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[Ensayo] «El misterio de Soho»: La misoginia de los cinéfilos

Quiero dejar en claro que esto no es una reseña sobre el largometraje recién estrenado de Edgar Wright, simplemente me serviré del filme como ocasión para hablar de un tipo especial de desprecio hacia las mujeres: aquella que se da entre los espectadores de cine y particularmente entre quienes se consideran a sí mismos como “amantes del séptimo arte”.

Por Alejandro González-Degetau

Publicado el 15.11.2021

Acabo de ir al cine con dos amigos a ver la última película de Edgar Wright: Last Night in Soho (2021). Se podría decir que estos dos amigos, además de ser buenos estudiantes de medicina, son “cinéfilos”, uno de ellos amante de los musicales; el otro, de las películas de terror.

[Para efectos de esta historia y para resguardar la identidad de mis acompañantes, a uno lo llamaré “el amigo musical” y al otro “el amigo del terror”].

Quiero dejar claro que esto no es una reseña sobre Last Night in Soho. Simplemente me serviré de la película como ocasión para hablar de un tipo especial de misoginia: aquella que se da entre los espectadores de cine y particularmente entre quienes se consideran a sí mismos como “cinéfilos”.

Para eso, les contaré cómo fue mi experiencia viendo la película con estos dos amigos y algunas de las conclusiones que saqué luego de conversar con ellos.

Debo admitir que, durante casi toda la proyección, estuve con la guata apretada y la atención dividida por un par de conflictos interiores. Estos conflictos provenían principalmente de dos frentes: la perspectiva de género y el tratamiento de la salud mental en la película. (Aquí sólo me ocuparé del primer tema).

Al poco andar empecé a notar paralelos bastante evidentes con Promising Young Woman (2020) en el plano de la violencia sexual y la venganza femenina.

Y me surgieron las siguientes preguntas: ¿cómo se representa la agencia femenina aquí?, ¿con cuánta justicia y complejidad?, ¿a quién nos presentan como víctima y a quién como culpable?, ¿en qué medida influye que la historia de estas mujeres haya sido concebida y dirigida por un hombre? (en esos momentos no estaba al tanto de que la guionista había sido Krysty Wilson-Cairns, lo cual supone una consideración relevante).

Sin embargo, esas cuestiones eran demasiado difíciles para resolverlas sobre la marcha, así que decidí entregarme a la película sin tanta teoría y análisis, y simplemente… disfrutarla.

 

Un comentario completamente fuera de lugar

No sé si la disfruté. Se trata de una película intensa que llega a ser agobiante, pues da poco o ningún respiro a la audiencia. Con lo mucho que aprecio la obra de Edgar Wright, esta incursión suya en el género del terror psicológico me dejó con dolor de cabeza, y sin saber muy bien si lo que había visto me había gustado o no.

Cuando terminó la función, el amigo del terror dijo: “solo una cosa me quedó clara. Después de ver esta película, todas las minas van a estar como ‘ay, yo nací en la época equivocada’”.

Soltó ese comentario con un tono de burla y ligero fastidio que me llenó de indignación.

Para quienes no saben nada de la película, les daré un contexto mínimo. Last Night in Soho despliega dos temporalidades (los años 60 y la actualidad) que se cruzan en un mismo espacio: el barrio de Soho en Londres, donde la protagonista Ellie Turner (Thomasin McKenzie) estudia diseño de vestuario.

Teniendo en cuenta eso, el comentario del “amigo del terror” no resulta del todo ajeno. Ellie Turner siente una profunda simpatía por la cultura de los 60, y quizá más de alguna espectadora pueda sentirse identificada con ese sentimiento.

Sin embargo, el comentario no deja por eso de ser problemático, cuestionable y, sí, también brutalmente misógino. ¿Por qué?

Con Last Night in Soho, Edgar Wright no está planteando un escenario a lo Woody Allen en Midnight in Paris, una película centrada en la nostalgia de tiempos pasados. Aun cuando Ellie Turner aprecia la música y la moda de los años 60, el foco de la película no está puesto en una romantización de esa época. En todo caso, sería más apropiado hablar incluso de una des-romantización.

Más encima, si se considera que acabábamos de ver una película que abordaba temáticas tan delicadas como la prostitución, la violencia sexual, la salud mental, el suicidio… ese “ingenioso” comentario del amigo del terror se muestra completamente fuera de lugar.

Quizá eso fue lo que más me indignó. El hecho de que Last Night in Soho denuncia un mundo pasado y actual (ficcional y, a la vez, tristemente real), donde las mujeres lidian con problemas muy angustiantes… y lo que primero se le vino a la cabeza a este amigo luego de ver la película fue: “qué lata que ahora todas las minas van a fantasear con el estilo retro”.

Como si lo que uniera al conjunto universal del género femenino, o en palabras de este tipo: como si lo que uniera a “todas las minas”, fuera una cierta vanidad ligada al mundo de la moda (!).

 

Reducidas a la condición de objetos sexuales

Cualquiera que vea Last Night in Soho, se dará cuenta que ahí se propone algo totalmente distinto. De hecho, si hubiera algo que une a todas las mujeres a lo largo de la historia, la película es muy clara en sugerir que tal elemento común sería la dominación bajo un sistema patriarcal.

En Londres (y en todo el mundo), las mujeres han sido física y mentalmente abusadas, subordinadas al poder masculino, reducidas a la condición de objetos sexuales, y desestimadas en su agencia racional bajo las convenientes categorías de locas e histéricas.

