La historia de las hermanas Lisbon, quienes al cabo de un año encuentran diferentes formas para acabar con su vida —como se nos explica en las primeras páginas de la novela—, está relatada por un grupo de compañeros de colegio de las jóvenes, los cuales quedaron profundamente impresionados por las vidas cortas y las muertes repentinas de las cautivantes mujeres descritas por el autor estadounidense Jeffrey Eugenides.
Por Alejandra Repetto Seeger
Publicado el 5.3.2025
A fines del año pasado (2024) Anagrama lanzó una edición a fin de conmemorar el trigésimo aniversario de la publicación de Las vírgenes suicidas con un prólogo del propio autor, Jeffrey Eugenides (1960), en el cual este da cuenta de la génesis de la novela, lo que significó para él su presentación (lo convirtió, por fin, en escritor y lo llevó a la fama) y lo que ha representado el libro para las siguientes generaciones.
Y es que aunque esta novela fue escrita hace 30 años no ha perdido, desde entonces, ni una gota de la gracia que llevó a Sofia Coppola a convertirla en su opera prima en el cine en 1997.
¿Cuál es la gracia de esta novela que al relatar la historia de cinco hermanas nos sitúa en la adolescencia de la década de 1970?
Muchas, en realidad.
La historia de las hermanas Lisbon, quienes al cabo de un año encuentran diferentes formas para acabar con su vida —como se nos explica en las primeras páginas—, está relatada por un grupo de compañeros de colegio de las jóvenes que, como la mayoría de quienes las conocieron, quedaron profundamente impresionado por las vidas cortas y las muertes repentinas de estas adolescentes misteriosas y bellas.
Muchos años después, siendo adultos, se disponen a contar la historia y tratar de comprenderla entrevistando a quienes compartieron con ellas en la época de los sucesos.
Como un hecho extraordinario
A través del relato de la cotidianeidad de las hermanas, Eugenides en la voz de estos hombres que relatan con la ingenuidad de los niños y adolescentes que fueron combinada con las reflexiones que surgieron con el pasar del tiempo, es capaz de mostrar el día a día de un pueblo completo.
Sus costumbres, su manera de relacionarse, sus ritos y sus hitos, sus creencias y sus prejuicios, la educación que dan a sus hijos y los modos en que resuelven los conflictos, así como la cercanía y el sentimiento de comunidad presente en los vecindarios de esos años sin grandes cercas ni desconfianzas, una comunidad que no deja de ser una apariencia del individualismo, al fin y al cabo.
El interior de la casa de las Lisbon, observado por adolescentes curiosos que fisgonean a través de las ventanas y hasta por los ductos de la alcantarilla, o en el recuerdo de la única vez que fueron invitados a entrar, es oscuro, asfixiante, opresivo y prejuicioso, un ambiente que recuerda la Casa de Bernarda Alba o Carrie.
Como sea, esa casa se trataba de una trampa mortal para adolescentes llenas de vida y de entusiasmo que se vuelven excéntricas a punta de encierro y se convierten en personajes observados desde lejos (y aislados) por los niños del pueblo que las miran, las admiran y fantasean en torno a ellas sin ser capaces, apenas, de distinguir quién es quién.
Las teorías en torno al suicidio, los artículos periodísticos, las medidas del colegio («el día de la aflicción», instaurado como una instancia para hablar de lo sucedido pero sin nombrarlo, que pone de manifiesto la dificultad de los adultos para lidiar con el tema), la actitud de los paramédicos de la ambulancia que terminan por conocer la casa e integrar estos suicidios en su rutina (al menos en la visión de los niños que observan).
Después, la huelga de los cementerios y la vida del pueblo que transcurre como si nada, agregan al relato un tono que lo aleja de la tragedia, e instala la desaparición de las Lisbon como un hecho extraordinario (cinco hechos y un contexto), que refuerzan la normalidad del pueblo y su vida que transcurre casi sin sobresaltos.
Las vírgenes suicidas es una obra estupenda, aparentemente sencilla pero compuesta de un entramado de capas de voces, tiempos y miradas, en la que las preguntas no quedan resueltas pero las reflexiones posibles se desatan.
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Alejandra Repetto Seeger es una psicóloga clínica titulada en la Universidad ARCIS, enfocada en su labor profesional tanto en la terapia de adultos, como de niños, adolescentes y familias.
«Las vírgenes suicidas», de Jeffrey Eugenides (Editorial Anagrama, 2024)
Alejandra Repetto Seeger
Imagen destacada: Jeffrey Eugenides.