su lectura. Aquí los personajes pueden que estén muertos, o más bien condenados a un destino donde no se pueden escapar. De la isla nadie sale. De la isla nadie queda vivo porque es una isla donde se muele carne. En la isla no hay tiempo; quizá éste se mide por las flagelaciones a las que son sometidos los prisioneros, y posterior recuperación.
Los prisioneros están identificados con números, como en Auschwitz u otro semejante. En esta isla sin tiempo ni esperanza, quizás en los recuerdos exista algo de magia; y es ahí donde cabe la idea de aparecer y desaparecer. La isla, la cual no se sabe muy bien donde está, aparece y desaparece con sus cadáveres dentro del océano. La metáfora se cuenta sola en el contexto de la sanguinaria y maldita dictadura de Pinochet.
Quizás hoy la isla esté frente de México, y dentro de ella funcione un cartel de drogas donde decapitan.
No sé.
La última posibilidad donde aferrarse
La posibilidad de sobrevivir a este lugar cruel y toda la suma de sinónimos que caben en la palabra inhóspito, la propone una prisionera. El personaje no tiene más salidas que adentrarse en una relación amorosa con el milico a cargo del campamento de prisioneros; un autómata de la muerte. El síndrome de Estocolmo fluye con todos sus matices, en una relación que se emparenta con el personaje de la exmirista, la Flaca Alejandra.
La búsqueda de esta mujer a la que nadie quiere recordar se transforma en el motivo de vida de un personaje que es manco. Este hombre busca en su memoria y en la memoria de una ciudad en la que todavía la historia de 1973, se cuenta a gotas o susurrando a pedacitos al oído.
La novela nos dice que la reconstrucción siempre es a medias, generando esa tensión perenne hasta que exista justicia; pero más bien, como sabemos, nada regresa a un ser querido que se perdió, ni a una etapa de la vida que pudo ser más generosa. A fin de cuentas, no hay y no habrá justicia.
Aquí la mujer se pierde en el horizonte oscuro de la isla Podestá, con los prisioneros y los soldados que perdieron la brújula de lo humano.
Una vez en Valparaíso, leí una crónica de unos pescadores perdidos, cuyas familias hacían referencia en que tal vez estaban seguros en la Isla Podestá y que pronto aparecerían «por la generosidad de Dios». La leyenda de este islote, que también puede ser un navío de la mitología chilota, está presente en la tradición oral de los pescadores y aquello es una gran cosa.
Quizás sea una buena manera de mantener con vida a personas que en un momento el mar se los tragó. Isla Podestá surge como una esperanza, como la última posibilidad donde aferrarse. Y es aquí donde nuevamente regresa la metáfora de los desaparecidos.
Puede ser también la isla, que como una barca de Caronte, conduzca a los muertos a una morada final.
El autor y personaje que lleva el apellido de la isla, se obsesiona con la búsqueda de ésta, pero también a través de la investigación va hilando cabos personales; historias inconclusas propias y de la ciudad que lo acoge hasta que la misma búsqueda, termina trastocando su realidad, llevándolo casi a la locura.
Isla Podestá es una novela sólida, que denota una profundidad pocas veces lograda en la narrativa nacional sobre la memoria, lo que también evidencia un trabajo de varios años. Mérito aparte es la estructura de la obra cuya edición fue un desafío.
Esta gran novela sin duda encaja de la mejor manera en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, especialmente en lo que respecta a los campos de concentración y matanzas que han existido en la corta historia del denominado Norte de Chile, un terreno seco donde no brotan las semillas ni los cadáveres.
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Rodrigo Ramos Bañados (Antofagasta, 1973) es un periodista titulado en la Universidad Católica del Norte y un reconocido escritor chileno.
Imagen destacada: Juan José Podestá.