Esta dominación tiene como efectos el miedo, la ansiedad, la vulnerabilidad, la impotencia… o tal como lo expresa la película: esta dominación adquiere la forma de una pesadilla de la cual no se puede despertar porque te seguirá a donde vayas si eres mujer en un contexto patriarcal.

Muy probablemente ninguna de estas consideraciones pasó por la cabeza del amigo del terror cuando hizo su comentario; un comentario que solo se explica desde la ceguera y comodidad del privilegio masculino. En el fondo, su chiste contenía un juicio más serio: “así van a ver las mujeres esta película: desde la superficialidad”.

Pero más que decir algo verdadero acerca de las mujeres, reveló algo acerca de él mismo. Así ve él a las mujeres, desde una mirada masculino céntrica y misógina llena de condescendencia e ignorancia.

Por supuesto que esta mirada no es algo exclusivo de este amigo, ni tampoco es algo que debiera sorprendernos. Se trata de un problema sistémico y, por eso, tremendamente habitual. Lo interesante es lo sintomático del comentario, lo que podemos deducir de él y aplicar a nuestra propia experiencia como espectadores de cine, porque en ningún caso estamos al margen de este problema.

Las injusticias de género han sido silenciadas e invisibilizadas por el patriarcado, pero la mayor parte de las veces esto no se ha llevado a cabo de forma explícita, sino con bastante sutileza: a través de una monopolización de la mirada.

Históricamente hablando, la mirada hegemónica ha sido la masculina. La mayor parte de la producción cultural se plantea desde la perspectiva masculina y encuentra en la audiencia masculina a su receptor ideal.

Esta mirada (la llamada “male gaze”) hipersexualiza y objetifica a las mujeres, privándolas así de multidimensionalidad, agencia y credibilidad (de esta forma representan una menor amenaza para el poder patriarcal). Y esto no solo afecta a las mujeres, sino que afecta a todas las audiencias.

Las consecuencias de mirar el mundo casi exclusivamente a través de los ojos masculinos (y eso sin mencionar aquí otros factores como: raza, clase, identidad y orientación sexual) son múltiples y casi siempre trágicas.

Esa mirada parcializante empobrece la experiencia de mundo, conduce a innumerables injusticias y es lo que está en la raíz de un comentario misógino como el que inspiró este relato.

Ese tipo de actitudes abunda entre los espectadores de cine que se consideran cinéfilos y sólo han bebido de directores como: Quentin Tarantino, David Fincher, Chistopher Nolan, Wes Anderson, Paul Thomas Anderson, Denis Villeneuve, Martin Scorsese, Steven Spielberg, Peter Jackson, Ridley Scott, Guillermo del Toro, Darren Aronofsky, Yorgos Lanthimos, David Lynch, los hermanos Coen, Clint Eastwood, Woody Allen, Tim Burton y sí, también Edgar Wright.

Todo esto lo explica Amber Rawlings mucho mejor que yo en su artículo “Conocí a un Film Bro – esto es lo que aprendí” (revista Little White Lies). Si has llegado hasta aquí, te aconsejo leer su trabajo, pues es lo mejor que te puedo ofrecer.

 

La necesidad de aire fresco

Por último, si crees que el comentario del amigo del terror “no es para tanto”, probablemente no te estás haciendo cargo del problema. Para enfrentar la propia misoginia, como ocurre con cualquier otro problema, primero hay que identificarla.

Como espectador masculino, me hago y te propongo unas preguntas de diagnóstico (estas preguntas no determinan si acaso eres un espectador misógino o no, pero sí te pueden indicar qué tanto necesitas ampliar tu mirada para mirar con mayor justicia al género femenino en su experiencia de mundo):

¿Cuáles son mis principales fuentes cinematográficas? ¿A qué directoras femeninas o queer conozco? Si veo videoensayos o leo críticas acerca de películas, ¿cuántas de ellas son hechas por mujeres?

¿Qué tan seguido veo cine con amigas y lo comento con ellas? ¿Cuándo fue la última vez que vi una película donde la protagonista era mujer y su arco narrativo no estaba subordinado a un hombre?

Por mi parte, yo no quedo muy bien parado luego de estas preguntas.

Por eso, creo que lo primero que haré esta semana será juntarme con mis amigas cinéfilas, cineastas, guionistas, directoras de arte y fotografía, y escuchar sus puntos de vista, no solo sobre Last Night in Soho, sino sobre arte, cine y sociedad.

Necesito aire fresco. Necesito aprender a mirar con otros ojos.

 

*Espero que la segunda parte de esta entrega sea escrita en conjunto con alguna de mis amigas, o solamente por ellas. Suficiente de mansplaining por hoy.

 

***

Alejandro González-Degetau (México, 1994) estudió filosofía con minor en literatura en la Universidad de los Andes (Chile), y es magíster en filosofía por el King’s College London (Inglaterra).

Sus áreas de investigación son los estudios iconológicos aplicados al arte y al cine. También ha escrito artículos sobre poesía como: “La via negationis en San Juan de la Cruz y Rainer Maria Rilke” en la Revista Hipogrifo (2018) y “Los pájaros en la obra de Gerard Manley Hopkins y Joaquín Antonio Peñalosa» (RiL, 2021). Sus áreas de interés son el cine de géneros y la obra de realizadoras femeninas.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Alejandro González-Degetau

 

 

Imagen destacada: Last Night in Soho (2021).

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